miércoles, 25 de abril de 2007

¿Quién lo mató?

Han pasado cuatro días desde que Neo, el pez neón, se convirtió en pescado. Tal vez con la ayuda de alguno de sus amigos… o enemigos. El misterio sigue sin resolverse.

Neo era uno más de la pandilla Iridiscente. Nadaban juntos, dormían juntos, comían juntos. No se conocía de amenazas contra su vida. El grupo de color azul y verde era unido mientras pasaban los días de su monótona existencia. Fue encontrado en la esquina frontal derecha del acuario. Pero… es extraño: estaba entre las piedrecillas del fondo. En otros casos de suicidios o de asesinatos, los peces terminan flotando al ritmo de las burbujas que el filtro de aire impone. Con esta pista, el caso toma un nuevo rumbo en el agitado y escalofriante mundo submarino.

Los demás habitantes del sector no tienen antecedentes penales o criminales, aunque sea arriesgado sospechar de los, hasta ahora, inocentes. Hay una solitaria Cebra, de quien sólo se sabe que se siente triste por la muerte accidental (la investigación del caso así lo concluyó) de su compañero sentimental. Tal vez ese trastorno la lleva a actuar bajo su peor ambición: asegurarse el primer bocado de comida cuando ésta cae al agua. No hay otro particular sobre la rayada pez.

Y están los cuatro miembros de la familia Tetra. Los gemelos Medallones Tetra brillan por su plateado color y son buenos vecinos, dice la comunidad. Y el par de primos Rojos Tetra, que a pesar de su pequeño tamaño y apariencia bonachona, estuvieron mancomunados con un desquiciado pez extraditado hace unos meses a otro acuario. El pez fue sentenciado al exilio por no permitir que los demás peces coman tranquilos; quería todo para él.

En la lista de “sospechosos” está también el más reciente miembro del acuático barrio, conocido bajo el alias de ‘Corroncho’. Su tamaño en comparación con los demás peces es descomunal; es como Gulliver en Liliput. Además su color oscuro, sus afiladas aletas y sus rápidos movimientos hacen que lo juzguen por su atemorizante apariencia. Pero su comportamiento es tranquilo, cumpliendo con la tarea de mantener libre de algas las paredes de cristal.

Ninguno de los implicados ha querido responder al indagatorio. Todos se han puesto de acuerdo en hacer mímica con el mismo gesto: exagerar una redonda O con sus labios mientras nadan de un lado para otro. ¿Qué puede significar? ¿Una pista? ¿Una coartada de encubrimiento?

El caso continúa. Será necesario infiltrar a la Inspectora Mora en el medio. Sus sutiles pasos y sensibles bigotes serán capaces de averiguar por qué mataron a Neo si era tan buen pez.

miércoles, 18 de abril de 2007

Voy a pasármelo bien

Buenos días, Padre. Soy yo, Contertulio… Sí, sé que vine la semana pasada a confesarme, pero quería hacerlo nuevamente. ¿Que me vaya para mi casa? Pero si no le he contado nada de mi vida todavía. ¿Está de afán, Padre…? ¿Que qué hice? Le contaré lo que hago en un día normal y luego usted decide, ¿bueno?

Me levanto a las seis de la mañana en punto. Calzo mis pantuflas para tender mi cama y luego alimento a Isaac, mi hamster, y a Albert, mi tortuga. Me baño lo más pronto posible para servirme un saludable desayuno: una gran taza de avena caliente, que proporciona la energía y los nutrientes necesarios para un largo día de estudio.

Hoy me he levantado dando un salto mortal.
He echado un par de huevos a mi sartén.
Dando volteretas he llegado al baño.
Me he duchado y he despilfarrado el gel.
Porque hoy,
algo me dice,
que voy a pasármelo bien…
”.

¿Escucha usted esa música, Padre? ¿No? ¿Seguro? Continúo entonces…

Luzco las camisas que me compra mi mamá. Ella me recuerda que van por dentro del pantalón, y me pasa la gomina para un retoque en mi peinado. Tomo mis esferos y en mi maletín incluyo una manzana verde para mi hipoglicemia. Luego salgo al paradero para llegar temprano al salón. Ya en la universidad, aclaro las dudas al final de la clase y asisto a las monitorías de otros grupos para reforzar los temas del parcial. Al mediodía almuerzo con mis compañeros del laboratorio y luego voy a la hemeroteca a leer los periódicos del día.

