miércoles, 13 de marzo de 2013

Agenda

“Para escribir dibujitos”, dijo equivocadamente Yamit Amat, periodista. “O para dibujar palabritas”, respondió asertivamente Andrea Echeverri, cantautora, en una entrevista sobre el lanzamiento de su nuevo CD, que viene acompañado de una pequeña agenda.
– Noticiero CM&, Canal 1, Colombia, marzo 1 de 2013 –

Mientras muchos ocultan su aburrimiento tras sus dispositivos digitales (pues gozan de capacidades omnipresenciales para prestar atención al ahí físico y estar en el allá virtual), quien lidera la reunión le dice a uno, que no está ocupado con un equipo “trabajando”, que anote (me suena a un fetichudo insulto, por cierto). Tomo entonces el revés de cualquier documento o la servilleta del tinto y comienzo a copiar las ideas que a ojo de buen cubero considero que valen la pena guardarse.

Hace poco me preguntaron que cómo era posible que no tuviera en qué apuntar (se referían a algo no digital, claro), y me decían que me compre algo para hacerlo (se referían a algo digital, claro). En la navidad pasada me regalaron nuevamente ese algo en qué registrar mi quehacer, y pensaba que así como los sellos con lacre derretido en las antiguas cartas fueron reemplazados por passwords alfanuméricos, el tiempo de las agendas anuales se está acabando. Esos libros o cuadernos diseñados para tomar apuntes, y no olvidar, lo que se ha de hacer ya no cuentan como característica de una persona ejecutiva. Ahora cualquier notebook, su tecnológico equivalente gringo, la reemplaza con creces.

En años pasados recibí agendas de personas a quienes se las regalaban por publicidad. Los primeros meses llevaba cuenta de mis actividades a diario, en la mitad del año su uso se volvía intermitente, y al finalizarlo quedaban más hojas en blanco de las que podía tener una nueva. Una vez, hasta tuve una con mi nombre grabado, pero no fue suficiente motivación para llevarla juiciosamente de arriba para abajo.

También he comprado preciosas agendas con diferentes formatos, y me regalaron una agenda más que especial, una Moleskine, el más característico distintivo de escritores y artistas famosos. A diferencia de las agendas comerciales, a ninguna de ellas me atreví a rayarlas… Ahora me reprocho el no haberlas usado para lo que son, dejando atrás el tema de su colección intacta: una acumulación de belleza sin utilidad.

Frases bonitas, canciones recomendadas, buenas películas, palabras raras, recuerdos de sueños, direcciones para ir, teléfonos para llamar, nombres para olvidar… tantas cosas, tan propias de cada momento y lugar, que ahora que miro para atrás me doy cuenta de que se volvieron huellas de pasos que di, que dejé de dar y que no quise contabilizar más.

¿Vale la pena transcribirlas? ¿Guardarlas? ¿Llevar una nueva? ¿Digital? ¿Qué palabritas dibujar y qué dibujitos escribir para recordar en el tiempo? Ojalá muchas cosas que ameriten usar más veces el separador en la agenda, que se acaba, de nuestra vida.

“Llene un cuaderno de notas o recortes con las lecturas que inspiren. En este cuaderno usted puede incluir todos los poemas, oraciones breves y citas que le atraigan personalmente y le procuren ánimos. Después, cuando una tarde lluviosa le cause una depresión profunda, tal vez encuentre en el libro la receta para disipar la lobreguez”.
        Dale Carnegie –

1 comentario:

Acbb :) dijo...

Yo tengo como 4 agendas divinas, sin usar, que me encantan. Pacientes esperan sus hojas ser rayadas... un días de estos será!

Todavía exisitimos personas que gustamos del papel para tomar datos que se quieren guardar.