miércoles, 30 de abril de 2008

101

101… ¿Dálmatas? ¡Bah!

101 ‘entradas’ en mi bitácora personal. 101 escritos y fotografías publicadas a la fecha en este Blog.

El miércoles 7 de septiembre de 2005 publiqué mi primer artículo, “De verdades y mentiras”, y luego, dos escritos en seis meses después, presenté lo que sería el derrotero de esta bitácora: “¿Qué y/o cómo?”.

A partir de ahí me propuse publicar una columna semanal cada miércoles, día escogido por haber sido el día que publiqué originalmente, y también por la relación lingüística con Mercurio, dios de la comunicación en la Mitología Romana. Además, es un buen día para que los lectores tengan tiempo de leer mi mensaje en la bandeja de entrada de sus correos electrónicos entre semana.

Y he cumplido. Bueno, en un par de ocasiones he publicado un día no-miércoles, pero no creo que los dioses se pongan celosos por mi cambio en la agenda. Y espero seguirlo haciendo. Ha sido productivo el ejercicio de disciplina sistemático en el desarrollo de los gustos personales y las habilidades artísticas. La pintura y la fotografía siguen esperando su turno.

El Marqués de Carabás es un diario (semanario, sería la palabra correcta) con algo de periodismo y narrativa literaria, donde reflexiones individuales se socializan para el conocimiento y el entretenimiento de sus lectores. Su objetivo no es cambiar al mundo sino reconocerlo a través de las cacerías del gato.

Sobre esto, una nota: la idea de la cacería es una alusión a lo que mi gato hacía cuando cazaba una torcaza en la cuadra. Su presa la llevaba a mi cuarto, a mi cama, donde yo la vería con seguridad, porque eso significaba (en general, para cualquier dueño que antropologiza a su mascota) la gratitud, la ofrenda, el regalo que compensaba las atenciones que yo procuraba para él. Así, mi observación y mi creatividad cazan para mí lo que yo trato de cazar para ellas con lectura, la reflexión y el diálogo con otras personas sobre temas comunes o no para el resto del mundo.

Desde su creación la lista de correos electrónicos de lectores ha crecido lentamente, un poco más de 200 personas a la fecha. Resulta fácil copiar la lista de interminables destinatarios de Spam que manda cualquier fulano para re-re-re-reproducir mis escritos, pero hasta ahora creo que ese no es el medio para darlos a conocer.

Horas de reflexión personal en que la improvisación y la planeación se dan la mano muchas veces para dar a luz nuevas marquesadas, son resumidas en artículos de más o menos 340 palabras, acompañados por imágenes propias que ilustran o son la fuente de los mismos escritos.

Más aventuras del gato y su amo llegarán. Y con ellas, la convicción de la libertad, la alegría, la tranquilidad y el amor. A todos los lectores (853 registra el contador de visitas de mi perfil, sólo al perfil) muchas gracias. Invitados siempre a compartir nuevas oportunidades de conocer lo que nos rodea y a nosotros mismos, con la certeza de una curiosidad insatisfecha, la esperanza de una sonrisa y algo de buena fe en los terrenos de Carabás.

Transformación.

Juego.

Imaginación.

Confianza.


Miau…


Los más comentados:

"Chao bigote" y "Zen-amor-a-uno"

El más sensato:

Intercambio

El más preguntón:

Urbano

El más ñoño:

Amar es corporeizar

El más felino:

La vida, como debería

El más enamoradizo:

Y tú sin mí

El más apasionado:

Simplemente Lo

El más de malas:

Infracción 77

El más sentido:

"No 'exijo una explicación'"

Una historia:

Bajo un árbol la encontré

Una foto:

Mojadita

Una denuncia:

Hipótesis

Uno cualquiera:

No siempre los gatos caen de pie

miércoles, 23 de abril de 2008

Contrato leonino

Por una alusión a la fábula de Esopo, Las partes del león, los contratos comerciales ventajosos para una sola de las partes se conocen como leoninos, una definición bastante ilustrativa de la marcada diferencia que puede haber entre el cazador y su víctima.

Y estas instrucciones son la síntesis que contempla el alcance de los derechos y obligaciones que las partes aceptan al momento de firmar un acuerdo con todas sus cláusulas: dar, hacer, no hacer. Una observación: la claridad de los términos nada tiene que ver con el oscuro camino que hay que recorrer para cumplirlos.

