miércoles, 12 de mayo de 2010

Amor sangrado

Tenía hambre.

Y daban galletas.

Y jugo.

Y agua.

Y la tarde anochecía con la nostalgia de un día difícil.

Y lo hice.

Siempre había querido hacerlo.

La tristeza también es un factor motivador para vencer el miedo.



Después de un chuzón en el dedo que midió mi hemoglobina y una entrevista que evaluó mi viabilidad como posible sano donante, puse mi ala izquierda llena de plumas de gallina a merced de una aguja que parecía palito de Bom Bom Bum.



En casi ocho minutos una bolsa se llenó con mi líquida vida carmesí.

Ojalá el receptor se quede con lo mejor de mí. Sangre sin decepciones: sólo alegrías.

Buena caridad en gotas.



Algo de mí se iba para bien.

Ojalá fuera así con todas las cosas.

En especial con las personas.

Y más especialmente con los amores.



A propósito, ¿y el amor?

¿Por qué hay quienes lo rechazan y lo rechazamos?

¿No es, pues, donante y receptor universal?



¡Dona!



.

2 comentarios:

elpollohipnotico dijo...

Me parece muy bueno donar sangre pero una vez doné y me dio la pálida. Así que por ahora me abstengo.

Anónimo dijo...

Al igual que la sangre, el amor se pierde (dona) y se recupera (gana), pero hay quienes prefieren no arriesgarse o no quieren volver a hacerlo (por gusto o dolor).

at: W.K.