miércoles, 4 de junio de 2008

No es indecisión

¿Dar o no dar?

Nota 1. Un ex jefe, lo suficientemente miserable como para ser multimillonario, decía que él no daba limosna porque hacía sus propias obras de caridad por otro lado. ¿En qué? Nunca supe, pero lo decía con tranquilidad; supongo que era cierto. Un instituto que administre el dinero es una buena opción y un voto de confianza.

En la casa:
* El hijo del vecino vende rifas a $1.000 (por un premio de $100.000).
* Señoras con altoparlantes piden ropa usada (un sábado a las diez de la noche).
* Los celadores del edificio ponen una caja de cartón para el aguinaldo (en diciembre).
* Los bulliciosos “diablitos” adelantan la tradición caleña (desde octubre).


Nota 2. Hace un tiempo publiqué “VII y VIII mandamientos” donde mostraba cómo “cuando uno da la mano se cogen del codo” en una cotidiana escena de bus. La gente abusa de la papaya-ponida de los crédulos. Ya los choferes no están dejando subir “a trabajar” a todo el que se lo pide por detrás.

En el bus:
* Un joven con fórmula médica en mano vende bom-bom-bunes (1 en $400, 3 en $1000).
* Drogadicto rehabilitado ofrece el combo lápiz-lapicero (de –china calidad).
* Viejo con guitarra en mano (desafinada y desatinada, respectivamente) canta boleros.
* Cuatro músicos tocan vallenatos (y regalan tarjetas de presentación) a todo pulmón.


Nota 3. En la clase de Valoración Tecnológica no comprendo, aún, cuánto puede costar una idea cualquiera. Tampoco entiendo cómo se valoriza una obra de arte cualquiera. Toca regirse al mercado SEM: Según El Marrano. Eso sí, nada es gratis en la vida, porque todo tiene su valor.

En el carro:
* Madre soltera menor de edad vende cajas de Chiclets (o Súper-Coco’s).
* Una muñeca de trapo tetona y culona (igual a las mujeres siliconudas) baila en muting con un tipo.
* Malabarista (a veces en monociclo) juega con machetes, naranjas o antorchas.
* Grupo de cuatro negros (afrodescendientes: está de moda) simultáneamente limpian parabrisas, vidrio trasero y farolas.


Nota 4. Se considera que el estado actual de nuestros cuerpos y almas, en su ser, estar y tener, es consecuencia de karmas de vidas pasadas. Es cuestión de pagarlo y no deber cuentas. Si casi no me alcanza para el mío, ¿por qué los demás no lo fían con otros?

En la calle:
* Anciana arrastra un costal con su ropa (sólo estira la arrugada mano y los ojos opacos).
* Ciego (con lazarillo) tantea la posibilidad de una exitosa operación.
* Gamín (con heridas purulentas) dice que tiene mucha hambre.
* Hombre (con un marcadísimo defecto físico) implora para calmar su dolor y olvido social.


¿Les doy o no les doy? ¿Por compasión, obligación, seguridad o gusto?

3 comentarios:

Andrés Meza Escallón dijo...

Mi propia política institucional: darle sólo a los ancianos. ¿Por qué sólo a ellos? Porque ya no hacen parte de la población económicamente activa y típicamente son víctimas del abandono de sus hijos.

En cambio los menores de edad es más probable que encuentren quién los alimente a cambio de que estudien (obviamente no en todos los casos). Si nos ponemos a darles plata a todos los niños que nos pidan en la calle no van a tener ni el menor incentivo para estudiar (en el caso de muchos de nosotros la única motivación era papás que satisfacían nuestra dependencia económica con una mano y esgrimían amenazadoramente la correa con la otra mano) y van a decantarse naturalmente con el paso de los años en el sector del comercio informal cuando hagan parte de la población en edad de ser económicamente activa.

Es decir, que estos niños en lugar de desarrollar (así sea a los trancazos y con dificultades) las bases necesarias para convertirse en los técnicos, tecnólogos y profesionales que necesita este país para salir de pobres, van a convertirse en comerciantes (que es lo que sobra acá), que en lugar de producir, tienen que recurrir al contrabando porque su única ventaja competitiva son los bajos precios que puede sostener quien no paga impuestos. Y no es que quieran ser ilegales, es que les toca porque al vivir en la marginalidad no les queda de otra.

El asistencialismo está bien, pero sólo como algo complementario a alguna iniciativa que ayude a la gente a salir de pobre. Por si sola no sólo no ayuda a resolver el problema, sino que lo agrava.

Anónimo dijo...

Ya no sabe uno que pensar pues se ha dicho tanto de la mendicidad, que finalmente entendí que mendigo es el que da y no el que pide.

Por eso, últimamente decidí que, todas las buena obras que haga deben ser para personas vergonzantes y esas no están en las calles (a veces están, en tu propia familia). Al final, no han inventado un instrumento de precisión que le mida ni el alma ni la caridad a uno, eso lo digo con el fin de tener en paz mi eterna lucha entre dar o no dar.

Quizás por mi actitud, pase por duro en cada semáforo de Cali pero aplico la ley del tercero excluido: se compadece o no; no hay otra opción para un tercero.

Saludos.

Johanna Pérez Vásquez dijo...

Yo nunca doy porque si lo hago me le puedo estar tirando el karma a alguien, o sea, hay quienes dicen que ese tipo de vida lo escogió antes de nacer y sabía que iba a pasar por esos sufrimientos y si no pasa por ellos pues no se ilumina, conclusión no doy, quizás alguna vez le ayude a una obra de caridad enfocada en los animales, porque ellos como las plantas son los que menos medios tienen a su disposición para defenderse.
Lo que contradigo es el punto de Apolo, uno les tiene medio pesar a los viejitos, pero póngase ud. a pensar ¿qué habrá hecho esa persona cuando era joven?, ¿habrá cometido crímenes o habrá sido un ser humano querido?, como no lo sé mejor me guardo esa moneda para ver si así ahorro para mi pensión.