miércoles, 17 de abril de 2013

Cirque du Soleil

Unas cuadras antes de llegar a la gran carpa del circo en Bogotá, unos muchachos recibían monedas de los carros que arrancaban rápidamente con el cambio de semáforo. Hacían maromas encaramándose torpemente unos encima de otros, gritando y silbando por la atención de los conductores que se hacían los de la vista gorda para ignorarlos. Y así en el resto de Colombia, prospectos de acróbatas ganándose el pan de cada día con su arte.


Ya en el circo, otros muchachos de todo el mundo se ganan la vida con algo más que monedas, en un show imposible de describir con palabras (ni lo intentaré…). Sus precisos movimientos, acompañados de hermosa música en vivo, hacen que uno no pierda la concentración ni un minuto para tratar de creer que la magia que estamos viendo es real. Un arte que sólo a través de sus cuerpos y de nuestro asombro vale la pena admirar.


¿Dónde está la diferencia? Todos estos muchachos tienen el mismo potencial, pero alguien cree en ellos, en sus talentos, bajo unos lineamientos de disciplina y proyección artística. Una oportunidad es lo que necesitan para probarse a ellos mismos y a los demás de que son capaces de hacerlo: un chance para salir adelante valorándose como algo más que caridad. Claro, todo empieza por nuestra propia convicción de merecerla y agradecerla.

1 comentario:

Ángela dijo...

Más que convicción de merecerla. Es lo que a los ojos de un observador espontáneo llamamos "suerte". Pero hay más que eso. Inexplicable, incomprensible, no cambiable: Algunos tenemos las mismas capacidades y talentos que otros, pero no las mismas oportunidades.

Pasa en el circo, pasa en todo tipo de industrias y para todo tipo de profesiones y artes.

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