[En una portería cualquiera]
Hola... Fulanita DeTal, por favor...
Bloque y apartamento, señor... (sin saludar).
Uhm, no sé...
¿Fulanita, qué, señor? (con expresión de extrañeza).
DeTal...
Me suena... ¿No se sabe el bloque y el apartamento de la señorita? (qué ganas de decirle que ya le dije que no).
No, señor. Es la primera vez que vengo.
Es que así no se puede... sin el bloque y el apartamento no lo puedo anunciar (obvio que no lo puede hacer).
¿Y no puede buscarlo en algún libro o registro del conjunto?
No, señor, no tenemos (Lo tiene, es lo mínimo que la administración de cualquier conjunto residencial puede proveer al personal de seguridad, pero no le da la gana de consultarlo).
¿Pero no dijo que le sonaba el nombre?
Sí, señor, pero... no la tengo presente de cara... ¿Cómo es ella? (pregunta con morbosidad).
Bajita, pelinegra, gordita, bonita...
No, señor... es que usted tiene que saberse el bloque y el apartamento... porque’s’que así no se puede... (sentenciando mi culpa por interrumpir la novela que está viendo en un televisor a blanco y negro de seis pulgadas).
Pero, señor, es su responsabilidad conocer dónde viven los residentes de la unidad...
Llame a la señorita, y pregúntele el bloque y el apartamento para anunciarlo... O si no, ni modo... (acomodándose mejor en su silla plástica).
[A Fulanita, preciso, se le descarga el celular. Uno llama al teléfono fijo y no entra la llamada]
Señor, ¿los teléfonos están dañados?
Ah, sí, están malos desde ayer... Ni modo entonces... (con cierta satisfacción).
¿Y entonces?
Pues venga otro día... y no se le olvide traerme el bloque y el apartamento bien claritos (como si uno los dijera con letra de médico).
Señor, no voy a perder la venida hasta acá...
Ese es su problema... por qué no trajo el bloque y el apartamento de la chica... (Mirándome mal por un ojo y sin quitarle el otro de la pantalla).
[Unos minutos pasan, y cuando las propagandas de la televisión comienzan, vuelve a preguntar]
¿Y no se sabe el bloque o el apartamento? (incrédulo).
[En ese momento, a propósito de la cita y superando la coincidencia, Fulanita sale]
Ah, la señorita María... es que usted me dijo Fulanita... y ya me acordé, ella se llama María Fulanita... Pregúntele de una vez pa’ que no se le olvide el bloque y el apartamento… Para la próxima... (contento de haber descifrado supuesto enigma: su irresponsable ignorancia combinada con su amor platónico).
¿Por qué no te hizo seguir, si Pérez ha sido el celador desde hace años...?
Porque te cela…
Hola... Fulanita DeTal, por favor...
Bloque y apartamento, señor... (sin saludar).
Uhm, no sé...
¿Fulanita, qué, señor? (con expresión de extrañeza).
DeTal...
Me suena... ¿No se sabe el bloque y el apartamento de la señorita? (qué ganas de decirle que ya le dije que no).
No, señor. Es la primera vez que vengo.
Es que así no se puede... sin el bloque y el apartamento no lo puedo anunciar (obvio que no lo puede hacer).
¿Y no puede buscarlo en algún libro o registro del conjunto?
No, señor, no tenemos (Lo tiene, es lo mínimo que la administración de cualquier conjunto residencial puede proveer al personal de seguridad, pero no le da la gana de consultarlo).
¿Pero no dijo que le sonaba el nombre?
Sí, señor, pero... no la tengo presente de cara... ¿Cómo es ella? (pregunta con morbosidad).
Bajita, pelinegra, gordita, bonita...
No, señor... es que usted tiene que saberse el bloque y el apartamento... porque’s’que así no se puede... (sentenciando mi culpa por interrumpir la novela que está viendo en un televisor a blanco y negro de seis pulgadas).
Pero, señor, es su responsabilidad conocer dónde viven los residentes de la unidad...
Llame a la señorita, y pregúntele el bloque y el apartamento para anunciarlo... O si no, ni modo... (acomodándose mejor en su silla plástica).
[A Fulanita, preciso, se le descarga el celular. Uno llama al teléfono fijo y no entra la llamada]
Señor, ¿los teléfonos están dañados?
Ah, sí, están malos desde ayer... Ni modo entonces... (con cierta satisfacción).
¿Y entonces?
Pues venga otro día... y no se le olvide traerme el bloque y el apartamento bien claritos (como si uno los dijera con letra de médico).
Señor, no voy a perder la venida hasta acá...
Ese es su problema... por qué no trajo el bloque y el apartamento de la chica... (Mirándome mal por un ojo y sin quitarle el otro de la pantalla).
[Unos minutos pasan, y cuando las propagandas de la televisión comienzan, vuelve a preguntar]
¿Y no se sabe el bloque o el apartamento? (incrédulo).
[En ese momento, a propósito de la cita y superando la coincidencia, Fulanita sale]
Ah, la señorita María... es que usted me dijo Fulanita... y ya me acordé, ella se llama María Fulanita... Pregúntele de una vez pa’ que no se le olvide el bloque y el apartamento… Para la próxima... (contento de haber descifrado supuesto enigma: su irresponsable ignorancia combinada con su amor platónico).
¿Por qué no te hizo seguir, si Pérez ha sido el celador desde hace años...?
Porque te cela…
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