Estoy seguro de que la investigación asociada a este estudio científico no se merece el calificativo de "estupido" que un portal de Internet le atribuyó para publicar el video. Pero, como así somos, estúpidos, aquí está el
video.
A propósito, en mayo pasado Pac-Man celebró sus 30 años de existencia en el mercado, y Google le rindió homenaje habilitando su buscador para que los navegadores jugaran en su portal en un laberinto tributo con las mismas reglas y características del juego original. Tal hito de la historia lo grabé en esta imagen de mi juego:

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Tengo en mi casa una versión primitiva de las actuales consolas de entretenimiento. Es un control con una palanca y un botón que funciona con pilas y se conecta al televisor para jugar cuatro clásicos videojuegos de Atari 2600. Entre varias opciones de juegos ofrecidos en cada uno de estos aparatos, escogí precisamente el que tenía el clásico Pac-Man, en aras de alimentar más que un buen recuerdo de la infancia.

Los fantasmas existen, y tienen su propia personalidad, pero uno puede huir de Akabei, Pinky, Aosuke y Guzuta correteándolos con el poder de una destellante pelotita de colores. Sólo son cuatro, así que hay que aprovecharlas para comerse todos los puntitos de cada pantallazo y avanzar sucesivamente en los demás niveles de competición antes de que los fantasmas nos quiten las vidas.
Toda esto es para mí de lo más divertido. Es una combinación de destreza, perseverancia y sencillez única, una mezcla capaz de entre_tener ocupada nuestra mente en un círculo amarillo con una boca que se come todo lo que se le aparezca.
Ahora que recuerdo, en una de las clases de la maestría el profesor mostró un gráfico estadístico circular, tipo pastel o pie, y preguntó abiertamente nuestra opinión sobre su interpretación. Lo primero que se me vino a la cabeza, pensándolo en voz alta, fue que la distribución porcentual se parecía a Pac-Man. ¡Vaya análisis!

En fin, todo esto para rechazar enérgicamente la burla sin sentido del trabajo video-documentado de una doctora y su 'sujeto' de estudio. Las conclusiones de ese trabajo apenas estarían en discusión si analizáramos el comportamiento más animal de quienes no valoran las implicaciones de una investigación como esa.
En mi caso, el video resultaría similar si me grabaran jugando con las consolas modernas XBox 360, PS3 o Wii con que se distrae un compañero de trabajo en su tiempo libre. El chimpancé y yo seríamos iguales, estúpidos, según otros estúpidos, ¿cierto?
¿Quién lo sería más, entonces: los observadores o los observados?
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