"Yo te quiero con locura,
tú me matas con la daga
de un amor sin ilusión".
- La Sonora Matancera -
Hace un año supe cómo duele cuando se rompe un corazón, el mío, y comprobé cómo la vida nos muestra a la brava cuán ciegos somos por eso que creemos es amor. Les aseguro que este relato no es una invención o exageración. Es real como ella o como yo, pero no como los dos juntos.
Al final de la tarde la invité a cine. Dijo que no podía; que visitaría a una compañera enferma; que gracias por el detalle; que otro día; que me vaya bien… De todas maneras yo iría con mi amigo Andrés para encontrarnos a las nueve con su entonces novia LuzA y ver "La casa de las dagas voladoras". Recorrimos la ciudad en el último bus que pasaría la noche de un miércoles festivo 20 de julio. Llegamos a tiempo y dimos una vuelta por el centro comercial antes de ingresar.
Estaba preciosa como siempre. Con el jean descolorido y apretado que me encantaba. Con la camiseta corta y descotada que me fascinaba. Con el cabello suelto y despeinado que me enloquecía. Y con un pelele de la mano entrelazada que a mi gusto no le combinaba.
Era inevitable el encuentro al cruzarnos por el mismo pasillo. Quiso esquivar la mirada pero no había otra opción que detenerse a saludar.
- "Hola", susurré.
Respondió lo mismo. El fulano se distrajo mirando una vitrina como si nada pasara, porque supongo que al igual que yo no sabía que un otro existía o importaba.
Ahora entiendo por qué el tiempo parece detenerse cuando pasan estas cosas: la velocidad infinita con que los pensamientos viajan en ese instante lo hace posible. La adrenalina bombeada aceleradamente por el corazón hace percibir el mundo con una agudeza dolorosa.
- "Hablamos luego…", dije.
- "Mhum…" asentó.
Y cada quien siguió su camino.
En ese instante las mariposas del estómago carcomieron las entrañas al escaparse. Sentí una fuerte presión en el pecho justo a la izquierda. Avancé unos quince metros más y me senté porque mis piernas seguían temblando al mismo ritmo de las manos. Mareado y sin aire, escuchaba las voces de aliento de mi amigo. Cerraba los ojos y sólo veía esa imagen una y otra vez: ella riendo con él tomados de la mano y viniendo hacia mí. Me sentía pesado y sin fuerza en mis dedos. Me sentía caliente pero me decían que estaba pálido. Luego, más de rabia que de tristeza, lloré. Y lo seguí haciendo hasta cuando la película empezó. Por no quedarme solo con mi pesar, entré al cine con un poco más de tranquilidad; ni Andrés ni LuzA me reclamaron por los suspiros durante la proyección. Las únicas dagas que lograba reconocer entre mis lágrimas eran sus recuerdos.
Se preguntarán si era mi novia, mi amante, mi esposa… Era más (o peor) que eso: ¡era mi ilusión, mi fantasía, mi elefante rosado! No tuvimos nada en el poco tiempo que la conocí. En mi espejismo sí, y era suficiente para encapricharme ante su belleza.
Sólo con semejante trancazo del destino entendí sus anteriores desplantes, actitudes y excusas que yo aceptaba con sordera. Todo era claro para mí entonces, porque para ella era tan transparente que no necesitaba decírmelo. Ahora no me extraña que haya escrito por ella Hecho desecho: anticipadamente mis pensamientos escribieron cómo mis sentimientos se vendrían abajo.
No la he llamado y sé que ella no lo hará. Pero mientras lee esto, el tiempo espera en el camino la oportunidad de decirle…
tú me matas con la daga
de un amor sin ilusión".
- La Sonora Matancera -
Hace un año supe cómo duele cuando se rompe un corazón, el mío, y comprobé cómo la vida nos muestra a la brava cuán ciegos somos por eso que creemos es amor. Les aseguro que este relato no es una invención o exageración. Es real como ella o como yo, pero no como los dos juntos.
Al final de la tarde la invité a cine. Dijo que no podía; que visitaría a una compañera enferma; que gracias por el detalle; que otro día; que me vaya bien… De todas maneras yo iría con mi amigo Andrés para encontrarnos a las nueve con su entonces novia LuzA y ver "La casa de las dagas voladoras". Recorrimos la ciudad en el último bus que pasaría la noche de un miércoles festivo 20 de julio. Llegamos a tiempo y dimos una vuelta por el centro comercial antes de ingresar.
