miércoles, 24 de febrero de 2010

Un balón de mala calidad

Con una pelota como la que siempre quiso Kiko, cuadrada, tal vez yo jugaría baloncesto como debe ser, porque la que compré, redonda, definitivamente salió imperfecta: ¡no se mete a la cesta!

Qué raro… Es como si el balón fuera para otro deporte y la cancha lo considera incompatible con las reglas del juego. Tal vez es para bolo o polo acuático o gimnasia pilates.

La mayor parte de las veces, no llega al tablero. Parece que le falta aire, helio supongo, para volar lo suficiente y alcanzar la altura necesaria. Se queda a medio camino y sigue de largo en su recorrido parabólico para rodar hasta donde la inercia se lo permita. Yo creo que en su infancia soñaba con ser una linda pelotita de golf.

Pero en otras ocasiones, ¡va en contra de la tercera Ley del Movimiento de Newton! Cuando pega en el aro, su reacción se incrementa exponencialmente a la acción inicial, y va a dar más lejos de lo que lo haría una pelota cualquiera; es como si fuera hecha de Flubber.

Y cuando logra llegar al borde, sufre de un ataque de nervios y duda de si entrar o no a ese hueco que le parece la entrada al infierno. Da vueltas sobre él, “a que sí…” y “a que no…”, y en su indecisión prefiere salir de ese círculo vicioso a como dé lugar. Es increíble verla bailar esa rondalla casi neurótica.

La gente que pasa también se pregunta cómo es posible eso. Las señoras que sacan a pasear al perro me ven con cara de extrañeza; hasta el perro sabe cómo meter la bolita en el arito. Y los vigilantes de la cuadra apuestan con cada uno de mis tiros, y quienes tienen fe en mí resultan pagando por la indomable resistencia del balón a marcar algún punto. Más seguro es el juego de azar de la ruleta rusa con un arma que mis lances.

Todo mi ejercicio se reduce a una caminata agotadora como recogebolas de mí mismo. Me la paso persiguiendo, correteando a veces, a ese balón por fuera de la cancha. ¡Es que se quiere escapar! Si lo dejara en la calle, rodaría seguramente hacia el almacén de nuevo a buscar refugio, o a visitar a su esposa embarazada que se quedó allá.

A propósito, voy a exigirle al vendedor la garantía del producto o la devolución del dinero. ¿Cómo es posible que le entreguen a uno un producto defectuoso? Es el colmo. Ni que uno no supiera cómo usar una cosa de esas.

Unos muchachos que llegaron a la cancha me pidieron jugar con ellos la otra vez. Negros como la sombra que proyecta su inmedible altura, de talla de zapatos mínimo en 43, en camiseta tipo esqueleto y pantaloneta larga, y con unos músculos hipertrofiados en brazos y piernas. Me dijeron: “primo, ¿va’a jugá’h?

Les dije que no, que qué pena, porque el balón había salido con algún imperfecto de fábrica. Y les pregunté que dónde podía comprar una camiseta de esas. Tal vez con ella, y un nuevo balón de buena calidad, mi juego mejore sustancialmente.

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miércoles, 17 de febrero de 2010

¿Todo por vender-se?

En las clases de mercadeo de la universidad me dormía sin mayor vergüenza. Tal vez si me hubiera interesado en ellas, vendería mejor mi imagen personal y profesional, y me ahorraría así el consejo que me repiten como frase de cajón: para conquistar a una mujer hay que mercadearse, venderse.

Decir que la publicidad es engañosa es redundante. Las hiperbolizadas imágenes que crea tienta nuestras expectativas y manipula escabrosamente nuestro parecer y sentir. Y caemos. Una y otra vez, caemos.

Dos casos en la radio colombiana, dos imágenes auditivas que trataré describir.

A un señor lo acaban de despedir de su trabajo y llega a su casa buscar a su esposa. Ella está en el baño dándose una ducha mientras él le cuenta lo sucedido. Se escuchan unas risitas, entendiéndose que han comenzado una improvisada escena de amor. Lo siguiente que se oye es: “si tu vida sexual está bien, lo demás no importa”. El producto de Boston Medical Group termina su comercial con unos gemidos sensuales: “Uhm, mi amor…”. ¿Por qué utilizan a la mujer para manipular el ego del hombre únicamente a través de su rendimiento sexual? ¿Por qué la hacen parecer como la víctima de este drama de género y recae sobre el hombre toda la responsabilidad de su desdicha?

Una niña de unos seis años le hace preguntas a su papá sobre las cosas que le rodean. Por ejemplo, “Papi, ¿de dónde crece el pasto?”; y así otras más. Luego le pregunta: “Papi, ¿tu pagas impuestos? En el colegio aprendí que los impuestos son parte de mi futuro”. El compromiso al que nos invita la DIAN con su propaganda radial termina con: “Papi, ¿a ti te importa mi futuro?”. ¿Por qué a una niña le ponen palabras en su boca que no comprende en su contexto a través de la más paupérrima angustia existencial? ¿Por qué obligar a responder afirmativamente, a la que se supone nuestra hija, para que de carambola recordemos nuestro deber de pagar impuestos?

