miércoles, 29 de abril de 2009

De vigilar a amar


[En una portería cualquiera]

Hola... Fulanita DeTal, por favor...

Bloque y apartamento, señor... (sin saludar).

Uhm, no sé...

¿Fulanita, qué, señor? (con expresión de extrañeza).

DeTal...

Me suena... ¿No se sabe el bloque y el apartamento de la señorita? (qué ganas de decirle que ya le dije que no).

No, señor. Es la primera vez que vengo.

Es que así no se puede... sin el bloque y el apartamento no lo puedo anunciar (obvio que no lo puede hacer).

¿Y no puede buscarlo en algún libro o registro del conjunto?

No, señor, no tenemos (Lo tiene, es lo mínimo que la administración de cualquier conjunto residencial puede proveer al personal de seguridad, pero no le da la gana de consultarlo).

¿Pero no dijo que le sonaba el nombre?

Sí, señor, pero... no la tengo presente de cara... ¿Cómo es ella? (pregunta con morbosidad).

Bajita, pelinegra, gordita, bonita...

No, señor... es que usted tiene que saberse el bloque y el apartamento... porque’s’que así no se puede... (sentenciando mi culpa por interrumpir la novela que está viendo en un televisor a blanco y negro de seis pulgadas).

Pero, señor, es su responsabilidad conocer dónde viven los residentes de la unidad...

Llame a la señorita, y pregúntele el bloque y el apartamento para anunciarlo... O si no, ni modo... (acomodándose mejor en su silla plástica).

[A Fulanita, preciso, se le descarga el celular. Uno llama al teléfono fijo y no entra la llamada]

Señor, ¿los teléfonos están dañados?

Ah, sí, están malos desde ayer... Ni modo entonces... (con cierta satisfacción).

¿Y entonces?

Pues venga otro día... y no se le olvide traerme el bloque y el apartamento bien claritos (como si uno los dijera con letra de médico).

Señor, no voy a perder la venida hasta acá...

Ese es su problema... por qué no trajo el bloque y el apartamento de la chica... (Mirándome mal por un ojo y sin quitarle el otro de la pantalla).

[Unos minutos pasan, y cuando las propagandas de la televisión comienzan, vuelve a preguntar]

¿Y no se sabe el bloque o el apartamento? (incrédulo).

[En ese momento, a propósito de la cita y superando la coincidencia, Fulanita sale]

Ah, la señorita María... es que usted me dijo Fulanita... y ya me acordé, ella se llama María Fulanita... Pregúntele de una vez pa’ que no se le olvide el bloque y el apartamento… Para la próxima... (contento de haber descifrado supuesto enigma: su irresponsable ignorancia combinada con su amor platónico).

¿Por qué no te hizo seguir, si Pérez ha sido el celador desde hace años...?

Porque te cela…

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miércoles, 22 de abril de 2009

Marqués, de cara vas… ¡al suelo!

El nombre de este artículo se lo debo a Eduardo, amigo de mi hermano Jorge, con quienes salí a practicar ciclo montañismo el fin de semana. Y resume lo que pasó: bajando rápidamente por un empinado sendero, la bicicleta se me resbaló, se clavó y fui a dar al piso.

Cierro los ojos antes de besar al Planeta: el golpe lo recibo directamente en el mentón, siguiendo con los labios, para terminar en la nariz. Di enseguida una vuelta canela ‘de-ladeada’, y terminé sentado más abajo en la cuneta que partía la trocha de tierra colorada en dos. Otro título más amarillista sería: “De jeta contra el mundo”.

Escupí tierra con sangre y luego sangre con tierra. La nariz la sentí hundida, hacia la izquierda. Impresionado, le di un jalón y la enderecé para dejar que un chorro ensangrentado comenzara a fluir. Grité a mi hermano una primera vez, y no sé cuánto tiempo pasó hasta un segundo llamado. Es decir, no sé si pasé inconsciente algunos segundos, porque no recuerdo nada más, sólo los latidos del corazón amplificados en mis oídos.

