miércoles, 2 de septiembre de 2009

Ahorrador Davivienda


A la celebración de los 13 años de El Clavo llegué con una gripa tenaz. Fui pensando en tomarme la foto y devolverme a la casa cuanto antes.

Al llegar me di cuenta de que tal fiesta para los integrantes de la Revista no existía: en medio de más de 700 personas que sí bailaban y cantaban, todos mis amigos y amigas estaban trabajando. Unos y otros en la barra sirviendo los tragos, repartiendo cocteles, tomando fotos, asistiendo a los músicos, controlando la entrada, y así, miles de cosas que tenían que cumplirse.

Me correspondió ayudar en el arqueo del dinero de las boletas. Billete arrugado tras billete rayado, con una de las compañeras clavianas dimos cuenta del total de ingresos para entregarlo simultáneamente a los pagos pendientes del evento.

Más tarde me pidieron que cubriera por un momento el turno en la puerta del bar. De bufanda en cuello me quedé esperando al próximo desconocido que quisiera entrar al concierto a las 12:30am. Nadie llegaba, nadie salía: sólo los viciosos fumadores ansiosos por otra dosis de nicotina. Con el humo del cigarrillo encima y con la brisa de medianoche, mi gripa empeoró.

Decidí sentarme en una gradita de la entrada, arrimado a la pared, con los brazos sujetando mi cabeza para que no se reventara del dolor.

Al rato, un muchacho me preguntó si podía entrar. Levanté mis ojos, rojos de tanto toser, y me encontré con una mirada desconcertada. Intentando hablar, le dije que sí a cuarto de voz, pero no me oía en medio de tanta bulla.

El extraño me preguntó: “¿no me reconoce?”. Doy fe de cuántas veces he quedado mal por no saludar a un extraño-conocido. Le dije que no meneando mi cabeza, a lo que él respondió hablándole a su pareja: “¡Este man está llevado!”.

¿No me reconoce?”, insistió, pero no me entendía por la ronquera y la tos ferina con que trataba de hablar. “¡Está llevado! ¡Ni hablar puede…!”. Torpemente me levanté, y le señalaba mi garganta, pero él volvió y preguntó: “¿No me reconoce, profe?”.

Cuando dijo ‘profe’, la neurona enésima-millonésima-uno dio una pista de quién podría ser. Le dije que trabajaba allí y él, obstinadamente incrédulo, me dijo, “¡No profe! Usted trabaja en la universidad… ¡Qué le pasa!... ¿Está bien?”. Volví y escuché que le dijo a su pareja que yo estaba llevado.

¿Qué puede pensar un estudiante si ve a su profesor tirado en la puerta de un bar, con la camisa por fuera, más despeinado de lo habitual, a medianoche, solo, un viernes/sábado, con fumadores, sin poder hablar, sin saber quién era él o quién era yo…? ¡Que está llevado de la borrachera!

En ese momento salió alguien de El Clavo y se encargó de la bienvenida y todo lo concerniente a las boletas, las manillas, el dinero y demás.

Creo que me creyó a regañadientes... "sí, cómo no".


Hace poco abrí mi cuenta en el Banco que con sus propagandas popularizó una frase de alta recordación por lo divertidas e inauditas de sus situaciones cotidianas. A pesar de ser ahorrador de Davivienda, ¡yo estaba en el lugar equivocado!

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9 comentarios:

Andrés Meza Escallón dijo...

Ja, ja, ja :D
¡Muy bueno!

La ReiNa Roja dijo...

Muy chistoso, sé que búrlarse de los enfermos es malo pero me imagino tú todo paileado y tu estudiante viendote, yo de él inventaría un chisme de esos dinosauricos....

Una agarradita de mano, por aquello de la cortesía, más allá implica contagio.

Saludos

Anónimo dijo...

Clara es la actitud del estudiante resignado por la situación de su profesor, suelen pasar estos malentendidos.. jajja pero que impotencia al no poder hablar bien y poder ser entendido.. att: diego-Ing- Ind.Univalle Buga.

Cristhian Carvajal dijo...

Jejejejeje
Menos mal llegué para dejar entrar a tu estudiante... je je je je... No sabía que el man pensaba que semejante ñoño (como vos) podía estar llevado... je je
Un abrazo y gracias por ayudarnos esa noche...
P.M.

jessimiel_146@hotmail.com dijo...

Ah eso sí es verdad "...Al llegar me di cuenta de que tal fiesta para los integrantes de la Revista no existía: ...todos mis amigos y amigas estaban trabajando. Unos y otros en la barra sirviendo los tragos, repartiendo cocteles, tomando fotos, asistiendo a los músicos, controlando la entrada, y así, miles de cosas que tenían que cumplirse."

Tengo la misma imagen en mi cabeza, la fiesta no la disfruté mucho, la música, el ambiente...mmm no fue de mi gusto, sin embargo vi a una personilla que también estaba atendiendo y en ese momento las cosas cambiaron de color; fue lo único que disfruté, ah! y a Superlitio, por supuesto.

MAREÑA dijo...

jajajaja ayyy Marqués un cuadro muy chistoso de verdad y lo peor es que el estudiante va regar el cuento por todos lados hasta que se convierta en "leyenda urbana": Había una vez un profe.....

MAREÑA dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Johanna Perez Vasquez dijo...

Ja,ja,ja muy bueno y como siempre agradezco las carcajadas: gracias.

Aún sin gripa y en otro escenario menos confuso es complicado recordar cada una de las caras que componen al mar de alumnos a quienes uno les enseña, así que es completamente comprensible la situación.

Anónimo dijo...

Ahhh, me traes a memoria algo que me pasó con un chico que me gustaba cuando tenía como 19 años.
mi hermana se despidio de mi con un beso en la boca en la puerta de la universidad y me di cuenta que el me miraba... ¡maldita sea! el comentario en la biblioteca: no sabía que tenías pareja.
Nooooo ella no es mi pareja! es mi hermana! yo soy colombo española! y tradición de familia es beso en la boca!
sii, como noooo.
tengo un trauma por eso, ahhhh y lo vuelvo a recordar!
Un beso... te leo.