Hay cosas que rayan en el límite.

Lo mejor es no caer. Y si se cae, lo mejor será levantarse antes de que lo compren a uno.

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domingo, 14 de febrero de 2010

miércoles, 10 de febrero de 2010

Así no se puede...

"¡GROSERO!"

Le salió enérgico, serio, molesto, sorprendido, aburrido... Una cachetada habría sido la mejor compañía a su respuesta. ¿Me la merecía?

Encopetada y peliteñida, cuarentona-cincuentona y con cara de solterona, maquillada y perfumepachuliada, enjoyada y mal combinada en su vestir.

Así como yo, cualquiera se asustaría al verla.

La expresión la dijo ella primero, en un tono agradable, simpático, cordial; hasta me atrevería a decir que coqueto, como buscándome el ladito para iniciar una conversación.

Si se me permitiera repetir la misma escena, creo que con el mayor esfuerzo de mi diplomacia le seguiría la corriente a su comentario sólo en aras de la mínima cortesía de convivencia ciudadana.

Pero ni modo. ¡Se me chispoteó! Fue una escena entre Don Ramón y la Bruja del 71.

Yo esperaba el ascensor y, al llegar a mi piso, ella salió con afán apenas se abrieron las puertas. O tal vez fue que el ascensor la vomitó, cosa que explicaría su premeditado afán. Y claro, nos encontramos de frente.

Con un tono dulzón y mirándome a los ojos, me dijo: "¡Ay, me asustó!".

Mi instinto, antes que mi consciencia, sólo respondió con angustia y temor y miedo y escalosfríos: "Lo mismo digo...".

Ojalá y no sea la administradora del edificio donde ahora vivo, o la mamá de alguna mamacita que no tiene novio y vive en algún piso de arriba...

¡Vaya forma de hacer nuevos vecinos!

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miércoles, 3 de febrero de 2010

Domingo siete

La soledad es patrimonio de la edad adulta”.
Mika Waltari (1908-1979). Escritor finlandés.


La expresión “salir con su domingo siete” tiene varios supuestos desde diferentes culturas, y como tal, no hay certeza de su origen. Unas señoritas o unas brujas entonaban una canción infantil que decía “Lunes y martes y miércoles, tres. Jueves y viernes y sábado, seis”, y se repetía la tonada otra vez. Quien comentaba “domingo, ¿siete?”, estaba fuera de contexto, pues traía a colación algo que parecería inoportuno en el momento.

Un ejemplo de su picaresco uso es común en México, cuando una señorita se embaraza sin estar casada: se dice que "salió con su domingo siete". Disparatada la situación. Inapropiada para la ocasión. Algo diferente a lo esperado.

La primera vez que escuché la expresión la oí de mi hermana Sara cuando yo era pequeño. En una conversación cualquiera, si alguien salía con un tema totalmente diferente al que estaba en curso, ella se la decía en tono burlón para referirse a la irrupción que representaba para los demás participantes. Era algo que servía, pero parecía tener otro camino a seguir, una alternativa no considerada.

Es que en verdad es raro que un mes del año comience un lunes, siendo este el día uno de la semana, hasta llegar a domingo siete. Cierto que en muchas culturas socio-religiosas el domingo es el primer día (arrancamos con descanso) pero lo tradicional es que sea el lunes el día de inicio de la semana; por ello el conteo.

Por cosas de la vida, mi hermana resultó casándose un domingo siete de hace ya muchos años (sin estar embarazada). Sin necesidad de creer ciegamente en la numerología, ese día para ella y para todos los demás fue una fecha muy especial, y su matrimonio ha sido más que Bendecido todo este tiempo con una bonita familia.

Tal casualidad del calendario se repite este mes y este año, y quiero aprovecharla de la misma buena forma para apostarle a la buena suerte de algo más que una coincidencia, de la dicha de aprovechar una oportunidad de la vida: ha llegado el momento de vivir solo.

A Dios y a mi hermano Jorge, que bajo un mismo techo me han cuidado y ayudado por mucho tiempo, casi que en la misma medida, sólo puedo decirles: ¡Gracias!

Domingo, ¿siete? Sí, siete: 07-02-2010.

Gustavo Adolfo Bécquer, el poeta español, dijo que “la soledad es muy hermosa, cuando se tiene alguien a quién decírselo”. Supongo que Dios trasteará unas cuantas cosas para seguir, también, conmigo y hablar del tema y de otras cosas que tenemos pendientes con Él .


"Porque nadie puede saber por ti.
Nadie puede crecer por ti.
Nadie puede buscar por ti.
Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer.
La existencia no admite representantes
".

Jorge Bucay, escritor y psicoterapeuta argentino.
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