Estaba preciosa como siempre. Con el jean descolorido y apretado que me encantaba. Con la camiseta corta y descotada que me fascinaba. Con el cabello suelto y despeinado que me enloquecía. Y con un pelele de la mano entrelazada que a mi gusto no le combinaba.
Era inevitable el encuentro al cruzarnos por el mismo pasillo. Quiso esquivar la mirada pero no había otra opción que detenerse a saludar.
- "Hola", susurré.
Respondió lo mismo. El fulano se distrajo mirando una vitrina como si nada pasara, porque supongo que al igual que yo no sabía que un otro existía o importaba.
Ahora entiendo por qué el tiempo parece detenerse cuando pasan estas cosas: la velocidad infinita con que los pensamientos viajan en ese instante lo hace posible. La adrenalina bombeada aceleradamente por el corazón hace percibir el mundo con una agudeza dolorosa.
- "Hablamos luego…", dije.
- "Mhum…" asentó.
Y cada quien siguió su camino.
En ese instante las mariposas del estómago carcomieron las entrañas al escaparse. Sentí una fuerte presión en el pecho justo a la izquierda. Avancé unos quince metros más y me senté porque mis piernas seguían temblando al mismo ritmo de las manos. Mareado y sin aire, escuchaba las voces de aliento de mi amigo. Cerraba los ojos y sólo veía esa imagen una y otra vez: ella riendo con él tomados de la mano y viniendo hacia mí. Me sentía pesado y sin fuerza en mis dedos. Me sentía caliente pero me decían que estaba pálido. Luego, más de rabia que de tristeza, lloré. Y lo seguí haciendo hasta cuando la película empezó. Por no quedarme solo con mi pesar, entré al cine con un poco más de tranquilidad; ni Andrés ni LuzA me reclamaron por los suspiros durante la proyección. Las únicas dagas que lograba reconocer entre mis lágrimas eran sus recuerdos.
Se preguntarán si era mi novia, mi amante, mi esposa… Era más (o peor) que eso: ¡era mi ilusión, mi fantasía, mi elefante rosado! No tuvimos nada en el poco tiempo que la conocí. En mi espejismo sí, y era suficiente para encapricharme ante su belleza.
Sólo con semejante trancazo del destino entendí sus anteriores desplantes, actitudes y excusas que yo aceptaba con sordera. Todo era claro para mí entonces, porque para ella era tan transparente que no necesitaba decírmelo. Ahora no me extraña que haya escrito por ella Hecho desecho: anticipadamente mis pensamientos escribieron cómo mis sentimientos se vendrían abajo.
No la he llamado y sé que ella no lo hará. Pero mientras lee esto, el tiempo espera en el camino la oportunidad de decirle…
4 comentarios:
Duro, demoledor y aterrador, pero muy real, tanto como tu fantástico noviazgo con esa mujer.
No hay nada más tangible que nuestras propias fantasías, que son las que se encargan de convertir una admiración en amor, dos semanas en una eternidad y un rencuentro inesperado en toda una catástrofe.
Viejo Darío, leí esto y en cierto modo me vi reflejado, porque también estoy blindado por fuera e igual de blando por dentro.
¿Y ahora?... me imagino te tocará esperar.
Como prueba irrefutable de lo fuerte que fue tu impresión, recuerdo que casi te desbaratas apenitas ella siguió su camino.
Esos porrazos son a los que nos exponemos tarde o temprano cuando no queremos ver lo que para todos es evidente, cuando nos negamos a asumir el elevadísimo costo de hacer lo que para los demás es tan fácil decir.
Espero este fin de semana por fin completar mi tan anunciada receta para el desapego. Espero te sirva.
ANIMO
Seria interesante conocer si el anterior escrito te ocurrio realmente y si Hecho desecho fue una premonicion a lo ocurrido en este articulo. Hago la misma pregunta para "Paranoia" ?? En realidad surge y busca exponer a un estereotipo real o yo entendi la historia como no era...Ojala algun dia pueda aclarar lo anterior...
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