miércoles, 30 de enero de 2008

Riesgo calculado... a posteriori

Dejé las llaves pegadas a la chapa por dentro, y comprobé que por fuera no se puede abrir, así se tenga una copia adicional. Claro, “fue sin querer queriendo”.

¡Increíble conclusión!

¡Terrible descuido!

¿Cómo entrar, entonces?

La solución del cerrajero era taladrar, pero no garantizaba que diera resultado por ser una chapa de seguridad. La solución de mi desespero era llamar a los bomberos; mi imaginacn se sentía obesa de tantas caricaturas. La solución del portero era pasarme por el balcón de al lado.

Detalles a considerar: los cimientos de la baranda no se veían muy confiables. Tenía que esquivar el salido tubo del asta de la bandera que nunca izamos. Y vivo en un cuarto piso, a unos 11 metros del sólido cemento.

El vecinito de unos 9 años se ofreció a pasarse; no le insistí a la hermana mayor en que “me lo prestara” para el favor. El jardinero, de unos 25 años, me decía que si fuera en un segundo piso con gusto se pasaba.

Pensé en que la solución estaba en la velocidad de un salto, pero recurrí al plan lento, pues por el afán ya había olvidado las llaves adentro. Me sujetaría de la pared divisoria y apoyaría mis pies en las respectivas barandas con un movimiento calculado.


Y así lo hicimos. El jardinero me agarró de las pretinas del pantalón y logré dar los pasos con firmeza hasta mi apartamento. Luego, el corazón se me veía por encima de la camisa y los colores de mi rostro parecían que se habían recompuesto en luz blanca. Y pensar que Mora lo hace frecuentemente.

¿Qué hubiera ocurrido si las cosas salían de otra manera? ¿Se imaginan cargar en la consciencia con el estado de coma del vecinito? ¿Qué tal ver la paraplejia del jardinero postrado en una silla de ruedas? ¿Qué tal que mi alma tome anticipadamente el camino evolutivo de la siesta eterna?

No vale la pena apostar la vida de buena gana, pues suficiente tenemos con las apuestas viciadas que otros tienen sobre nosotros sin ningún derecho.

Era más económico dañar la puerta de cedro canadiense que verme muerto, sin llegar a ser cuestión de sopesar exageradamente la tacañería y el respeto por la vida (propia y ajena). En Desde Arriba mencioné unas líneas que escribí luego de volar en parapente, y que nuevamente me llevan al mismo punto: ¿cómo vivir sin arriesgar? ¿Cómo arriesgar sin morir? ¿Cómo morir sin vivir?

¡Ah, preguntas!

¡Ah, respuestas!

Riamos y tengamos fe, de y en, cualquier cosa. Con eso basta hasta cuando nos toque por cualquier (V/v)oluntad.

miércoles, 23 de enero de 2008

"Me importa un pito"

Supongo que eso fue lo que pensó la novia de Óscar Julián Ruiz, árbitro FIFA colombiano, al terminar abruptamente la relación.

En una entrevista en Caracol Radio, Ruiz contó que era soltero. “A su edad ya debía haberse casado”, insinuó Hernán Peláez, a lo que respondió que en una ocasión casi lo hace. Tuvo que viajar por un mes al Mundial de Fútbol, y se animó a comprar las argollas para, a su regreso, pedirle matrimonio a su amada.

Al llegar, su prometida lo había traicionado con otro y la relación se acabó.

Óscar Julián mencionó uno de esos dichos cargados de la verdad de la experiencia y el divertido sarcasmo del dolor. Raya en el machismo, pero vale la pena traerlo a colación, no sin antes invitar a las mujeres a replicar.

El árbitro dijo: “Es que hay algunas mujeres que son como las tejas de zinc…”.
“¿Cómo así?”, preguntó Peláez.
“Si uno no las clava duro, se vuelan”.

miércoles, 16 de enero de 2008

Hipótesis

Si el Presidente lanzó una hipótesis (que resultó cierta), yo también lo puedo hacer.

El lunes 7 de enero en la noche y en una propaganda que duró cinco segundos, la televisión anunció una plancha a $29.900. Más o menos decía “Mañana, únicamente en Carrefour…”. La necesidad de comprar una plancha nueva me llevó a aprovechar la promoción del día. Fui el martes a Carrefour Cali Chipichape por ella.


Esperando a pagar en una de las largas filas, empecé a leer lo que la caja decía. Debajo de la caja, en letra pequeña y en inglés, francés y español estaba la siguiente precaución: “El cable de alimentación de este producto contiene plomo, un químico conocido en el estado de California como responsable de ocasionar ciertos defectos congénitos y otros daños reproductivos. Por favor lávese las manos después de manejar el cable”.

