miércoles, 24 de mayo de 2006

Dado - Viajero

Lado .

Es la segunda vez que Expreso Bolivariano cancela la salida del bus por falta de pasajeros en su ruta a Pasto. La primera vez, con tiquete en mano, esperaba salir en el bus de las 9:00pm, para luego el de las diez, once, doce y a la 1:00am devolvieron el dinero a los tres o cuatro pelagatos que perdimos el tiempo en el terminal. Esta vez fue de una: “El bus de las 9:00am queda cancelado. Tiene que esperar el de las 9:00pm”. Me tocó tomar una bus-buseta-colectivo-campero de otra empresa para llegar pronto.

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Lo curioso de tan típico transporte fue el vendedor de lociones y perfumes. Conocemos a los de los buses urbanos en Cali y en cualquier otra ciudad, con el memorístico prefacio, pero éste no. Su presentación encantaba a las culebras ($12.000 la que coja y tres en $30.000) con una voz fuerte y segura, explicando el porqué de tan económica mercancía (Léase entre líneas, contrabando). Como no hay semáforos dónde parar, se bajó en el primer peaje.

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¿Recuerdan a Mario Bros? ¿Y su ayudante Luigi? Pues bien, el conductor era el mismísimo fontanero del famoso juego de Nintendo, y su copiloto (¿?) era el hermano: alto, delgado, con bigote, distraído y abnegado. De tratarse de una empresa, este Luigi Bros sería un excelente Asistente de Gerencia.

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Pasamos por Piendamó (Cauca) y era extraño ver cuatro chivas (medio de transporte) con gente por todos lados, en vez de plátanos y papas. Seguimos de largo. Más adelante, justo antes de llegar a Remolinos (Nariño) la Policía de Carreteras nos detiene. Hacía una hora los campesinos de la región habían taponado la carretera Panamericana. “Regresémonos” fue el consenso. Pero para ese momento ya en Piendamó los indígenas acababan de bloquear el paso. Quedamos en un sándwich. La opción: la antigua carretera a Pasto.

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Comenzó un segundo viaje. Cinco horas y media más por esa ruta, pronosticó Mario (por la Panamericana habrían sido máximo dos), por una carretera destapada que nos llevaría por Mercaderes, La Unión, El Empate, San José de Albán, Buesaco, Villa Moreno y Pasto. El indicador de velocidad para el límite en carretera marcó 22Km/H máximo para la mayoría del recorrido (135Km). Curvas cerradas y angostas predominaron en el viaje. Y polvo, no podía faltar.

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El atardecer se suma a los más bonitos que he presenciado. La luna llena estaba en fase, así que el contraste y la transición fueron espectaculares. La oscuridad era absurda y las hijuemil de estrellas comenzaron a brillar. Mario iba concentrado esquivando zanjas y Luigi viajó de pie, luego de que por $15000 vendió los puestos (incluso su banquito de madera) que había y que no había en el pequeño bus para llevar la gente que estaba en la tranca inicial. Luego de 14 horas de viaje llegué a Pasto en un frío escandaloso: la satisfacción de ver a mamá despierta a las 10:30pm esperándolo a uno con una cobija caliente no tiene precio.

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2 comentarios:

Andrés Meza Escallón dijo...

Huuuy, qué odisea tan tenaz. Pero bueno, a veces vale el viaje demorarse más y aguantar lo que tanta gente aguanta en su cotidianidad para acercarnos un poquito más entre nosotros.

Pienso que viajar por carretera enriquece mucho más que hacerlo por avión, ya que éstos son muy parecidos entre sí. Por su parte, la carretera nos permite re-encontrarnos con lo popular, con nuestras raíces. Buena oportunidad.

Andrés David dijo...

Darío... que buen registro. Está más relajado que lo anterior pero, para mí, tiene más fuerza. Describes con sencillez y en el acto de la descripción estás volcando todo lo que quieres decir, lo que quieres mostrar. La carretera fue vívida todo el tiempo y, aunque quiero verlas, las fotos no son necesarias.

El detalle del contador de puntos me hizo pensar en Depredador y su relojito de autodestrucción. Je.