miércoles, 28 de febrero de 2007

Amar es corporeizar

"El cuerpo es inmortal porque es mortal"
– Octavio Paz –

Todos nuestros miembros son reales porque nuestros sentidos los validan. Lo demás, lo que no pasa por esa fuente y filtro de información, sólo nos resta creerlo. Verdad libertad miedo alegría belleza tristeza fe amistad confianza odio inteligencia piedad esperanza.

Así, si la existencia se determina por la materia y si todo lo demás está en nuestra imaginación colectiva individual heredada aprendida, el amor desaparecería de la realidad. Rodolfo Llinás desarrolla una idea sobre el tema en El Cerebro y el Mito del Yo, soportada con sus trabajos científicos e investigaciones sobre la funcionalidad y fisiología de nuestro cerebro. Y lo afirmó categóricamente en una entrevista por televisión: el amor no existe.

Él y ella, colectivamente y desde lo plural: pies talones tobillos pantorrillas rodillas muslos caderas nalgas hombros brazos codos antebrazos muñecas manos dedos orejas labios mejillas cejas pestañas ojos párpados; desde lo singular: abdomen columna ano pecho espalda cabeza nariz boca. Individualmente, él tetillas testículos pene; ella senos pezones vulva. Las características físicas externas que nos hacen diferentes son las de mayor interés sexual ¿Coincidencia?

El cuerpo, extensión limitada que produce impresión en los sentidos por cualidades que le son propias, se convierte en el medio que el amor necesita para hacerse evidente. ¿Pero le bastaría con vivir solo en el hombre o en la mujer? Parece que no. Un cuerpo le queda corto: necesita como mínimo dos para caber. Su volumen se despliega en la medida que le den más cuerpos para habitar. Su masa se alimenta de la unión de las cosas para subsistir.

Su etérea vida se reconoce en la interacción de los sentidos frente a la materia palpable. Eso explica la expresión “hacer el amor”. ¿Y qué es eso? Los poetas eruditos adultos sabios niños viejos han dado sus propias versiones sobre lo que entienden por amor. Definiciones bellas simples confusas prácticas lógicas abstractas vívidas emotivas absurdas sentidas no logran calificarlo. ¿Por qué? Porque no existe.

Somos capaces de crear. Temporalmente somos dioses; lo somos cuando lo queramos. Las crisálidas del amor juntas dan vida al momento más delicioso placentero exquisito confortable excitante indescriptible sutil deseado: el coito. Allí nuestras únicas diferencias físicas quieren ser iguales uniéndose en la intimidad. Los genitales y los puntos de placer comparten y explotan qué tanta vida pueden dar los sentidos. El amor no tiene cuerpo. Se lo damos cuando lo hacemos: cuerpo y volumen materializan su idea; lo corporeizamos.

¿Necesito “amar” a ese otro para que le demos vida al amor? Si retomamos los conceptos de materia y volumen, de los sentidos y su certificación del entorno, no. Simplemente la unión de los cuerpos parirían ese monstruo y caballero de un mismo cuento. El que no continuemos leyéndolo momentos después de su efusividad locura pericia delicia relatividad lo mataría. Lo individualizaríamos nuevamente en nuestra imaginación para colectivizarlo en una próxima oportunidad.

El amor se convierte por instantes censurables rápidos arrechos repetibles necesarios riesgosos en el autor de su más bella obra, con conceptos y lineamientos de una corriente artística, BodyArt, que utiliza en sus performances cuerpos para manifestarse. El amor es un artista. Y nosotros su inspiración.

miércoles, 21 de febrero de 2007

Canje

¡Cómo es posible! Estas son las vainas que indignan a cualquiera. Cualquiera que aspire a un puesto de trabajo con méritos en demasía, pero que sobran cuando es una fina rosca lo mínimo que se necesita para alcanzarlo.

He participado en complicados procesos de selección donde la decisión está tomada previamente: ¿para qué la disfrazan con los formalismos de “la calidad”? ¿Por qué nos hacen perder el tiempo y una porción de esperanza, cuando en la primera reunión de candidatos no falta quien sobresalga por su tranquila sonrisa o su corta falda? Son tan obvios… y los otros tan miserables…

Pero este caso es el colmo. Fue una coartada muy bien planeada que se descubrió cuando los contratos ya estaban firmados y los puestos entregados. Así es, los puestos, porque aquí no hubo un beneficiario sino dos. Dos personajes que intercambiaron sus oficios como las láminas del álbum del mundial de fútbol.

Parafraseando, el canje se resume así: usted me recomienda a mí y yo a usted, de lo contrario, nos mantenemos en nuestros puestos aunque no nos aumenten la plata por quedarnos. Obviamente el cambio mejoraría la situación de ambas partes: se ganaría experiencia en el cargo y un ajuste económico compensatorio.

