miércoles, 11 de abril de 2007

Señora no, señorita aún

Un verso bien sutil y dirigido,
delicado y sensitivo,
quisiera componer yo.
Le ruego mi señora que comprenda,
que no sé si usted se ofenda
pero es mi declaración.


Les contaré lo que un día me pasó, una noche mejor, donde a mi vida le faltó una canción. No era una señora es verdad. Es, aún, una señorita (bajo la denominación tradicionalista de juventud, distinto del otrora significativo avance en la frontera del país sexual). Bonita como otras, pero con ojos fosforescentes a cualquier hora. De cabello castaño natural, pero atractivo como la melaza para las avispas.

Comprenda que el amor no tiene redes.
No hay nada que lo pueda detener.
Y si usted es la mujer que me conmueve,
respeto al dueño que tiene,
pero se lo digo a usted.


Mi pequeño regalo tenía la esperanza de llegar a ella y así fue, cuando su atención mostró un milímetro de distraída flaqueza en la soledad de un pasillo. Había sorpresa en su expresión pero cautela en sus manos al recibirlo. Mi emoción por entregárselo personalmente, de verla sonreír después de tanto tiempo era monumental. Sin embargo, volvió a su decepcionado remitente por no haber tarareado interiormente esta letra.

Pa' cantar entonces una canción,
y que en plena reunión,
usted me esté entendiendo.
Y el mensaje que allí mande yo,
se quede entre los do' aunque mil estén oyendo.

Pa' no herir susceptibilidad
si ante la sociedad,
usted tiene su dueño.
Y sabiendo que me entiende ya,
la cordura guardar,
hasta cuando sea bueno.


Resulta que su novio estaba con ella en la habitación contigua y yo no lo sabía. El N.N. había pasado inadvertido a su lado, pues mi mirada sólo la buscaba a ella ignorando cualquier insignificancia.

La verdad es que a mí celos me dan,
cuando la veo llegar
con su señor marido.
Y sé bien que con él está ya,
por prejuicio social
queriendo estar conmigo.


En otras circunstancias, con mayor prudencia, con otro mensaje entre los do’, quizá lo hubiera recibido y no por mero interés. Me explicó que no podía aceptarlo porque le daba pena, porque no sabía de mi gusto por ella, porque no me quería como yo sí… Excusas acostumbradas en esos casos. No mencionó al fulano y esa, creo, fue la verdadera razón por la que lo rechazó: ¡cómo iba a justificar un regalo salido de la nada en medio de una reunión!

Sabe Dios que si peco es quizás
porque eres sin pensar
un amor tan divino.
Y por eso Él considerará
si es malo entonce' hará
cambiarnos de camino.

Y si yo la quiero saludar,
digo su nombre y menciono otro pueblo.
O en una fiesta que nos encontremos,
entono la canción que ya sabemos.
Pa' que se rían cuando usted se esté riendo,
y si es caso de acuerdo nos ponemos.


Tal vez cante esta misma canción en una próxima fiesta para ella. No importa quién se ría o se moleste. Con su segundo nombre puedo hacerlo... Porque así no quiera estar conmigo será mi declaración. Y si de caminos se trata, de acuerdo (con Él) nos pondremos.

2 comentarios:

Andrés Meza Escallón dijo...

A veces es preferible desearle que sinceramente se goce a "su señor marido" y en caso de que descubra lo zoquete que él es, pues habrá la oportunidad de que se dé cuenta de lo que se está perdiendo... ;)

Anónimo dijo...

Señorito lo mejor es buscarse una libre que lo valore y le devuelva de corazón todo lo que usted le da.
Si fuera cierto ese dicho de "la que se lo pierde es ella" te sentirías bien al oírlo pero no creo que este sea el caso.