Sorprendido, me regresé a la sección de planchas a leer lo que decían otras planchas: ninguna decía nada, ni de la misma ni de otras marcas. Busqué otros productos, como ollas arroceras y hornos tostadores y nada: ninguno tenía la advertencia.

Busqué a uno de los vendedores para que me explicara por qué esa plancha, precisamente con esa advertencia, estaba en descuento.

Ante un “No sabría decirle, señor”, fui a Atención al Cliente. Frente a la misma respuesta, solicité llamar al supervisor o jefe de compras. A los diez minutos llegó Adriana, una muchacha amable de mirada franca que me respondió de igual forma.

“¿Usted la compraría, señorita?”, le pregunté.

“No sé… no creo…”, dijo.

“¿Por qué la venden, entonces?”.

Me pidió que esperara por una razón de su jefe inmediato (que no se presentó), y al rato la explicación que me dio, fue que ese tipo de promociones eran negocios entre Carrefour y sus proveedores (en este caso Black & Decker) a nivel nacional, y que la precaución del plomo no tenía nada que ver con el descuento.

“Pero no se preocupe… igual eso es para los que viven allá en California…”. No hay palabras para semejante estupidez.

La compré (Factura 310200…), ya no por el precio, sino por el deseo de presentar esta denuncia, cargada, no de malicia (ni siquiera indígena) sino de curiosidad y asombro. Está en uno quedarse o no callado por los atropellos que contra uno o los demás cometan. Limpiaré el cable inicialmente y luego lo forraré con cinta aislante antes de ponerla en uso. Y claro, hacerle la advertencia a la empleada de que lo manipule lo menos posible, y se lave las manos en cuanto se “desacalore” (como ella dice).



“¡Por lo menos se lo advierten!”, me dijo el primer vendedor. Y tenía razón. Es un consuelo de tontos, pero hay bastante franqueza en su premisa. Supongo que Black & Decker piensa igual al “informarlo”, así sea debajo de las cajas de los productos que luego vende masivamente a través de grandes superficies. Busqué en Internet la referencia de mi plancha (F930), y la venden en Amazon.com sin mencionar (obviamente) lo del plomo.

¿Qué otras empresas callarán lo que saben de sus productos?

Esta es mi hipótesis que no será silenciada.

miércoles, 2 de enero de 2008

León y elefante

Desde septiembre y hasta diciembre, de lunes a viernes, fui a un restaurante vegetariano. Queda cerca al trabajo y la calidad de los alimentos es excelente. Los sábados y domingos la dieta verde se rompía por almorzar "comida normal", así que por definición técnica no soy vegetariano.

“Eso es cuestión de actitud”, me explica la administradora del local, que conlleva un estilo de vida con una cultura alimenticia radical: cero carnes. "Usted se está comiendo a un ser vivo en estado de descomposición... es un cadáver lo que le sirven a la mesa... ¿Le parece justo quitarle la vida a un animal habiendo tantas cosas en la naturaleza?". Con esas palabras, un pedazo de carne de lo que sea ya no es un mero pedazo de carne.

El discurso es válido hasta cuando afirma, y estoy de acuerdo, que "tienen alma". Pero siendo igualmente radicales, una planta, como ser vivo, también tiene alma, y prácticamente se la robaríamos en cada bocado.

En Nariño el puerco-hornado es un plato tradicional: Un marrano joven preparado con especias en un horno de leña encerrado. Nuestra invitada a la mesa fue una cerdita de mirada tierna y tremendas nalgas.

Fue sacrificada y llevada a la casa de la señora que prepara bajo pedido el tradicional plato.

Allí conocí a otras víctimas del hambre de los humanos: la escena de carnicería se torna espeluznante.

El 31 de diciembre antes de medianoche los comensales ya nos chupábamos los dedos satisfechos. Su sabor supera al de la lechona, plato más conocido e igualmente aceptado en el ámbito alimenticio.

Ahora en enero vuelvo al restaurante vegetariano. Hay una pizca de culpa y una buena porción de flexibilidad en mí ahora. Al asumir posiciones hay que tener el carácter de defenderlas a toda costa, sin irrespetar las de los demás. Hay que ir más allá del hecho de tomar la decisión. Y es difícil mantenerla en un mundo donde priman las mayorías; lo sé.

Así que con ese consuelo de libertad y buen gusto, seguiré siendo carnívoro y vegetariano.