miércoles, 26 de agosto de 2009

¿Una piedra en el camino?

Las matemáticas demuestran que la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos separados, y una burla popular dice que a una persona obesa es más fácil saltarla que darle la vuelta. Seguir derecho, de largo, rápido, es una ventaja en estos tiempos en que el tiempo escasea.

Por otro lado, el recorrido adicional que hagamos para llegar a un sitio será ganancia en paisajes, gentes, comidas y aventuras, no lo mismo en términos de recursos, cierto. La experiencia de la ruta Santiago Compostelana o del poema Ítaca de Kavafis no serían lo que son si siguieran el trayecto más corto.

A gusto de cada quién.

¿Pero cómo lo puede decidir un árbol? Su misión es retar a la gravedad buscando la luz del sol para vivir, y en su crecimiento se encuentra con algo en que la Sabia Naturaleza no pensó: en que los humanos necesitaban tender cableado de energía eléctrica, alumbrado público, redes telefónicas y sistemas de televisión cerrada por entre sus ramas.

Ellos piensan, “¡Pues de malas! ¡Quién los manda a atravesarse en medio de la ciudad!”, y con esas soluciones van y peluquean cada tanto a esas piedras verdes en el camino del “desarrollo” de las sociedades.

La fácil..

miércoles, 19 de agosto de 2009

Sexo textual

Qué curioso: las dos palabras tienen que ver con gatos y gatas…

morronga. (De morro). f. coloq. gata (hembra del gato).

mojigato, ta. (De mojo, voz para llamar al gato, y gato). adj. Que afecta humildad o cobardía para lograr su intento en la ocasión. U. t. c. s. 2. Beato hazañero que hace escrúpulo de todo. U. m. c. s.

La otra noche me tocó viajar de pie, apretadito y pegadito a las otras salchichas que me acompañaban en el bus. Una muchacha que estaba del lado de la ventana me recibió el maletín, mientras que la otra, la que daba al pasillo, estaba distraída con los botones de su celular.

Me llamó la atención la velocidad con que presionaba las teclas. Su dedo pulgar parecía que tuviera un control de Nintendo, el de mi época, en el que había que oprimir rápidamente el truco arriba-abajo-arriba-abajo-izquierda-derecha-izquierda-derecha-A-B-A-B-select-star para que en Súper Contra le dieran las 30 vidas al inicio del juego.

Al instante recibió un mensaje. Casi sin terminarlo de leer, lo borró y empezó a escribir la respuesta.

A los pocos segundos recibió otro. Esta vez lo alcancé a leer: “Sabes que te gusta, morronga, por qué me dices que no”.

Su dedo casi que se disloca presionando las teclas para eliminarlo y luego para redactar uno nuevo: “porque yo sé que eso te encanta”.

Algo inquieta y celular en mano, ella se peinaba, se arreglaba la blusa y se acomodaba en el puesto con una sonrisita rara. Mi curiosidad me estaba llevando lejos, no tanto como para matarme, sino como para recibir un tremendo codazo justo allí, donde se imaginan.

Recibió otro mensaje. Lo que alcancé a leer decía: “lo quieres todo entre…”. Yo creo que ella hizo curso de lectura rápida y de escritura de mensajes de texto súper rápida. Lo borró y respondió: “contigo sabes que siempre estoy mojada”.

Yo seguía haciendo equilibrio para no alejarme del pasillo-asiento y seguir chismosean… digo, investigando a profundidad esta seria historia literaria.

Otro mensaje. No lo leí por un sacudón del bus. Respondió: “¿con las piernas abiertas o agachada?”.

“Caras vemos, corazones no sabemos”, dice el refrán, “y sexos ni los creemos”, le añadiría yo. Era una de esas mujeres de rostro angelical y con un aura de ternura, que no le alcanzan para matar a una mosca…

Por detrás primero con la falda…”, fue lo que alcancé a leer del siguiente mensaje recibido y, por disimular mi voyeurismo no vi la respuesta completa: “… de pie para que me cojas todo”.

Y en ese intercambio t.s.exual siguieron hasta cuando me tuve que bajar en mi paradero.

Los mensajes que recibía y enviaba lo borraba de su celular. ¿Será que el tipo hacía lo mismo? Si eran pareja, ¡cuánto erotismo le ponen a la relación! Si eran amantes, ¡cuánto riesgo estaba en juego por los registros de esa conversación!

