“Y estad juntos, mas no demasiado cerca.
Porque las columnas del templo se levantan separadas”.
– Jalil Gibrán, sobre el matrimonio en El Profeta –
“Hola a todos. Este fin de semana le entregué el anillo a Fulanita. Engañada, la invité a La Fragata con la excusa de una comida de trabajo. Cuando llegamos y vio que nos acomodaban en una mesa para dos y el mesero traía el vino, se empezó a preocupar… pero ya no había nada que hacer… Por ahora todo son sueños. Ojalá nos salga todo muy bien. Estamos muy felices, Fulanito”.
¿Qué pensar al recibir de un gran amigo este mensaje? Cuando los conocidos se casan, un campanazo sacude los paradigmas almacenados mecánicamente por la cultura, la familia y la sociedad a través del tiempo. Uno divaga entonces sobre el propósito de la vida, la naturaleza y todas las minucias del existencialismo, para luego brindar sinceramente por los futuros cónyuges.
Al leer esta anécdota la envidia se alborota; incluso la “de la buena”, mala en esencia como lo confirma Antonio Caballero. La sentía y no tanto por Fulanita (aunque hay excepciones… uhmm…) sino por la gran fe en la apuesta que arriesga más que una decisión (perpetua en teoría, disoluble en la práctica). Al día siguiente respondí su mensaje con admiración, ofreciéndole mi apoyo y deseándole los mejores éxitos en su destino venidero. Hay que alegrarse si los demás son felices.
Así como con los amigos, la sensatez en tal salutación debería ser igual para con la ex pareja. Pero es duro aceptarlo. La indignación corroe los recuerdos para que, una vez diluidos, el pasado despliegue un farsante espectáculo de lo que pudo haber sido. Ella (o él) envía un mensaje como el siguiente: “Hola amigos. Nos gustaría que respondan lo más pronto posible este mensaje con sus direcciones postales, para enviarles nuestra tarjeta de matrimonio. Chao, Pepita y Desconocido”. Claro, uno todavía delira por Pepita, pero esa fantasía termina confirmando la dirección de la casa y felicitándola de corazón. Finalmente, si uno la quiso, la seguirá queriendo con una buena amistad.
Después de siete meses de terminar bajo un mutismo obligado, soñé que mi ex se casaba. Llamé y le dije: “¿cuándo te casas?”. Sin preguntar cómo me enteré respondió emocionada que en cuatro meses (mi predicción era tan real como aquella pesadilla). Le deseé suerte y, junto con la esperanza, colgamos esa conversación tripartita. Se casó sin haberme participado formalmente de su boda, y ahora charlamos de vez en cuando, luego de un año de silencio por su próspero matrimonio. Por cierto, ¿acaso aquella bendición “marido y mujer…” exorciza al demonio de la libertad?
Algún día el gato anunciará el casamiento del Marqués. Veremos qué caza para él…
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Epílogo
Una recomendación para los que están solos o acompañados temporal o definitivamente: Elsa y Fred, una película propia de nuestro romanticismo, el de los viejos amores.
Porque las columnas del templo se levantan separadas”.
– Jalil Gibrán, sobre el matrimonio en El Profeta –
“Hola a todos. Este fin de semana le entregué el anillo a Fulanita. Engañada, la invité a La Fragata con la excusa de una comida de trabajo. Cuando llegamos y vio que nos acomodaban en una mesa para dos y el mesero traía el vino, se empezó a preocupar… pero ya no había nada que hacer… Por ahora todo son sueños. Ojalá nos salga todo muy bien. Estamos muy felices, Fulanito”.
¿Qué pensar al recibir de un gran amigo este mensaje? Cuando los conocidos se casan, un campanazo sacude los paradigmas almacenados mecánicamente por la cultura, la familia y la sociedad a través del tiempo. Uno divaga entonces sobre el propósito de la vida, la naturaleza y todas las minucias del existencialismo, para luego brindar sinceramente por los futuros cónyuges.
