Escrito ganador del segundo puesto Modalidad Cuento en Español, en el IX Concurso Literario "Festival Javeriano de la Palabra". Pontificia Universidad Javeriana Cali. Octubre 31 de 2007. Se publicará en el libro Palabras Mayores, de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la misma institución.
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Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta”.
Así es querido profesor Humbert Humbert. Aquí en Cali y lejos de Ramsdale encontré una pequeña
locura similar a la suya, propia para otro crimen pasional. Estaba en la peluquería, aderezando aún más su cuerpo. Las circunstancias del hallazgo me causaron la misma impresión que relata usted ante el jurado, cuando dice que “
una oleada azul se hinchó bajo mi corazón y vi sobre una esterilla, en un estanque de sol, semidesnuda, de rodillas, a mi amor de la Riviera que se volvió para espiarme por encima de sus gafas de sol”. Ojalá y los jueces consideraran estas sensaciones en nuestra defensa.
Su corta falda en
blue jean se esforzaba por cubrir el primer tercio de sus muslos. Pero una vez que ella cruzó las piernas, estirarse no podía más, dejando al descubierto tanto como lo hacían sus blancos interiores desde sus delgadas caderas. Desde mi asiento, añoraba ser quien tomara cada uno de sus pequeños pies de huesos finos y dedos largos. Cada uña parecía tener encanto propio, y con algo de color cereza dejarían marcadas las huellas de sus tentadores pasos.
“
Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita”. Nabokov: ¡Con razón te censuraron y luego te agradecieron por la fantasía de tu obra y de la vida misma al lado de una Lo!
Para la señora manicurista era una clienta más: la hija única de la fastidiosa señora que al lado se teñía sus canas en color bronce, la típica Charlotte Haze. Pero para mí fue fácil reconocer “
ciertas características misteriosas, la gracia letal, el evasivo, cambiante, anonadante, insidioso encanto mediante el cual la nínfula se distingue de esas contemporáneas suyas…”. Era innegable su poder, su dulzura.
Se levantó las gafas para leer una vieja revista de modas y entre página y página me regalaba una voraz mirada de niña mala. Era ella, esa
nouvelle, “
la misma niña: los mismos hombros frágiles y color de miel, la misma espalda esbelta, desnuda, sedosa, el mismo pelo castaño”.
Mi peluquero había terminado el corte, y sólo una leve sonrisa había intercambiado con ella. Tenía que hablarle, preguntarle cómo escapó del libro. Quería saber quién era realmente y si había en su vida un Clare Quilty. Acercándome a su puesto y con la certeza de adivinarlo le pregunté:
- “
Disculpa… Te llamas… Tu nombre es… ¿Lo…? ¿Lolita…?”.

Mirándome en contrapicado con esos grandes y llorosos ojos color café, respondió con un mimado tono de voz…
- “Lolita, no… Lorena”.
“Mi corazón se ensanchó con tal fuerza que casi estalló en mi pecho… Lolita cayó en mis brazos, y la boca inocente de mi adorada palpitante se fundió bajo la feroz pasión de unas oscuras mandíbulas masculinas”.
Mi bella Lo.