“Señor Marqués, cordial saludo. Le informo que ya recibimos su hoja de vida y entrará a estudio. Gracias”. Si después de una semana uno recibe este correo electrónico, la emoción se embriaga por dos razones: primera y obvia, la oportunidad de ser contratado; la segunda e igualmente valiosa para mí, que la empresa confirme que recibió el archivo.
¿Cuántas hojas de vida se pueden enviar? Y de esas, ¿cuántas empresas nos pueden responder? Y de esas, ¿cuántas nos entrevistan? Muy pocas son las organizaciones que se toman el trabajo de agradecer nuestro interés en sus vacantes, de por sí ya pocas. Queda entonces el sinsabor de qué pasó con los datos. El tiempo comienza a pasar y nada se sabe.
En mis anteriores trabajos, he visto cómo las hojas de vida se convierten en un problema para el área de recursos humanos, y hasta me ha tocado ayudar a romperlas para liberar espacio en la estantería de la secretaria. Me he sentido mal haciéndolo, pero como siempre incluso el “trabajo sucio” hay que cumplirlo cuando uno es empleado. ¿Cuánta gente habrá esperado por trabajar en aquella empresa o por lo menos a que lean su hoja de vida y le digan que “sirve” o no?
Muchos llaman a preguntar pero es igual de frustrante, no por la negativa como tal, sino por las sutiles prórrogas de una “doctora” que le falta carácter para decirles que el proceso ya terminó. Lo viví en una de mis últimas entrevistas, cuando la protagonista se vanagloriaba con su compañera de haber desviado las siete llamadas que recibió durante los treinta minutos en que yo hice la prueba en su oficina. Imagino que todos los candidatos colgaron con la expectativa de llamar la próxima semana, cuando será la recepcionista quien responda diplomáticamente que la vacante está cubierta.
Los datos estadísticos del DANE en su Encuesta Continua a Hogares fijan en 10 meses (43.2 semanas) el tiempo promedio mínimo de búsqueda de trabajo de la población desocupada cesante durante los primeros tres primeros trimestres de 2005. Bajo el mismo parámetro, para los hombres es de 9.7 meses (41.9 semanas) y de 10.2 meses para la mujer (44.2 semanas). Esta semana anunciaron por televisión que según los datos del último censo en el país, el tiempo actual para hombres es de 9 meses, el de las mujeres de 11 y el promedio sigue siendo de 10. Es mucho tiempo. ¿Cómo hacen las personas que antes de una semana de haberse retirado consiguen otro empleo? ¿“Suerte” o error de cálculo del DANE?
Aunque recibir la respuesta definitiva por esa vacante tres semanas después es un consuelo para bobos, seguiré esperando por ahora algo de cortesía de las muchas otras opciones a las que he aplicado, mientras recupero el granito de arena que se le cayó al castillo de la esperanza luego de leer el siguiente mensaje: “Señor Marqués. Nuestra empresa le agradece su interés. Le informamos que no fue seleccionado. Muchos éxitos”.
Tal vez un rico café caliente, una llamada familiar o una larga caminata sean suficientes para reemplazarlo.
¿Cuántas hojas de vida se pueden enviar? Y de esas, ¿cuántas empresas nos pueden responder? Y de esas, ¿cuántas nos entrevistan? Muy pocas son las organizaciones que se toman el trabajo de agradecer nuestro interés en sus vacantes, de por sí ya pocas. Queda entonces el sinsabor de qué pasó con los datos. El tiempo comienza a pasar y nada se sabe.
En mis anteriores trabajos, he visto cómo las hojas de vida se convierten en un problema para el área de recursos humanos, y hasta me ha tocado ayudar a romperlas para liberar espacio en la estantería de la secretaria. Me he sentido mal haciéndolo, pero como siempre incluso el “trabajo sucio” hay que cumplirlo cuando uno es empleado. ¿Cuánta gente habrá esperado por trabajar en aquella empresa o por lo menos a que lean su hoja de vida y le digan que “sirve” o no?
Muchos llaman a preguntar pero es igual de frustrante, no por la negativa como tal, sino por las sutiles prórrogas de una “doctora” que le falta carácter para decirles que el proceso ya terminó. Lo viví en una de mis últimas entrevistas, cuando la protagonista se vanagloriaba con su compañera de haber desviado las siete llamadas que recibió durante los treinta minutos en que yo hice la prueba en su oficina. Imagino que todos los candidatos colgaron con la expectativa de llamar la próxima semana, cuando será la recepcionista quien responda diplomáticamente que la vacante está cubierta.
Los datos estadísticos del DANE en su Encuesta Continua a Hogares fijan en 10 meses (43.2 semanas) el tiempo promedio mínimo de búsqueda de trabajo de la población desocupada cesante durante los primeros tres primeros trimestres de 2005. Bajo el mismo parámetro, para los hombres es de 9.7 meses (41.9 semanas) y de 10.2 meses para la mujer (44.2 semanas). Esta semana anunciaron por televisión que según los datos del último censo en el país, el tiempo actual para hombres es de 9 meses, el de las mujeres de 11 y el promedio sigue siendo de 10. Es mucho tiempo. ¿Cómo hacen las personas que antes de una semana de haberse retirado consiguen otro empleo? ¿“Suerte” o error de cálculo del DANE?
Aunque recibir la respuesta definitiva por esa vacante tres semanas después es un consuelo para bobos, seguiré esperando por ahora algo de cortesía de las muchas otras opciones a las que he aplicado, mientras recupero el granito de arena que se le cayó al castillo de la esperanza luego de leer el siguiente mensaje: “Señor Marqués. Nuestra empresa le agradece su interés. Le informamos que no fue seleccionado. Muchos éxitos”.
Tal vez un rico café caliente, una llamada familiar o una larga caminata sean suficientes para reemplazarlo.
2 comentarios:
Es tenaz esperar que alguien lo contrate a uno. Un trabajo que sin saber si es bueno o malo, agradable o aburrido hay que hacerlo bien. Pero bueno, la gente trabaja finalmente por plata.
Yo todavía sigo con la lucha y estoy de acuerdo contigo, pocas empresas tienen la cortesía de llamar y una vez llamé a confirmar si habían recibido mi hoja de vida y lo que me dijeron fue "eso no se lo puedo decir porque me tocaría ponerme a revisar el correo y no tengo tiempo". Y la otra es la de las empresas donde uno presenta pruebas y le dicen "ya le estaremos avisando", pero puro cuento, nunca llaman a decir no, gracias; simplemente lo dejan a uno con la duda. Es el colmo.
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