miércoles, 20 de junio de 2007

Artificial

Hace mucho tiempo me desenamoré un poquito: no sabía que eso se podía, pero sólo bastó una mirada.

Ver de un día para otro a la novia de uno con una especie de peluca oropel no es gracioso. Es como si nos cambiaran esta misma noche, sin avisarnos, el colchón de la cama o la almohada. ¡Su madre! En gran parte, tal sorpresa se convertiría en una desilusión, pues ya estamos acostumbrados a su suavidad o dureza según nuestro antojo.

¿Qué motiva a las mujeres a cambiar su color de cabello? La mayoría (de dientes para afuera) dicen que por probar cosas distintas; lo llaman, “originalidad”. Otras cambian lo mínimo posible, de negro-claro a negro-castaño-oscuro, para que lo note sólo su espejo. En cualquier caso el ciclo se torna adictivo, pues la raíz del cabello delatará su naturaleza. ¿A quién quieren darles gusto? Esa actitud se basa en un influyente aviso publicitario, que nos invita a sentirnos bien a partir de vernos bien. Ojo: la condición comercial del producto no funciona a la inversa.

Aquel día no pude disimular mi disgusto (no de bronca sino de atracción). El único comentario (escorpionesco) que se me ocurrió decir de primera mano fue: “¡qué pasó!”. Pensé que perdió una apuesta y la estaba pagando con creces doradas. Como con toda mujer, no hubo luego tutía con halagos sobre su look.

En defensa válida de su propio orgullo cambió de color cada tanto tiempo, con el mero capricho de derrumbar mi posición conservadora. Lo logró y se lo agradezco. Rojo a veces, chocolate otras, azulado probó también, bronce luego y negro de nuevo: su terquedad venció mis arquetipos. Por ensayo y error su belleza se fue puliendo más, multiplicando ese tanto por ciento de enamoramiento perdido y restándole muchísimo a mi machismo. Las veces que la he vuelto a ver, ya casada, coincidencialmente ha lucido un mismo color. Supongo que a esas alturas no es necesario sentirse diferente. Ahora, eso, me parece aburrido.

Casi todas las mujeres después de los 40 años hacen dos cosas: pintarse de cualquier color y dejarse el cabello corto para disimular las canas. Unos años después usarán un color gris-violeta-azulado que las hará reflectivas en la oscuridad. La belleza física ha comenzado su deceso y muchas no piensan en rescatar la otra belleza, esa que no se ve. Por eso, además de cantaletosas y rollizas, se vuelven el hazmerreír de la moda: quieren usar descaderados, blusitas, minifaldas y una gran cantidad de maquillaje en su cara; lo llaman, “personalidad”.

Pero hay algo más por mancharse de amarillo pollito, queriendo imitar con productos químicos la suave piel de un bebé: los vellos de los brazos (e incluso del bigote). Por lo general son mujeres trigueñas, de piel color pimienta, cuyo cabello es negro ámbar y quieren disimular lo peludas que son con otra tonalidad. Sólo lo logran, como dice el dicho, caminando rápido.

Hay un paradigma (no es mío y no lo comparto): las mujeres rubias son bobas. Si fuera cierto, ¿por qué las mujeres mestizas querrían pintarrajearse de amarillo para lucir tontas? ¿Una mujer caucásica se volvería inteligente pintándose el cabello de color negro o castaño? ¿Sería acaso una inteligencia artificial? ¿Tan artificial como la belleza de una negra desteñida? ¿Peli-monas, cuqui-negras y viceversa también? ¿Qué misterio hay con las pelirrojas?

En fin. Libertad de gustos. Aceptación. Les recomiendo uno de los capítulos del libro El Sexo de Sofía (Nancy Prada, Intermedio Editores), donde la autora defiende la belleza natural del cuerpo de las mujeres y critica las decoloraciones y las depilaciones de todo pelo.

Me gusta pensar que lo simple es lo bello. ¿También lo es el vello?

4 comentarios:

Pepa a.k.a GoD* dijo...

Mira, esa cuestion con el pelito es algo extraña, en algunos momentos puede una llegar hasta a recurrir a colores que ni existen en la paleta natural, -Mire esa muchacha con el pelo morado- decia mi abuela de mis compañeras de la u.....como se explica eso en el escalafon de rubia = bruta, pelimorada = ?, totalmente articial tal vez.

Cristhian Carvajal dijo...

No sé si soy arcaico pero el vello (en una mujer) no es bello. La belleza natural si es algo muy interesante.

Anónimo dijo...

Creo que como yo has caído en un estereotipo femenino y a partir de ahí has sacado conclusiones.

Estoy de acuerdo con que muchas cosas naturales son muy lindas pero como no somos simios es difícil que uno no se haga nada para gustar al sexo opuesto o para sentirse como que encaja en el grupo donde vive.

¿Felices?, felices los chimpancés.

Nancy Prada dijo...

Bueno, no exactamente. La posibilidad de trasnformar nuestro cuerpo (desde pintarnos el pelo hasta cambiarnos el sexo) me parece fascinante. Lo que no comparto es que tales cambios deban obedecer a los dictámenes del cánon, porque hay muchas formas distintas de belleza.
Un abrazo,