Todos los hechos que siguieron a continuación fueron registrados en Déjà Vu, el más largo que he percibido en mi vida. Cada acción ya existía en mi mente, ¡por más de un minuto, increíble!, hasta luego componer mi postura acostándome en la orilla. De ahí para allá, las imágenes son intermitentes.

Luego de una pausa, no había nada más que hacer que subirse a la bicicleta para salir del monte adentro donde nos encontrábamos. Luego de tres horas de recorrido, todavía faltaba una para regresar a la ciudad. Me sentí como Lucho Herrera en la etapa 14 del Tour de Francia de 1985, luego de su caída por el vertiginoso descenso de Saint-Ettiene: se levantó con su rostro ensangrentado para ganar esa etapa y conservar la camiseta de pepas rojas que caracterizaba al mejor escalador de la montaña. En mi caso, las pepas eran de sangre.

Todo el regreso no hice sino lidiar con mi mente satisfecha por la adrenalina. Miles de imágenes comenzaron a pasar como en las películas. Pensaba en todo y en todos: solucioné los enigmas del mundo, supe cómo conquistar a cualquier mujer, resolví la crisis mundial, volví a mis pasadas vidas, inventé los más bellos poemas, predije el futuro y un sinfín de cosas más en pensamientos tan veloces que no los alcanzaba ni la luz. Ahora no recuerdo nada; lo siento.

Evidentemente seguía en shock, con un estado de consciencia alterado que me mantenía vivo. Supervivencia total. El resto del día lo pasé en iguales circunstancias, encontrando nuevas heridas pero sin dolor.

Saldo a la fecha: rayones en la espalda, dedo pulgar derecho y anular izquierdo estropeados, rodillas con peladuras profundas, mentón raspado, labios inflamados y reventados interna y externamente, una nariz más torcida que antes y, ahora sí, dolores por doquier. La bicicleta está bien. Ojalá la cuenta de lesiones no crezca con el tiempo.

Los gatos tenemos más vidas y Dios nos da la oportunidad para que las sigamos cuidando, aprovechando y disfrutando: gracias.

De cara, a dónde sea, ¡sigo!

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miércoles, 15 de abril de 2009

Tribunal de amor

El amor es susceptible de aparecer en cualquier parte y entre cualquier persona.
Y es a través de él que nos conocemos.
Pensamiento Sufí.

Diana Uribe en uno de sus programas radiales sobre la Historia del Mundo habla de los Sufíes, antigua y actual doctrina mística persa que cree que el mundo es un océano de amor cósmico, como un fluido, donde todos los seres vivos participamos y necesitamos del amor: los animales, las plantas y las personas.

Leonor de Aquitania, reina de Francia e Inglaterra, fue obligada por su esposo francés a asistir a una Cruzada, y encuentra en tierras orientales esta profunda sabiduría de los Sufíes. Se lleva ese espíritu a Francia, lo convierte en el amor romántico, en ese anhelo de conocer al otro a través de la idealización y de la maravilla, y empieza a cambiar la vida de la mujer en Occidente, que hasta entonces era solamente una propiedad sobre la tierra, para convertirla en un sujeto de seducción con la llegada del amor romántico a la Francia del siglo XII.

Con su hija Marie, Leonor construye un código del amor de 31 artículos, escribe fuertes pensamientos feministas (que llenaban de pavor a los machos de ese entonces), y crea así los tribunales de amor, compuesto por ilustradas damas de su tiempo.

En su propio estilo, Diana narra lo siguiente: “Los tribunales de amor son aquellos sitios donde iban los amantes con el corazón roto a exponer sus casos ante el tribunal del amor. Y el tribunal de amor decía quién de los dos le había roto el corazón al otro… Y no era que allí hubiera alguna sentencia, sólo un fallo, pero este fallo a usted le evitaba… ¡por ahí unos diez años de preguntas!… ¿Pero qué pasó?, ¿pero por qué fue?... Ahí le dicen: “Mire, aquí el chévere fue usted o la chévere fue ella, y usted fue el que la embarró. ¡Y sale!”. Y usted se evita un montón de boleros si alguien le dice eso…”.



¿Otra vez usted?


