miércoles, 18 de octubre de 2006

Entre copas

"Los niños y los borrachos dicen siempre la verdad".
- Dicho popular -

Hace poco salí con mi amigo del colegio a quien no veía meses atrás, luego de que se agarró a pitar incansablemente frente a mi casa. Con el sueño de mi siesta a cuestas, al subirme al carro me di cuenta de que la vuelta iba para largo y ojalá tuviera pronto retorno. Fuimos a toda velocidad donde algún conocido de él y allí estaban otros dos compañeros del salón. Era domingo, tres de la tarde, y juntos habían bebido desde el viernes sin parar.

Vos sos mi amigo…”. Con los cinco sentidos intactos esta afirmación sería tácita entre nosotros y hasta ridícula en esta época, lejana ya de los juegos en que nos “ajuntábamos” con la misma facilidad con que nos “desajuntábamos”. Pero con el hígado pasmado en no sé cuántos grados de alcohol, se convertía en el grito de batalla que ratificaba al mundo nuestra amistad en contra de la distancia y el tiempo. “¡Salud!”.

El anónimo anfitrión de la fiesta ya estaba en otra realidad tan inimaginable como la que había dejado al dormirse. Mi amigo fue a la cocina a comer con la mano un guardado olvidado en la nevera de cuándo hace. Y mis dos compañeros recordaban con precisión hechos de hace más de 10 años atrás, traídos a colación a pesar de su tartamudeo. “Te acordás cuando estábamos en… y entonces fuimos…”.

Después de la primera copa que me echaron literalmente encima, seguí recibiendo por las buenas las copitas de la recién abierta botella de ron. Cada cuento se acompañaba por sonoras carcajadas de historias vividas, en su mayoría, en total sobriedad. El disgusto por el aliento de guayabo y trasnocho cerca de mi cara no mermaba, mientras escuchaba la purga de sus cerebros y corazones. “Yo te quiero mucho porque sos una gran persona…”.


Al acabarse la segunda botella, pretendieron continuar con una de vodka. Todavía con algo de cordura, justifiqué que nos caería mal y que nos dañaría el resto de la celebración. “No se diga más: plata para la de ron”. Un botello-tón exitoso. Logré convencer a la terquedad de mi amigo para que me diera las llaves y luego me convencí a mí mismo de que podía conducir cuidadosamente su carro con mi naciente borrachera.

Encontramos un estanco y luego fuimos por unas amiguitas de él, que se apretujaron con los otros dos compañeros en el asiento trasero. Luego de dar vueltas por la ciudad y escuchar música a todo volumen fue suficiente para mí. Con una firme excusa conduje hasta mi casa, le confié a mi amigo su auto y me despedí de todos. Luego me enteré de que siguieron bebiendo, que fueron a un motel y que mi amigo, a pesar de su futuro matrimonio, se acostó con una de esas niñas, la del tierno rostro angelical.

No supe qué celebraban. Cualquier cosa habría sido un motivo para tremenda francachela. La amistad, por ejemplo, en ese y en cualquier momento más invaluable que siempre. In vino veritas, dice una frase del latín. La verdad en el vino, traduce. El hombre es expansivo cuando ha bebido, significa.

¿Una copa?


2 comentarios:

Andrés Meza Escallón dijo...

No logro ubicar con precisión el porqué, pero no tengo la menor duda de que este ha sido la atrapada del Marqués que más me ha gustado.

Personalmente me gusta el parche de ir a beber si y sólo si yo no paso de tres cervezas, ya que más divertido del plan es ver las bobadas que hacen y dicen los demás en medio de su borrachera. Eso sólo lo logro estando "prendido" pero sin llegar a embrutecerme, como sí parece ser la meta de muchos parches de bebedores.

Por otro lado, lástima que las niñas del asiento de atrás no hubieran seguido protagonizando la historia... ;)

Liliana Sáez dijo...

Vengo leyéndote hace días. Me gusta tu estilo. Queda una sensación muy grata, por bien escrito y por los temas que eliges.
Es un placer.