miércoles, 5 de noviembre de 2008

El termipán

¿Qué se puede comprar para comer cuando uno viaja lejos o cerca que sea rico, económico, fresco, rendidor y “llenador”; que sea liviano, fácil de llevar, práctico para guardar, bueno para compartir, que combine con todo y que le guste a todos; que no huela feo, no se riegue, no manche, no haga ruido y no sobre al llegar a nuestro destino?

Un terminal sin ventas de pan sería el colmo.


Pero tengo una duda sobre los fines de su omnipresencia entre los buses de transporte intermunicipal, y tendría que ver con algo de historia y cultura: en primera instancia ¿son para el consumo del viajero en el trayecto o sirven como regalo para las personas del lugar a donde se dirigen?

A favor de ambas, responderíamos los indecisos, pero creo que desde la antropología y la sociología su existencia sería justificada por la atención del andarín para con quien lo recibe en su casa.

Es costumbre, buena costumbre, llevar algún obsequio al lugar que se visita en señal de agradecimiento, y a través del tiempo esta cortesía se ha mantenido. Las ofrendas han sido la carta de bienvenida de todo rey, peregrino, trotamundos, emigrante, turista o excursionista.

Claro, depende del presupuesto del viaje, es cierto, pero por eso mismo el pan en todas sus presentaciones y derivados se convierte en el regalo más útil, en todo el sentido de la palabra, para estas situaciones.


Y bueno, otra cosa es que nos agarre el hambre viajando y ¡ÑAMHHH!

Adiós tradición…

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2 comentarios:

Ponette dijo...

Nada mejor para un viaje que un producto empacado. De igual manera para obsequio

Nada de pan!! que engorda, se desborona y es dificil de conservar

Carmen Posada dijo...

"Al pan, pan y al vino, vino" decían los viejos. Nunca he probado el pan que venden en las terminales de buses. Supongo que nunca se me borrará el tatuaje mental que mi mamá me puso desde chiquita de que en las terminales de buses todo es sucio, todo es de mala calidad y todo es peligroso.

Leyendo tu artículo me hiciste recordar algunas tradiciones que se han ido perdiendo, o no sé bien qué pasó con ellas. En mi casa siempre hemos acostumbrado aunque sea una visita corta de una tarde, llevar una especie de ofrenda comestible al dueño de casa, pero cada vez me doy cuenta de lo poco que se conserva ese detalle de "fina coquetería". Salvo en los pueblos donde nadie llega a la casa de nadie con las manos vacías, en las ciudades parece que nadie tiene el suficiente tiempo o interés de llevar un detallito por sencillo que sea (como un buen pan) a la mesa del amigo o vecino.

Es bonito ver que alguien tan joven como tu, aún siente nostalgia por las tradiciones...

Un beso!

Carmen


P.D.: ¡Mira lo que trajo el viento!