Sexo escrito, explícito, directo, claro, decidido, planeado, excitante, previo, sano e imaginativo.

Una delicia: no me las voy a dar de mojigato.

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miércoles, 12 de agosto de 2009

Ausencia de

¿Qué existe? ¿La luz o la oscuridad? ¿La luz y la oscuridad? Cierto, las dos, una a partir de la otra.

Sin necesidad de llegar a un positivismo cliché (en estos tiempos de crisis-oportunidad…) con la perspectiva del vaso medio lleno o medio vacío, ¿es la luz la que le opaca a la oscuridad, o es la oscuridad la que opaca a la luz? ¿La ausencia de una de las dos hace que aparezca mágicamente la otra?


Al utilizar la diferencia como elemento creador, ¿es el amor el que aparece con el dolor o es el dolor el que hace brillar al amor?

¿Por qué no pueden existir independientemente? Si fuera posible por cualquier artefacto ingenioso o razón leguleya, podríamos escoger cualquiera, ¿correcto? El amor, supongo de buena fe…

A propósito, ¿cómo es que escogemos el no-amor sin necesidad del proceso de separación del amor? Eso sí que es amargarse la vida y complicársela a alguien.

Entonces…

Tu ausencia es la que me permite amarte.
Porque no estás, te siento aquí.
¿Qué pasará cuando llegues?
¿Con qué te contrastaré?
¿Ya no te amaré?
¿Me dolerás?

El amor verdadero está en alguna parte.
Donde no estoy.
En mi ausencia o en tu presencia.
¿Juntos existe?
¿Existes?

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miércoles, 5 de agosto de 2009

De pañales a pañales

Yo en navidad compro mis calzoncillos azules con teflón para que no se me peguen los huevos”.
Martín De Francisco, en La Tele.


De seguro había pañales desechables, pero mis primeros meses fueron cubiertos con más de una docena de pañales en tela garza que mi mamá lavaba como una tarea más del amoroso deber de ser madre.

Pero esa es una historia paralela a la que me quiero referir. A saber: la ropa interior, de mujeres en particular.

En el caso de los hombres las diferencias no son tan marcadas: del pañal cuando bebés pasan al pantoncillo cuando niños y luego a los bóxer cuando adultos. Y eso algunos: habemos otros más clásicos.

Pero en el caso de las mujeres, luego del pañal cuando bebés, la variedad es significativa. Unas pantaletas flojas y cómodas, con animalitos de todas las especies y en colores pastel muy bien combinados, las acompañan hasta cuando ya se consideran mujercitas.

En la adolescencia, su pizca de rebeldía les permite elegir interiores más pequeños y ajustados, que tapan lo que se debe tapar y no todo lo que se pueda, como con sus segundos pañales. Cómodos, conservadores y confiables para esos primeros momentos de mujer.

La libertad de su ropa interior se logra, más o menos, para cuando tienen la cédula en la mano: se vuelven alérgicas a la cantidad de tela y sólo compran lo mínimo para tapar, por delante y por detrás, lo necesario, para insinuarlo en descotados pantalones descaderados.

Con la adultez ya ganada, los encajes en las bragas y los colores de tentación son sus preferidos en los catálogos de lencería de marca, y el tamaño se convierte en un factor casi que irrelevante pues, como sea, están diseñados para conquistar. Lingerie.

Ya con más de una cana pintada, los calzones se meten al ropero para arropar la madurez de los años, y las prendas en general no volverán a ser ajustadas como en las épocas en que no había mucho que ocultar.

Con el abuelazgo la tela toma venganza de sus predecesores para no dejar escapar nada: ¡hasta al ombligo le vendan sus ojos! Tal vez sea por el frío o porque una tanga ya no sabe qué arruga cubrir primero.

Y más adelante, y también a los hombres, les llega el momento en que mente y cuerpo son incapaces de retener lo que las mamás limpiaban en los primeros meses de vida, y que ahora lo hacen enfermeras en nuestros últimos meses de vida. Una horrorosa situación para todos.

Necesidad, dulzura, comodidad, insinuación, pudor, moderación, tradición y otra vez necesidad. Este es el ciclo de vida de la ropa interior femenina.

Y para todos, ¡cómo es la vida: de pañales a pañales!

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