Al leer esta anécdota la envidia se alborota; incluso la “de la buena”, mala en esencia como lo confirma Antonio Caballero. La sentía y no tanto por Fulanita (aunque hay excepciones… uhmm…) sino por la gran fe en la apuesta que arriesga más que una decisión (perpetua en teoría, disoluble en la práctica). Al día siguiente respondí su mensaje con admiración, ofreciéndole mi apoyo y deseándole los mejores éxitos en su destino venidero. Hay que alegrarse si los demás son felices.
Así como con los amigos, la sensatez en tal salutación debería ser igual para con la ex pareja. Pero es duro aceptarlo. La indignación corroe los recuerdos para que, una vez diluidos, el pasado despliegue un farsante espectáculo de lo que pudo haber sido. Ella (o él) envía un mensaje como el siguiente: “Hola amigos. Nos gustaría que respondan lo más pronto posible este mensaje con sus direcciones postales, para enviarles nuestra tarjeta de matrimonio. Chao, Pepita y Desconocido”. Claro, uno todavía delira por Pepita, pero esa fantasía termina confirmando la dirección de la casa y felicitándola de corazón. Finalmente, si uno la quiso, la seguirá queriendo con una buena amistad.
Después de siete meses de terminar bajo un mutismo obligado, soñé que mi ex se casaba. Llamé y le dije: “¿cuándo te casas?”. Sin preguntar cómo me enteré respondió emocionada que en cuatro meses (mi predicción era tan real como aquella pesadilla). Le deseé suerte y, junto con la esperanza, colgamos esa conversación tripartita. Se casó sin haberme participado formalmente de su boda, y ahora charlamos de vez en cuando, luego de un año de silencio por su próspero matrimonio. Por cierto, ¿acaso aquella bendición “marido y mujer…” exorciza al demonio de la libertad?
Algún día el gato anunciará el casamiento del Marqués. Veremos qué caza para él…
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Epílogo
Una recomendación para los que están solos o acompañados temporal o definitivamente: Elsa y Fred, una película propia de nuestro romanticismo, el de los viejos amores.
4 comentarios:
Es aterrador recibir cada vez mas seguido a nuestra puerta esas tarjetitas de matrimonio, que aunque nos hace felices por la felicidad de los otros, hacen parte de la crónica de una muerte anunciada. Si nos quedamos solos, es una muerte para nuestra para la sociedad, por raros, desolados, sin vida organizada y si nos casamos la muerte lenta de esa sensación angustiante del temor al fracaso y a soportar los cambios y situaciones de la vida. Así que en el brindis brindare solita para mis adentros “ brindo por el amor, por haber amado y haber sido amada, por haber sido feliz, y por tener mucha vida para disfrutar de momentos felices al lado de personas que llegan a tu vida sin previo aviso”
Aquí cabría ver qué pasa con el tiempo entre Fulanita y Fulanito; porque el matrimonio empieza siempre varios años después. Uno de los temas críticos es el de la fidelidad y si se trata de género, el hombre, según el Malpensante de Bufalino, es fiel por pereza e infiel por vanidad. Vaya uno a saber en que época pueda suceder.
Saludos, buen artículo
Marqués, ese tema del amor tiene mucho de largo y ancho. Tal vez, por eso pueden salir tantas novelas, canciones, historias, libros, novelas... y nunca termina, siempre sale con una nueva. Espero que tu novela tenga un final constructivo y fructífero, no se si feliz, pero sí de crecimiento personal. -Un poco egoísta, pero de eso se trata.
"Contigo me voy gitana hasta que me cueste morir" dice una canción del Cigala, cada ser escoge su estilo de vida y eso está bien, muy bien, pero la sociedad critica y arrasa con todo lo que encuentra a su paso, para algunos el compartir con otra persona su vida fue traumática, para mí ha sido bella con altibajos, pero muy pocos, donde la libertad nunca desapareció y el temor nunca existió, siempre hubo fe, ni siquiera esperanza que es la hermana pobre de la fe, simpre hubo certeza que todo saldría bien y así fue....siempre feliz, siempre bello...33 años hermosos "de ese amor para siempre, nunca murió" dice otra canción.
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