miércoles, 28 de octubre de 2009

Maté a Mora

Ni más faltaba: ¡fue sin querer queriendo!

Pero pasó.


Desde hacía unos días estábamos ella y yo en el apartamento, y ya nos habíamos acostumbrado a estar solos. Cada uno en su espacio-tiempo, pero siempre buscándonos y encontrándonos cuando nos hacíamos falta mutuamente.

Con unas caricias respondidas con rasguños, hasta con mordiscos a veces, cumplíamos fielmente al pacto de amistad entre el amo y su mascota. Era suficiente, necesario, y propio de un franco ‘te quiero’.

Esa noche, desvelado en la cama por un mal sueño, no había nada más que hacer sino esperar a que llegara el amanecer. El silencio era correteado por uno que otro carro que a lo lejos pasaba, para luego regresar a escuchar el tic tac del reloj de pared. Me acurrucaba, pero mis pensamientos me descobijaban.

Como buen celador de cuadra, Mora llegó a la pieza con sus mudos pasos. Se metió bajo la cama, dio una vuelta hasta la ventana y luego de una rápida ojeada, decidió peinarse ese mechón en su espalda que la cortina le había alborotado. Pulcra. Vanidosa. Hermosa. Mujer.

Yo la veía sin musitar palabra o intentar movimiento. Era un estado de contemplación absoluta: podía escuchar cada lengüetazo y cada pasar de saliva lleno de pelos. Cuando quedó como ella quería quedar, se alistó a continuar con su paseo nocturno por el resto del apartamento.

En ese momento, decidí levantarme de la cama para distraer mi insomnio. Al bajar los pies, empujé una de las chanclas que estaba de medio lado y por alguna razón el ruido que hizo, hizo que Mora diera un brinco de espanto, lleno de pavor, repleto de pánico, rebosante de terror.

No sabía donde caer, se resistía a caer, se sentía más segura en el aire que en el suelo que la había atacado. Su cuerpo se retorció de todos los lados pero la gravedad cumplió su tarea.

Con la velocidad de un rayo, su cuerpo se flexionó hasta pegarse al piso. Sus pupilas se dilataron al máximo, ¡casi que se le salen de la córnea! Los orificios de su nariz se expandían ahogados… Sus orejas se echaron para atrás en acto de atenta escucha… Sus colmillos resaltaron de sus labios prestos a destrozar lo que se atravesara en su boca… Sus bigotes se plegaron como púas de un puerco espín… Su cola, un filoso aguijón… Y las garras, ¡oh, las filosas garras!, habían sido desenfundadas de su peluda vaina.

Ante tremendo adversario, cualquier enemigo habría huido del campo de batalla sin dudarlo.

Pero lo único que encontró fue a un amo desbaratado de la risa a las 2:50am, contagiando con sus carcajadas al silencio que los acompañaba, y burlándose con razón del susto, ¡tan hijueputa!, que le había hecho pasar a su gata…

Maté a Mora del susto: ahora le quedan ocho vidas.


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12 comentarios:

La ReiNa Roja dijo...

Mora murió de susto, mi Federico si murió de veritas, hice el favor de sentarme encima de él hasta asfixiarlo. http://buscandolareinaroja.blogspot.com/2009/05/el-juicio-final-oda-federico.html

Un Saludo

Mariposyta dijo...

Cuando empece a leer... casi me pongo a llorar... yo tube ke sacrificar un gato, estaba viejito, ciego y enfermo, ni siquiera era mi gato, era de un vecino y aun asi llore cuando lo hice, por eso cuando lei MATE A MORA, le recuerdo vino a mi por eso casi lloro, pero luego, me tranquilizo que solo haya sigo ke la mataste del susto, gracias a Dios solo fue eso y ademas tiene un amo ke la kiere.

Me encanta tu blog..... cuidate, beso

Rachel dijo...

¡Casi me creo la historia de que mataste a tu gatita!

:)

KatteOC dijo...

¡Casi me muero del susto yo también!

No volvás a poner esos titulares tan horribles.

:@

MAREÑA dijo...

De acuerdo mi querido Marqués, de verdad, verdad piensa uno que sí lo hiciste, a mi hermano mayor le pasó con una codorniz que era la mascota de mi hermano menor (13 años menor) la pequeña emplumada se metió entre la pijama tal vez por el calorcito y mi hermano sin darse cuenta la pisó, eso sí fue grave, el menor lloró sus ojos, y no le habló al mayor durante muuuuuucho tiempo. Ya se hablan.

Dunkelheit Lichtschein dijo...

Rata de dos patas!!!!!!!!!!

Casi muero del susto. Pensé que habías matado a Morita...

Impío, ruin y malvado.

Ahora a mí me quedan como tres vidas no más...

Andrés Meza Escallón dijo...

Ja, ja, ja :D Muy buena historia y buen suspenso.

Hectorjo dijo...

Menos mal no tienes un tigre de mascota, sino el muerto hubieras sido tu. Ja ja ja ja ja

Anónimo dijo...

Solo son siete vidas si mal no estoy por lo tanto, le quedan seis mi querido matagatos.
AFIGUER

El Marqués de Carabás dijo...

Sobre la cantidad de vidas de un gato no tengo certeza. Bueno, sí, la certeza de que tiene una sola, pero en cuanto al mito de sus múltiples vidas, encontré en Internet que son siete y nueve para los anglosajones. Supongo que el cambio pueda ser una mala interpretación o traducción de mitologías antiguas, pero opté por el número nueve para tener más esperanzas de que todo gato o gata vivirán más tiempo.

Jessica Paola dijo...

jajaaj excelente escrito, en un principio me sentí afligida, pero después... jajajaj -reitero- excelente escrito, Recalde.

P. D. ¿De qué te vas a disfrazar?

Ciao Ciao que tengas un espectacular puente...

Johanna Perez Vasquez dijo...

Buen ritmo, título y compañía gráfica, además de la anécdota, no todos los días se puede uno dar el lujo de asustar a un gato.