Sí, su Señoría… se rompió de nuevo…

Exponga los hechos. Secretaria, tome nota…

Lo que pasó es que nada pasó… Ese es el problema… Como puede fijarse, ella ni siquiera vino a esta audiencia… No le interesa… Debe estar con su novio haciendo…

Señor, ¡respeto por esta Corte!

Eh, claro, honorable Jueza, mis disculpas… Como le decía, mis intenciones se quedaron en el intento… Su indiferencia marcó una raya profunda… “No”, a todo: llamadas, correos, helados, comidas, paseos… y yo con unas ganas tremendas de compartir un pedacito de su vida…

¿Cómo se declara?

Ni siquiera le declaré a ella mis propósitos, ¿y ahora usted me lo pregunta?… Sólo le dije que me gustaba, y fue suficiente para que me mandara con su actitud a la… aquí, digo… Me quedé con las ganas de decirle que tenía los ojos más vivarachos que he conocido, que su tímida sonrisa es lo más excitante de su cuerpo, que su…

Señor, suficiente… El caso es muy claro… Y usted ni siquiera tiene testigos. La Corte no tiene nada que debatir.

¿Soy culpable? ¿Inocente?

Usted es víctima del enamoramiento. La coartada de su corazón no le salió bien… Por eso se le rompió… Y en ese caso ella, al estar totalmente desligada a usted, no tiene responsabilidad alguna… ella es libre de estar con quien elija, menos usted, al parecer… Esta Corte se pronuncia al respecto profiriendo una orden de caución para que se aleje de ella al término de esta audiencia… Por su propio bien, Señor, y el de ella también…

¡Pero por qué!

[¡Slam!]

El gavel ha caído. Puede esperar y apelar después de un tiempo… Mientras tanto, recoja la cantidad de pedacitos de corazón que trajo como evidencia y retírese…

¡Pero!…

Siguiente caso…

[De fondo, un bolero…]

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miércoles, 1 de abril de 2009

Vinilo

Me topé en el andén de una casa con una bolsa cerrada por un nudo en su boca, pero rajada por un lado de su barriga plástica.

Por ella se desparramaba un montón de discos fonográficos de vinilo, no de los grandes de 12 pulgadas (30,48cm), sino de los pequeños de 7 pulgadas (17,78cm). Creo que habría unos 100 discos o más abandonados en la calle, y su destino quedaría al otro día en manos del carro de la basura, no sin antes ser marcados, seguramente, por un chorrete de orina canina.



La producción del disco es de Codiscos S.A., bajo licencia de Coco Records Inc. Creo que Famoso sería el nombre de la colección o el álbum de la artista Yolandita, cantante de “Cierra los ojos” (E. Franco) en el Lado 1, y de “Adiós amor, adiós” (O. Ortega – T. Ronald) en el Lado 2. ¡Una sola canción por cara! Es lo que se conoce como Sencillo (single), grabados para giradiscos (tocadiscos) de 45 revoluciones por minuto.



El código SF-0385 aparece en ambas caras, con la diferencia de otro número consecutivo adicional, F-3094 y F-3095 respectivamente. Sus derechos de reproducción los protege una advertencia: “El importe pagado por este disco no autoriza su ejecución pública con fines de lucro”. Y fue hecho en Colombia.


Al lado de un CD de audio, su negro abismal no refleja color alguno, quedándose sin la emoción de imitar con el movimiento los colores del arco iris. Su diámetro es mayor, claro, pero su grosor es milimétricamente menor en su borde exterior; en el centro, la diferencia es mínima en su contra.


¿Cuánta gente habrá bailado con él? ¿Qué música tocaba Yolandita? ¿Hace cuántos años habrá sonado la última vez? ¿Lo volverá a hacer? ¿Un DJ se encargará de exprimirlo hasta la muerte con rayados efectos acústicos? ¿Dónde está su carátula protectora? ¿Por qué los botaron? ¿Eran un estorbo para los jóvenes herederos de su anciano papá-dueño o nostálgica mamá-dueña? ¿Será que un taxista de antaño colgaba del espejo retrovisor un disco como este?

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