miércoles, 13 de agosto de 2008

Prueba psicológica

Una entrevista de trabajo más. Nunca, la última. No he tenido el cuidado de apuntar todas y cada una de las situaciones vividas en las tantas presentadas, que darían para publicar un libro completo. Fáciles, difíciles, repetitivas, interesantes, retadoras, graciosas. Para quienes quieran leer dos de estos relatos, los invito a ver los que hasta ahora he publicado en El Clavo, “187 preguntas. 188 respuestas”, y en esta Bitácora, “De verdades y mentiras”.

En ésta última entrevista, además de los tests de siempre, la Psicóloga me dio una oportunidad, algo nuevo en mi recorrido de baterías de selección. Me mostró dos imágenes para que a partir de ellas escribiera dos historias diferentes en poco tiempo. Fotocopias por supuesto, copias de las copias, como casi todos los cuestionarios piratas que he resuelto. La primera era la fotografía de un niño mirando un violín; la otra era una ilustración de un hombre desnudo colgado de una soga; o eso parecían…

A continuación cito el corto cuento que escribí (una aproximación de lo que recuerdo haber escrito) con la segunda de ellas.

Fulanita salió temprano del apartamento con algo de afán: le había cogido la tarde al despedirse más que cariñosamente de su novio Pepito. Antes de irse le había dejado preparando café para su desayuno. A pesar de la madrugada tan tenaz, habían tenido un delicioso encuentro sexual, con más ganas que pereza, disfrutando de ‘el mañanero’ como le llamaban jocosamente, con el que saludaban el nuevo día de vez en cuando. Pepito volvió a la cama y mientras esperaba a que estuviera listo el tinto, se quedó nuevamente dormido. Al cabo de un rato, un olor a quemado levantó apresuradamente a Pepito. La cafetera se había secado y luego fundido al seguir la estufa encendida, alcanzado a quemar lo que estaba alrededor. Las pequeñas llamas tomaron fuerza cuando llegaron hasta las cortinas, que se cayeron y propagaron aún más el fuego por todo el lugar, llegando al comedor, a la sala y bloqueando la puerta principal. El humo inundó el apartamento y Pepito se vio acorralado, no tenía por dónde salir si no era desde las alturas. Atando alrededor de la cama una vieja cuerda que tenía en el estudio para halar carros, se arriesgó a bajar desde lo alto de su ventana. En su desespero, sólo se dio cuenta de que estaba desnudo cuando los vecinos y chismosos le pasaban toallas y prendas para tapar su cuerpo. La calentura de Fulanita y Pepito se había vuelto realidad.

¿Qué resultados arrojará la prueba? ¿Le fue mejor a Pepito que a mí?
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6 comentarios:

Andrés Meza Escallón dijo...

Diagnóstico a partir del texto:

El sujeto proyecta en la situación del personaje una peligrosa tendencia haca la piromanía y el exhibicionismo. Potencial jalador de carros, y para colmo, dormilón.

Recomendación: contratarlo como gerente de mercadeo cuando haya vacante. Nació para ese puesto, ja, ja, ja :D

Anónimo dijo...

y que paso con el niño y su violin?

MAREÑA dijo...

Tenías que escoger una de las dos imágenes? la verdad tú y apoloduvalis hubieran escogido esa situación exactamente, yo hubiera escogido el niño mirando el violín,y lo mejor le hubiera incluñido hasta mariposas, hadas, gnomos, colores, universo, metafísica jajaja

El Marqués de Carabás dijo...

La prueba era la misma para las dos imágenes. No era cuestión de escoger con cuál escribir el cuento.

La historia del niño y el violín que escribí, decía más o menos sobre lo maravillado que había quedado él luego de escuchar la primera clase con su profesor. La idea general era el asombro del niño al escuchar lo que él también podría llegar a hacer si practicaba con disciplina en su gusto musical.

Dos historias diferentes con dos imágenes diferentes. Con el tiempo corriendo y bajo la presión de la entrevista, no se me ocurrió algo diferente.

Johanna Perez Vasquez dijo...

La psicóloga seguramente se va a divertir, le va a pasar lo que le ocurre a las que tienen que calificar pruebas de dibujos que hacen los diseñadores y arquitectos.
De momento no veo tendencias suicidas en tu relato, eso reconforta.

Mamá dijo...

Supongo que le fue mejor a Pepito...finalmente, el no tiene que someterse a que una sicologa le lea e interprete su relato