Si toda figura comercial está condicionada por estas definiciones, ¿cómo se vivirían en las relaciones interpersonales, y más precisamente con las que involucran al amor como objeto lícito del contrato? Propongo las siguientes pautas “básicas”, “normales”, “generales”, “obvias”, “mínimas” de cualquier relación relacionadas con dichas exigencias contractuales vistas en mi clase jurídica de Propiedad Intelectual e Industrial:

Dar. Hay que dar amor, paciencia, gusto, atención, confianza, respeto, flores…

Hacer. Hay que hacer el amor, hacer lo que se dice, hacerlo bien, hacerlo con responsabilidad, hacer lo que la otra persona quiere en la justa medida de la dignidad y el goce mutuo…

No hacer. No hay que hacer el amor con otras personas, no hay que incumplir la palabra, no hay que hacer adrede cosas que molesten a la pareja, no hay que irrumpir la tranquilidad de la convivencia, no hay que hacer lo que uno únicamente quiere, no hacer peticiones que no estoy dispuesto a seguir igualmente…

¿En qué momento, hombres y mujeres, usamos y abusamos de dichos parámetros contractuales, explícitos o no, para “amarrar” a la persona con un amor disfrazado de costumbre o interés?

Claro, hay otros verbos que también están presentes desde la formalización, la vivencia y la terminación de un noviazgo o matrimonio: tener, ser, parecer, sentir, decir, pensar, creer… ¿Qué situaciones pueden experimentarse con estas otras formulaciones verbales-reales de las relaciones?

Mi propuesta es: dar, libertad; hacer, lo políticamente correcto; no hacer, juicios. ¿Trato? ¿Leonino o gatuno?

viernes, 18 de abril de 2008

Perro come perro

La Revista El Clavo y Antorcha Films realizaron cuatro conversatorios, con lleno total, sobre la película caleña Perro come perro, los días 14 y 15 de abril de 2008 en las universidades Autónoma, Javeriana, Icesi y Univalle. Cada conversatorio fue una charla amena entre los asistentes y algunos de los realizadores de la película, como lo son los actores Marlon Moreno, Óscar Borda y Álvaro Rodríguez, el Director Carlos Moreno y el Productor Diego F. Ramírez.

Una de las ediciones de El Clavo (la 13, cuando todavía era ‘Periódico’…) aparece en una de las escenas de la Película en las manos de Cristhian Carvajal, actual editor de la Revista. Los invito a todos a ver esta película colombiana, y a pillarse los primeros y no últimos segundos de fama nacional e internacional de El Clavo.

Los afiches publicitarios de la Película citan textualmente apartes de los diálogos de los actores. A continuación, la libre versión marquesiana de uno de ellos:


miércoles, 9 de abril de 2008

Sí señora

Una nota para los seguidores de esta bitácora: este artículo sería paralelo a “¿Sí señor?”.

Cuando pequeño, en la casa no me enseñaron a responder “sí, señora”, a cualquier pregunta que una mujer me hiciera y que correspondiera a una respuesta afirmativa de mi parte. A mi mamá le decía “sí, mamá” por respeto, pero la lección no fue extendida a otras personas, ni siquiera a hombres.

El “sí, señora” se me pegó, a la brava, de una gigantona santandereana de 115Kg que me arrendó una pieza por unos meses en Chía, Cundinamarca. Por su temperamento fuerte, en más de una ocasión sus ojos se le salieron de los párpados cuando no le respondía como ella quería los primeros días de nuestra convivencia. “¡Sí, qué! ¡Sí, qué!”, refunfuñaba levantándome el mentón y esperando la respuesta completa: “Sí, no, no sé, señora”. “¡Mucho toche, usted!”, me decía después.

En ese tiempo la obligada respuesta se incluyó, por condicionamiento conductual, en mi léxico. Soy el ejemplo de que la letra (en este caso, los modales básicos) con sangre (en este caso, con forzosas repeticiones) entra (en este caso, se tallan en la lengua).

Esa fue la única lección de La Urbanidad de Carreño “enseñada” por Doña Martha (cuando me cambié a una cabaña en medio de La Sabana, me di cuenta de que se llamaba Bertha). Y me sirvió. Para muchas personas mayores, esta respuesta tipo es bien recibida como señal de buena educación.

El problema está en que la inercia de mi mente me ha hecho quedar mal en más de una ocasión, al responderle “sí, señora” a un señor, joven, niño, anciano… Una de las metidas de pata que recuerdo, fue cuando le respondí de esta manera a mi ex jefe de logística a través de la frecuencia abierta de radioteléfono de la empresa: las carcajadas de todos los radioescuchas, subalternos míos, no se hicieron esperar; igual me pasaba en reuniones de planeación de calidad: los asistentes reían por mi espontánea confusión de género (que el jefe siempre la tomó como una burla) hacia el macho-alfa dominante del grupo.

Y no falta la mujer, de cualquier edad, que añorando vivenciar las condiciones virginales de otras épocas (las fisiológicas propias y las socioculturales ajenas) se apuran a hacerme la bromista aclaración: “Señora no; señorita aún”. Y como a las mujeres hay que darles gusto, se les dice lo que quieren escuchar.

Disléxico, desconcentrado o traumatizado quizá, procuraré dar la respuesta correcta según corresponda al sujeto de mi interlocución. Me ahorraré molestias (machistas) en los hombres y engaños (añorados) en las mujeres.