Una nota para los seguidores de esta bitácora: este artículo sería paralelo a “¿Sí señor?”.
Cuando pequeño, en la casa no me enseñaron a responder “sí, señora”, a cualquier pregunta que una mujer me hiciera y que correspondiera a una respuesta afirmativa de mi parte. A mi mamá le decía “sí, mamá” por respeto, pero la lección no fue extendida a otras personas, ni siquiera a hombres.
El “sí, señora” se me pegó, a la brava, de una gigantona santandereana de 115Kg que me arrendó una pieza por unos meses en Chía, Cundinamarca. Por su temperamento fuerte, en más de una ocasión sus ojos se le salieron de los párpados cuando no le respondía como ella quería los primeros días de nuestra convivencia. “¡Sí, qué! ¡Sí, qué!”, refunfuñaba levantándome el mentón y esperando la respuesta completa: “Sí, no, no sé, señora”. “¡Mucho toche, usted!”, me decía después.
En ese tiempo la obligada respuesta se incluyó, por condicionamiento conductual, en mi léxico. Soy el ejemplo de que la letra (en este caso, los modales básicos) con sangre (en este caso, con forzosas repeticiones) entra (en este caso, se tallan en la lengua).
Esa fue la única lección de La Urbanidad de Carreño “enseñada” por Doña Martha (cuando me cambié a una cabaña en medio de La Sabana, me di cuenta de que se llamaba Bertha). Y me sirvió. Para muchas personas mayores, esta respuesta tipo es bien recibida como señal de buena educación.
El problema está en que la inercia de mi mente me ha hecho quedar mal en más de una ocasión, al responderle “sí, señora” a un señor, joven, niño, anciano… Una de las metidas de pata que recuerdo, fue cuando le respondí de esta manera a mi ex jefe de logística a través de la frecuencia abierta de radioteléfono de la empresa: las carcajadas de todos los radioescuchas, subalternos míos, no se hicieron esperar; igual me pasaba en reuniones de planeación de calidad: los asistentes reían por mi espontánea confusión de género (que el jefe siempre la tomó como una burla) hacia el macho-alfa dominante del grupo.
Y no falta la mujer, de cualquier edad, que añorando vivenciar las condiciones virginales de otras épocas (las fisiológicas propias y las socioculturales ajenas) se apuran a hacerme la bromista aclaración: “Señora no; señorita aún”. Y como a las mujeres hay que darles gusto, se les dice lo que quieren escuchar.
Disléxico, desconcentrado o traumatizado quizá, procuraré dar la respuesta correcta según corresponda al sujeto de mi interlocución. Me ahorraré molestias (machistas) en los hombres y engaños (añorados) en las mujeres.
5 comentarios:
Pues a mí me han dicho señora desde muy joven, quizás porque al ser alta creen que soy mayor, más adulta, antes me molestaba, ahora lo interpreto como una forma de respeto y no me pongo a corregirlo a cada rato.
Vea pues, me vengo a enterar de que Pavlov en lugar de perro, bien pudo haber tenido un gato, ja, ja, ja :D
POr fin comprendo tu extraña respuesta cuando hablamos!! odio q me digas si señora, y señorita tampoco..
Muy interesante reseña para ese gran enigma que tenía
Algo que no se me había olvidado de nuestra última y única conversación mientras te dejaba cerca de tu casa aquella noche, una vez terminó el curso de técnicas de negociación, pues me pareció muy inusual que al hablar en todo el camino con cierta familiaridad, contarte detalles personales e incluso familiares y escucharte tener cierta admiración por algunos rasgos de mi personalidad; respondieras a mi pregunta: te dejo por aquí? el para mi muy cómico " si señora". Mas que pensar en que estaba vieja, me resultó algo chistoso el que alguien cercano a mi edad me tratara de señora.
Ahora te entiendo.....jajaja.
Dalia Iris, postgrado univalle.
Muy divertido, su Señoría.
Saludes, H. LL. A.
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