¿Qué puede ser peor que ir a un banco un viernes fin de mes? Último día
de pago, tráfico lento, lluvia intensa, vigilante propietario, calor humano in
crescendo, fila general larguísima, dos cajas habilitadas, un funcionario en
entrenamiento, mensajeros adinerados, un niño haciendo pataleta por salir
rápido… y allí, donde la mente se da unas vacaciones obligadas de paciencia,
aparece ella nuevamente.
Me habría dado gusto si hubiese entrado de última a la oficina, y
estando yo a punto de ser atendido gritarle con sevicia: “¡haga la fila!”. ¡Ja, buenísimo! Hasta El Chavo del Ocho me habría
animado a echar al traste esa frase con la que nos educamos: “la venganza nunca es buena, mata el alma y
la envenena”. Pero el destino apenas había servido el primer plato de sopa
con sustancia de nostalgia, siendo yo el último de esa fila. El segundo plato
se encontraba a más o menos una hora y media de distancia, en la meta de la
cola.
El avanzar paso a paso era como acercarse a una hermosa guillotina
tiernamente afilada. Sabes que te van a cortar la cabeza pero vas contento por
perderla una vez más por ella, el verdugo enmascarado en una sonrisa que te
dice “¡con mucho gusto, que tenga buen
día!”. Eras hombre y… ¡Zas! Ahora eres dos: ella y tú.
Perdí la cuenta de a cuántos clientes les decía lo mismo; una y otra
vez. El clon de ella que trabajaba en el banco se reventaba de amabilidad con
cada una de sus palabras. Era igualita, la misma. Yo pensé que la Ciencia sólo
había experimentado con Dolly… ¡¿Hasta dónde habíamos llegado duplicando a
seres humanos, amados, por doquier?! 50 centímetros menos cada dos o tres
minutos. El tiempo se alargaba mientras que la distancia se acortaba. ¿No hay
otra sucursal abierta por aquí cerca? ¿Cuánto cobrarán por los intereses de
mora si no pago?
Un fajo de billetes, una consignación diligenciada, una cámara de
vigilancia chismosa y un alivio por estar frente a ella, tanto a la cajera como
al recuerdo de su otra ella. Miraba sus dedos, sus anillos, su blusa, su
escote, sus gafas, su cabello, su postura, su perfil… era como verla
nuevamente… “¡Con mucho gusto, que tenga
buen día!”. Y añadió mirándome a los ojos, “Por fin… a descansar a la casita…”.
¿Qué dijo? ¿Que por fin? Si esto apenas comienza. ¿A descansar? A
trabajar de nuevo en olvidarla. ¿A la casita? Al primer bar donde me vendan
mucha cerveza.
Ya amaneció y hoy es primer día del mes. ¿Cuándo llega la próxima factura?
Ya amaneció y hoy es primer día del mes. ¿Cuándo llega la próxima factura?