Sé que tengo algunos enemigos,
pero esta noche no podrán contar conmigo,
porque voy a convertirme en hombre lobo.
me he jurado a mí mismo que no dormiré solo.
Porque hoy,
de hoy no pasa,
y voy a pasármelo bien…
”.

¿No escucha nada, Padre? ¿En serio? Parece que estuviera sonando un radio o un discman o un IPod… Creo que son los Hombres G. En fin…

Como le decía, cuando hay presentaciones culturales llamo a mis papás a decirles que me demoro un poco. Y si no las hay, pues me quedo en la biblioteca o en las salas de Internet investigando sobre el proyecto final del semestre.

Bueno…
Vamos a ver,
qué encontramos en esta agendilla de teléfonos.
Nunca se sabe…
Marta… María del Mar… Ana… ¿Elena estará? No sé…
Pero voy a pasármelo bien…
”.

Y así el tiempo me rinde. No lo malgasto en el gimnasio o en fiestas como el pirobo de Camilo –perdón Padre por la palabrota–, a quien le hago las tareas de la universidad para que me presente a Carolina, la bonita amiga con la que sale a rumbear.

¿Que quién es Carolina? Es un angelito de su iglesia… si la conociera, Padre… ¡Está buenísima! [Ji Ji Ji Ji…] Por eso es que estoy aquí… ¿Está bien eso, Padre?

Porque hoy, hoy no sé por qué, pero voy a pasármelo bien…”.

¿Padre…? Padre… ¡Padre…! ¿En qué está pensando? Parece distraído… como si estuviera oyendo otra cosa… ¿Qué si la paso bien así? Pues claro.

Muuuuy… bieeeeeeen…”.

¿Me voy, entonces?

miércoles, 11 de abril de 2007

Señora no, señorita aún

Un verso bien sutil y dirigido,
delicado y sensitivo,
quisiera componer yo.
Le ruego mi señora que comprenda,
que no sé si usted se ofenda
pero es mi declaración.


Les contaré lo que un día me pasó, una noche mejor, donde a mi vida le faltó una canción. No era una señora es verdad. Es, aún, una señorita (bajo la denominación tradicionalista de juventud, distinto del otrora significativo avance en la frontera del país sexual). Bonita como otras, pero con ojos fosforescentes a cualquier hora. De cabello castaño natural, pero atractivo como la melaza para las avispas.

Comprenda que el amor no tiene redes.
No hay nada que lo pueda detener.
Y si usted es la mujer que me conmueve,
respeto al dueño que tiene,
pero se lo digo a usted.


Mi pequeño regalo tenía la esperanza de llegar a ella y así fue, cuando su atención mostró un milímetro de distraída flaqueza en la soledad de un pasillo. Había sorpresa en su expresión pero cautela en sus manos al recibirlo. Mi emoción por entregárselo personalmente, de verla sonreír después de tanto tiempo era monumental. Sin embargo, volvió a su decepcionado remitente por no haber tarareado interiormente esta letra.

Pa' cantar entonces una canción,
y que en plena reunión,
usted me esté entendiendo.
Y el mensaje que allí mande yo,
se quede entre los do' aunque mil estén oyendo.

Pa' no herir susceptibilidad
si ante la sociedad,
usted tiene su dueño.
Y sabiendo que me entiende ya,
la cordura guardar,
hasta cuando sea bueno.


Resulta que su novio estaba con ella en la habitación contigua y yo no lo sabía. El N.N. había pasado inadvertido a su lado, pues mi mirada sólo la buscaba a ella ignorando cualquier insignificancia.

La verdad es que a mí celos me dan,
cuando la veo llegar
con su señor marido.
Y sé bien que con él está ya,
por prejuicio social
queriendo estar conmigo.


