miércoles, 23 de mayo de 2007

¿Placer o magia?


Esa noche la magia los poseía a los dos. Cada uno para mi total deleite. Pero tenía que elegir. Ella, sensual; él, misterioso. Ella, un ‘polvo’; él, polvos mágicos. Finalmente lo fui a ver.

La dimensión era desconocida. El juego de luces se detuvo cuando salió de la nada con una música sincronizada de un verdadero acto teatral. La magia había comenzado. El ilusionismo cobró vida. Creí porque vi.

Animales aparecían, objetos volaban, mujeres levitaban. Era impresionante. Era hipnótico, como si el primero y más importante de sus trucos hubiera sido dormirnos para que soñáramos despiertos. La fantasía continuaba con cada uno de sus movimientos, calculados, probados, medidos, suaves, rápidos, silenciosos. Las cosas le obedecían a sus ojos, negros como su ropaje, con una mirada imponente, triunfal, poderosa. Sólo los repentinos aplausos de un público absorto distraían mi concentración, mi asombro por lo que estaba ocurriendo. Yo quería seguir enmudecido, disfrutando al máximo del misterio que me transportaba a una realidad paralela. Era absurdo perder segundos tratando de saber cómo lo hacía. Hasta ahora dudo del engaño. Y me alegro. Un hechizo, y había que disfrutarlo tanto como él lo hacía en el escenario.

Se suponía que la vería al día siguiente para nuestro postergado encuentro. No fue así. No me perdonó tal decisión. Ese día comprendí que hay cosas valiosas y que no tienen reversa, como una boleta pagada en primera fila para ver la última noche en Colombia a David Copperfield.

Valió la pena: placer y magia juntos.

1 comentario:

MAREÑA dijo...

siempre me he preguntado cómo lo hace? pero tienes toda la razón hay que disfrutar cada segundo y no perder el tiempo en esas preguntas, creo que sí vale la pena y en todo lo que a uno le apasiona (en todo) siempre habrá placer y magia ...