¿Por qué designan con este término a esta forma de vida para aquellos que ven una oportunidad de explotar su inversión motorizada, ya que no hay nada más que hacer en las ciudades capitales o intermedias? En la caricatura de los 90, Los Motorratones de Marte (Biker Mice from Mars) andaban solos, y no cobraban por ayudar a la gente cuando la defendían de Lawrence Limburger.
Throttle.
Cuenta la leyenda urbana, que los segundos cascos que llevan quienes se han dedicado al negocio del transporte público urbano (o rural) informal (no legitimado) en dos ruedas (a veces más, cuando incluye un tráiler), moto-taxismo, pueden tener uno que otro piojo o liendre del usuario que acaba de bajarse o del primero que lo hizo en la semana pasada. Al parecer, este chisme es fruto de una campaña de desprestigio del gremio autorizado.
Modo.
El dueño de la moto le pregunta a uno dos cosas: para dónde va y cómo se llama. La primera pregunta, es obvia; la segunda, es curiosa: si un policía o regulador de tránsito los detiene, el motociclista dirá que el parrillero es Perencejo o Sultana, su primo lejano, su vieja vecina, su amigo del alma, la amiguita especial. El engaño también es supervivencia.
Vinnie.
Lo harto de ir en moto, pública o particular, es el olor a humo que se impregna en la ropa; igualmente detestable al que se pega de un fumador. No sé cuánto pueda afectar nuestra salud, adicional al riesgo inherente al transporte: ¿qué pasa si ocurre un accidente de tránsito con o sin culpa del conductor elegido? ¿Hay algún seguro de beneficio contractual? ¿Todo se resume en “bajo su cuenta y riesgo”?
¿Y su peor enemigo? No son los Plutarkianos, o la autoridad de cada municipio a quien amedrantan solidariamente con protestas airadas en contra de los bienes de la ciudadanía, cuando osan prohibirlos por la fuerza. Es el agua: buses y taxis danzan por la lluvia en una guerra por el pan de cada día.
Algunas piezas del rompecabezas de nuestra realidad.
Throttle.
Cuenta la leyenda urbana, que los segundos cascos que llevan quienes se han dedicado al negocio del transporte público urbano (o rural) informal (no legitimado) en dos ruedas (a veces más, cuando incluye un tráiler), moto-taxismo, pueden tener uno que otro piojo o liendre del usuario que acaba de bajarse o del primero que lo hizo en la semana pasada. Al parecer, este chisme es fruto de una campaña de desprestigio del gremio autorizado.
Modo.
El dueño de la moto le pregunta a uno dos cosas: para dónde va y cómo se llama. La primera pregunta, es obvia; la segunda, es curiosa: si un policía o regulador de tránsito los detiene, el motociclista dirá que el parrillero es Perencejo o Sultana, su primo lejano, su vieja vecina, su amigo del alma, la amiguita especial. El engaño también es supervivencia.
Vinnie.
Lo harto de ir en moto, pública o particular, es el olor a humo que se impregna en la ropa; igualmente detestable al que se pega de un fumador. No sé cuánto pueda afectar nuestra salud, adicional al riesgo inherente al transporte: ¿qué pasa si ocurre un accidente de tránsito con o sin culpa del conductor elegido? ¿Hay algún seguro de beneficio contractual? ¿Todo se resume en “bajo su cuenta y riesgo”?
¿Y su peor enemigo? No son los Plutarkianos, o la autoridad de cada municipio a quien amedrantan solidariamente con protestas airadas en contra de los bienes de la ciudadanía, cuando osan prohibirlos por la fuerza. Es el agua: buses y taxis danzan por la lluvia en una guerra por el pan de cada día.
Algunas piezas del rompecabezas de nuestra realidad.
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