En otras circunstancias, con mayor prudencia, con otro mensaje entre los do’, quizá lo hubiera recibido y no por mero interés. Me explicó que no podía aceptarlo porque le daba pena, porque no sabía de mi gusto por ella, porque no me quería como yo sí… Excusas acostumbradas en esos casos. No mencionó al fulano y esa, creo, fue la verdadera razón por la que lo rechazó: ¡cómo iba a justificar un regalo salido de la nada en medio de una reunión!

Sabe Dios que si peco es quizás
porque eres sin pensar
un amor tan divino.
Y por eso Él considerará
si es malo entonce' hará
cambiarnos de camino.

Y si yo la quiero saludar,
digo su nombre y menciono otro pueblo.
O en una fiesta que nos encontremos,
entono la canción que ya sabemos.
Pa' que se rían cuando usted se esté riendo,
y si es caso de acuerdo nos ponemos.


Tal vez cante esta misma canción en una próxima fiesta para ella. No importa quién se ría o se moleste. Con su segundo nombre puedo hacerlo... Porque así no quiera estar conmigo será mi declaración. Y si de caminos se trata, de acuerdo (con Él) nos pondremos.

miércoles, 4 de abril de 2007

En un momentico

Cuando uno viaja es común preguntar a algún habitante de la ciudad o pueblo destino, dónde queda tal cosa o cómo llego a tal otra. Casi en la totalidad de las veces el informante responde con veracidad a nuestra inquietud, aunque se complique el dato cuando la indicación termina con un “… y cruzan por donde doña Rebeca…”.

Pero algo especial sucede cuando apenas vamos en camino y sin saber cuánto tiempo o distancia falta preguntamos, además de su ubicación, “¿ya vamos a llegar…?”. El caminante o la señora de la casa del sector responden amablemente “Claro… En un momentico llegan…” y lo confirman con un gesto de su mano indicando que “a la vuelta” se encuentra nuestra meta final. Arrancamos con la convicción de dejar atrás muchas horas de viaje.

Así, la curva del árbol acostado pasa y el puente con la imagen de la Virgen pasa y la casa rosada de dos pisos pasa, pero nada más pasa. Luego de varios minutos/kilómetros sin llegar, le preguntamos a un señor en bicicleta y fijo responderá “Ustedes, en carro, en cinco minuticos llegan…”. De esta manera aceleramos aún más para conquistar el paraíso prometido.

Otra vez en curso es igual si la carretera es pavimentada o destapada, si vamos solos o acompañados de día o de noche. La respuesta nos motiva a continuar lo más pronto posible, no tanto por el afán que llevemos sino por la seguridad de saber que efectivamente falta poco para llegar. En otras épocas, cuentan, la distancia se medía por el tiempo de consumo de un cigarro o tabaco a buen paso de arriero o de caballo manso, y era una estimación válida de cuán lejos estaba un lugar de otro. ¿Cómo sería en la actualidad? ¿A cuántos CD o canciones de MP3, como lo publicita en la radio un nuevo modelo de carro?


Una noche y en medio de un aguacero, nos tocó desviarnos por una carretera destapada a causa de un derrumbo por la vía principal. Pregunta tras pregunta nos respondían cosas similares. Parecía un complot contra los inesperados turistas: todos los pobladores de la región decían lo mismo. Ni siquiera nos mintieron o bromearon diciéndonos “¡están lejísimos!”. Su verdad era la demostración lingüística de la relatividad de Einstein.

En un capítulo de Los Simpson, Apu va para la India con Homero, quien no deja de preguntarle durante todo el vuelo “¿ya llegamos?”. ¿Cómo satisfacer esta ansiosa inquietud de un viajero? Él viene fatigado, amortiguado, con ganas de bajarse de su carro o su bicicleta (en el caso de los ciclomontañistas) para descansar su espalda y sus piernas. ¿Cómo hacerlo objetivamente, dejando a un lado nuestra territorialidad relativa frente a la cercanía o lejanía del sitio? ¿Cómo motivarlo a continuar sin mentirle pero igualmente sin maltratar su esperanza? Responder estas preguntas de un turista tiene la misma intención de responder cualquier pregunta en cualquier situación: con el alivio de una mentira o con el dolor de una verdad. Por ejemplo, ¿cuánto falta para que le diga a su pareja, si es necesario, que usted la o lo engaña con otra persona? “¿Un momentico…?”.