A se ganaba $100 en el puesto 1 y lo dejaba si y sólo si le pagaban $150 en la otra parte. Y en el puesto 2, B ganaba $50 e iba a al puesto 1 si y sólo si le pagaban $100. Este negocio se conjuró individualmente entre los directos interesados al darle la disimulada bendición al que llega. ¿Será que las empresas auspiciaron a conciencia esta sinvergüencería? ¿Qué sentido tendría? ¿O será que fueron engañadas sin saberlo? ¿Quién o qué más se ganaría jugando con las sillas?

Este hecho se develó a los pocos días de ambos nombramientos. Un cabo, un lazo y la lógica bastaban para entender esta claridad. Mientras tanto los demás candidatos confiaban en la seriedad de ambas organizaciones, aplicando a los requisitos exigidos y haciendo lo posible por vincularse humildemente por los $100 del puesto 1 y los $50 del puesto 2.

Por eso dicen que la mitad del mundo vive de la otra mitad. Pero ni siquiera esta proporción se equilibra en este caso: se aumentan las oportunidades en el lado de los vivos, distanciándose aún más de los que estamos del otro lado, viendo las injusticias de otros bobos títeres de repuesto.

miércoles, 14 de febrero de 2007

Presiones e impresiones

En mi primera clase de postgrado se enunció una de las leyes que caracterizan al Pensamiento Sistémico. Palabras más, palabras menos, dice: “cuanto más se presiona, más presiona el sistema”. Es decir, cuanto más me esfuerzo la primera vez, más tengo que esforzarme en otra oportunidad.

Si a la mujer que nos gusta la llamamos de manera continua (presión al sistema), nos convertimos en intensos, un adjetivo que se volvió sustantivo por culpa del enamoramiento. El sistema compensa dicha presión amplificando la compensación de la situación a través del desdén de la candidata y su categorización radical del sujeto como ‘cansón’.

Hasta ahora, desde el pregrado en Ingeniería, conocía la tercera ley de Newton que afirma que “a cada fuerza de acción corresponde una fuerza de reacción igual y opuesta”. Por ejemplo, si alguien nos hace un favor quedamos en deuda hasta que lo paguemos en iguales condiciones.

Si a la mujer que nos gusta la dejamos de llamar de manera continua, el sistema se retribuye equitativamente: “si él no me llama, pues yo tampoco lo llamo…”. Tal vez Newton partió de la ley del talión o los humanos volvimos a imponer lo que nos parece justo según la injusticia de los demás sobre nosotros. Así, la misma candidata hace un reclamo disfrazado de curiosidad: “¿por qué no me llamaste?”.

Ambas premisas hablan de una retribución luego de una acción, pero su magnitud de realimentación varía. Es ahí cuando se aprovecha lo mejor de estudiar: ver las cosas desde fuera de lo absoluto. ¿Con qué formulación se comportan “los cuerpos” de este sistema y desde qué perspectiva se “analizaría” una relación sentimental? Ni la sistémica ni la física dan cuenta de ello.

La retroalimentación de este sistema no es consistente. La solución no corresponde a la situación. Los cuerpos o el sistema cambian de lógica cuando los embriaga el amor. Luego de una presión en la otra persona, generamos una impresión de nosotros mismos, lastimosamente desproporcionada para bien o para mal de la verdadera: ‘intenso’ o ‘ingrato’.

Tal vez más adelante la experiencia nos dé herramientas para discernir lo conveniente, para aprender qué causa la explosión o la implosión de un amor. Aunque otro de los postulados del pensamiento sistémico contradiga esta intención: “es verdad que se aprende mejor de la experiencia, pero como las consecuencias de nuestros actos no vienen inmediatamente después de realizarlos, es imposible encontrar la relación”.

El aprendizaje continúa. Y con esta oportunidad de estudio nuevas alternativas de comprender el mundo o el amor vendrán para hacer con él o de él algo mejor de uno.

miércoles, 7 de febrero de 2007

Urbano


¿En qué paradero se subió? ¿Pagó el pasaje? ¿Lo llevaron por $500 por la puerta de atrás? ¿Terminó de vender incienso y se sentó hasta su próxima parada? ¿Por qué él sí pisa los asientos? ¿No le alcanzó para el taxi? ¿Por qué el lado izquierdo? ¿Cumple con la exigencia de “sólo peluches saladitos”? ¿Cómo abrió la ventana? ¿A quién mira por ahí? ¿Comprará Bon Ice en el próximo semáforo? ¿Tendrá calor? ¿Le gusta la música que suena en el bus? ¿Será que se encuentra con el par de burros? ¿También canta las canciones de la emisora? ¿Prefiere que el bus haga los pares? ¿Por qué no le ‘echa los perros’ a la anónima señorita compañera de asiento? ¿En qué piensa mientras cambia la luz a verde? ¿Cómo sería el transbordo si se varara la ruta? ¿Le servirá el MIO? ¿A dónde va? ¿Va tarde? ¿Quién lo espera? ¿Cómo anunciará que se va a bajar? ¿Agradecerá al chofer? ¿Quién es?