miércoles, 16 de diciembre de 2009

Amigo secreto

Si le escribimos al Niño Dios lo que queremos que nos traiga, ¿por qué no le decimos a nuestro amigo secreto lo que queremos que nos regale?

El amigo secreto es el aguinaldo más conocido y más practicado para estas fechas navideñas, aunque también se tiene en cuenta para el día del amor y la amistad en septiembre.

Sin embargo, se encuentra en decadencia. Tal vez las futuras descendencias no lo jueguen más porque las generaciones pasadas y presentes se han encargado de arruinar las mejores intenciones de sus propósitos.

El legado que se transmite año tras año sólo son las quejas de un regalo insatisfecho: un peluche de tienda, unos chocolates rancios, una corbata pasada de moda, una cartera de imitación, un perfume inodoro. Y el problema no (necesariamente) es de plata: la cuota, definida en rangos que no se cumplen bien por exceso bien por defecto, se queda corta cuando de buen gusto se trata.

¿Qué hace uno con una porcelana de un triste payaso (o de oso o de bailarina) con filos dorados y una delgada cinta a manera de moño, con un mensaje que nos recuerda lo especial que somos?

Y ni se diga del preámbulo al gran destape: el proceso de endulzamiento, que incluye también un ensalamiento, se vuelve una tormento tanto para el (de malas) que da y no recibe, como para el (descarado) que no da y recibe. Y por lo general no hay compensación: lo que se ahorró en detallitos, no suma a la cuota del regalo.

¿Qué hace uno con un Post-It amarillo, donde han dibujado (y mal, además) un confite en su empaque, con una frase que nos recuerda que debemos controlar nuestro peso?

Lo que importa es el detalle, lo que el buen corazón de las personas esté dispuesto a compartir…

¡Ja!

La tradición la estamos matando poco a poco con estos procederes que rayan en la tacañería, la falta de criterio, el humor negro y el desinterés por la otra persona.

Una posible solución es oficializar desde un principio una lista de regalos tentativa (larga si se quiere, para no parecer encaprichados) que le ofrezca a la persona que sacó a la suerte (?) el papelito con nuestro nombre, escoger el regalo que verdaderamente queremos. Es déspota esta actitud, pero para el bien de todos, la más conveniente.

Si no hacemos algo por el amigo secreto, por el juego como tal, ya no habrá más amigos conocidos con quien practicarlo, y nuestros hijos e hijas se perderán la emoción de saber quién fue el miserable o la sinvergüenza que no les dio nada durante el aguinaldo, y que salió con un chorro de babas el día del destape.

Esto no es un secreto. ¿O sí?

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6 comentarios:

Anónimo dijo...

Triste reflexiion, aunque ciertam el verdadero sentido se desdibujo
Nos vemos
GIF

eugenia bravo dijo...

Bueno lo del amigo secreto se da tambien aqui en Canada...sabes yo no me lo creia pero si y es identico como el colombia aqui le llama Santa escondido y la cuota son minimo 30 dolares y para colmo de males me han tocado unas porcelanas de enano, de sapo y de otras figuras desconocidas terribles que en Colombia se consiguen a menos de 5000 pesitos me da un rabiononnnnnnnn??? pero bueno comentarios al marjen de tu maravilloso Amigo Secreto

El Marqués de Carabás dijo...

Y sí, este año jugué a este aguinaldo durante las últimas tres semanas con siete personas más de la oficina.

La condición era tener un detalle con la persona elegida al azar (?) al menos una vez a la semana, y se cumplió. Me regalaron cosas ricas que compartí junto con otras personas en ese mismo momento, y regalé el mecato que a mí me gustaba en aras, también, de mi propio beneficio: varios de los chocolates y galletas se devolvieron para satisfacer mi glotonería. (Ji Ji Ji…).

Como hice mi lista de lo que quería que me dieran, mi regalo fue uno de los libros que tenía ganas de leer: "La Vuelta a la Historia en Cincuenta Frases" (Hesse, 2009). Y fue grato saber quién era la gran persona que me había elegido a mí. A él, muchas gracias.

Y a la persona a quien yo elegí (!), le regalé lo que yo quería y lo que ella quería. Los regalos fueron bien elegidos y entregados con el gusto de ser bien recibidos. El agradecimiento fue mutuo.

Creo que este es el máximo nivel del juego: dar lo mejor que uno quiere y que la otra persona quiere, y que le den a uno de buen modo lo mejor que uno quiere. Es como el último mundo en Mario Bross, cuando uno finalmente rescata a la Princesa Peach del castillo. Después de eso, sólo queda volver a empezar el juego.

Sin embargo, no creo que quiera volver a jugar Amigo Secreto. Será difícil superar la emoción y la alegría de esta ocasión. Además, eso de andar escondido no es muy bueno que digamos, aunque sea un simple juego. Prefiero quedarme con el buen recuerdo (espero que mi memoria no me falle, más, en este caso), y no arriesgarme a que me den una porcelana de payaso que diga “eres especial”.

...

Emmanuel Ariza dijo...

Yo ya habia analizado esta circunstancia anteriormente, aunque con un tono un tanto mas pesimista que tu:

http://ladivisiondeariza.blogspot.com/2009/09/juguemos-al-enemigo-oculto.html

Un Saludo

Andrés Meza Escallón dijo...

En Chile (gracias a Dios) no hay amigo secreto, ni aguinaldos, ni novena. Uno puede descansar tranquilo de todas esas presiones y sólo está socialmente "obligado" a dar regalo a aquellos con quienes va a pasar la Nochebuena.

Pero como ninguna felicidad es perfecta, después del reggaetón llegará también la mala costumbre del tal amigo secreto.

Ángela :) dijo...

Buena idea reconocer que lo que uno quiere no sea secreto, sino público para que el amigo pueda darnos lo que queremos.