No te rasques las huevas frente a ella. Levanta la tapa del inodoro antes de orinar. Lávate las manos cuando salgas del baño. No digas palabrotas. No la celes o, si acaso, sólo un poquito. Nunca le digas que está barrigona. Nunca mires ni hables de las tetas o del culo de las amigas de ella. Lava los platos. No pienses solamente en sexo y no te vayas a quedar dormido inmediatamente después de hacerlo con ella. Debes acariciarla hasta que sea ella quien se quede dormida. Dile que ella es la mujer más bella que jamás has visto. Y regálale flores y muchos, pero muchos, presentes.
Estas son algunas premisas de uno de los correos electrónicos que a la gente le gusta re-re-re-re-enviar a sus contactos, porque “Fw:Re: ¡Está buenísimo!” independientemente de su contenido, como se cuenta en La Cantera de las Palabras.
Dejando al lado el tema del spam, del archivo PowerPoint me llamó la atención su historia: un tipo va donde un sabio monje para conocer el secreto del amor en las mujeres.
La insolencia no está en lo caricaturesco de los consejos (ni más faltaba, sería como negar que las mujeres también se tiran pedos), sino en la mentira que encierran en su conjunto porque: a) Es imposible saber qué es lo que se necesita; y b) Así lo sepamos con exactitud, nunca será suficiente para nadie.
Con una analogía de una historia Sufi podría explicar por qué. Un sabio mendigo retó a un adinerado rey a llenar su charola. Cada vez que la llenaba con monedas y joyas, ésta quedaba vacía nuevamente. Después de perder su fortuna y ver derrotado su ego, el rey le pregunta “¿de qué está hecha tu escudilla?”. El mendigo se rió y le dijo: “Está hecha del mismo material que la mente humana: está hecha de deseos humanos”.
Cuando se alcanza un deseo, otro aparece. Entonces, ¿cómo conquistar a alguien si ni siquiera, hombres y mujeres, sabemos lo que queremos? Y si lo supiéramos y lo hiciéramos, ¿qué más querríamos?
2 comentarios:
He ahí la eterna paradoja, los seres humanos tenemos como ingrediente de constitución la inconformidad y como lo mostraran en The Matrix, la vida perfecta también sería motivo para ella. Los deseos y los sueños son muy importantes, son los motores que nos llevan de un lado a otro, nos hacen crecer pero con más frecuencia de la que me gusta confesar, encuentro que me muevo más huyendo de algo que en pos de algo.
Siempre vamos a tener hambre, por mucho que hayamos comido el día anterior, lo cual no basta para que desistamos de seguir comiendo, ¿verdad?
De la misma forma, no hay una receta mágica para complacer a todas las mujeres (y a las personas en general) porque cada uno de nosotros es distinto. Sin embargo, las recomendaciones del PowerPoint me parecen válidas en tanto se consideren una receta de McDonald's: no son lo más rico del mundo ni lo que comería todos los días, pero establecen un nivel de calidad mínimo por debajo del cual uno no debería transarse.
A partir de allí, creo que lo que hace falta es imaginación: lo que trae la felicidad no es tanto la satisfacción de los deseos, sino la búsqueda, la anticipación a la satisfacción (temporal) del deseo. Si no fuera así, caeríamos en la depresión del protagonista de El Club de la Pelea, que ya no supo qué hacer cuando todos sus posibles deseos ya habían sido cumplidos. Ahí es cuando aparece Tyler Durden a ponerlo todo patas arriba, lo cual puede ser una pesadilla o una bendición... todo depende de la perspectiva desde la que se mire.
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