“El hombre es un auriga que conduce un carro tirado por dos briosos caballos: el placer y el deber. El arte del auriga consiste en templar la fogosidad del corcel negro (placer) y acompasarlo con el blanco (deber) para correr sin perder el equilibrio”.
Platón
Equilibrio: De eso se trata la vida. Todas las religiones y filosofías coinciden en eso. Cualquier ideología o creencia lo llevará a buscarlo por cualquier medio. Y el cuerpo y el espíritu también lo necesitan.
"El que peca y reza empata": invitación neutral a hacer y deshacer. Es la justa medida entre el albedrío y el destino. Es la prudencia la que está en medio. Fue predicada por un sabio, supongo.
Y en Semana Santa ocurre o bien lo uno o bien lo otro. Las personas que se arrodillan en la cama y las que se arrodillan en la iglesia: se les puede ir la mano haciéndolo, pasándola bueno en lo que hacen, ¿y después? ¿Volverán al equilibrio haciendo lo opuesto?
No somos capaces de buscar ambas cosas en la justa medida. Si estamos cómodos en uno de los lados, ¿para qué preocuparnos por equilibrar la balanza? Si estamos en el otro, aunque sea un poquito pasados de la raya, ¿para qué molestarnos porque las cosas sean exactamente como deben ser?
Si no lo hacemos nos tacharán de inmorales, y si lo hacemos nos llamarán psicorrígidos; y sufriremos con tales acusaciones, que muchas veces nos las aplicamos a nosotros mismos. Pusilánimes... Cobardes...
Hasta en los mejores sistemas de gestión de calidad los diferentes grados de tolerancia son válidos para el buen funcionamiento de los productos y servicios: ¿por qué no aprovechamos tales holguras mentales, corporales, sentimentales y espirituales para movernos sin desajustar todo el andamiaje? Las estructuras de los más altos edificios necesitan ser flexibles.
En ajedrez es posible que un partido termine empatado, en tablas, como se dice. Pero por esa razón ¿ninguno de los dos jugadores ganó algo? Ganaron la experiencia de haber vivido la emoción de una buena partida y de reconocer que se puede jugar en medio de los límites extremos. Y aprendieron.
Ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre. No es equilibrio perfecto: es cuestión de relatividad, flexibilidad, oportunidad... Es sensatez con uno mismo y con los demás. Y claro, con Dios.
Va y viene…
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