"El cuerpo es inmortal porque es mortal"
– Octavio Paz –
Todos nuestros miembros son reales porque nuestros sentidos los validan. Lo demás, lo que no pasa por esa fuente y filtro de información, sólo nos resta creerlo. Verdad libertad miedo alegría belleza tristeza fe amistad confianza odio inteligencia piedad esperanza.
Así, si la existencia se determina por la materia y si todo lo demás está en nuestra imaginación colectiva individual heredada aprendida, el amor desaparecería de la realidad. Rodolfo Llinás desarrolla una idea sobre el tema en El Cerebro y el Mito del Yo, soportada con sus trabajos científicos e investigaciones sobre la funcionalidad y fisiología de nuestro cerebro. Y lo afirmó categóricamente en una entrevista por televisión: el amor no existe.
Él y ella, colectivamente y desde lo plural: pies talones tobillos pantorrillas rodillas muslos caderas nalgas hombros brazos codos antebrazos muñecas manos dedos orejas labios mejillas cejas pestañas ojos párpados; desde lo singular: abdomen columna ano pecho espalda cabeza nariz boca. Individualmente, él tetillas testículos pene; ella senos pezones vulva. Las características físicas externas que nos hacen diferentes son las de mayor interés sexual ¿Coincidencia?
El cuerpo, extensión limitada que produce impresión en los sentidos por cualidades que le son propias, se convierte en el medio que el amor necesita para hacerse evidente. ¿Pero le bastaría con vivir solo en el hombre o en la mujer? Parece que no. Un cuerpo le queda corto: necesita como mínimo dos para caber. Su volumen se despliega en la medida que le den más cuerpos para habitar. Su masa se alimenta de la unión de las cosas para subsistir.
Su etérea vida se reconoce en la interacción de los sentidos frente a la materia palpable. Eso explica la expresión “hacer el amor”. ¿Y qué es eso? Los poetas eruditos adultos sabios niños viejos han dado sus propias versiones sobre lo que entienden por amor. Definiciones bellas simples confusas prácticas lógicas abstractas vívidas emotivas absurdas sentidas no logran calificarlo. ¿Por qué? Porque no existe.
Somos capaces de crear. Temporalmente somos dioses; lo somos cuando lo queramos. Las crisálidas del amor juntas dan vida al momento más delicioso placentero exquisito confortable excitante indescriptible sutil deseado: el coito. Allí nuestras únicas diferencias físicas quieren ser iguales uniéndose en la intimidad. Los genitales y los puntos de placer comparten y explotan qué tanta vida pueden dar los sentidos. El amor no tiene cuerpo. Se lo damos cuando lo hacemos: cuerpo y volumen materializan su idea; lo corporeizamos.
¿Necesito “amar” a ese otro para que le demos vida al amor? Si retomamos los conceptos de materia y volumen, de los sentidos y su certificación del entorno, no. Simplemente la unión de los cuerpos parirían ese monstruo y caballero de un mismo cuento. El que no continuemos leyéndolo momentos después de su efusividad locura pericia delicia relatividad lo mataría. Lo individualizaríamos nuevamente en nuestra imaginación para colectivizarlo en una próxima oportunidad.
El amor se convierte por instantes censurables rápidos arrechos repetibles necesarios riesgosos en el autor de su más bella obra, con conceptos y lineamientos de una corriente artística, BodyArt, que utiliza en sus performances cuerpos para manifestarse. El amor es un artista. Y nosotros su inspiración.
– Octavio Paz –
Todos nuestros miembros son reales porque nuestros sentidos los validan. Lo demás, lo que no pasa por esa fuente y filtro de información, sólo nos resta creerlo. Verdad libertad miedo alegría belleza tristeza fe amistad confianza odio inteligencia piedad esperanza.
Así, si la existencia se determina por la materia y si todo lo demás está en nuestra imaginación colectiva individual heredada aprendida, el amor desaparecería de la realidad. Rodolfo Llinás desarrolla una idea sobre el tema en El Cerebro y el Mito del Yo, soportada con sus trabajos científicos e investigaciones sobre la funcionalidad y fisiología de nuestro cerebro. Y lo afirmó categóricamente en una entrevista por televisión: el amor no existe.
Él y ella, colectivamente y desde lo plural: pies talones tobillos pantorrillas rodillas muslos caderas nalgas hombros brazos codos antebrazos muñecas manos dedos orejas labios mejillas cejas pestañas ojos párpados; desde lo singular: abdomen columna ano pecho espalda cabeza nariz boca. Individualmente, él tetillas testículos pene; ella senos pezones vulva. Las características físicas externas que nos hacen diferentes son las de mayor interés sexual ¿Coincidencia?
El cuerpo, extensión limitada que produce impresión en los sentidos por cualidades que le son propias, se convierte en el medio que el amor necesita para hacerse evidente. ¿Pero le bastaría con vivir solo en el hombre o en la mujer? Parece que no. Un cuerpo le queda corto: necesita como mínimo dos para caber. Su volumen se despliega en la medida que le den más cuerpos para habitar. Su masa se alimenta de la unión de las cosas para subsistir.
Su etérea vida se reconoce en la interacción de los sentidos frente a la materia palpable. Eso explica la expresión “hacer el amor”. ¿Y qué es eso? Los poetas eruditos adultos sabios niños viejos han dado sus propias versiones sobre lo que entienden por amor. Definiciones bellas simples confusas prácticas lógicas abstractas vívidas emotivas absurdas sentidas no logran calificarlo. ¿Por qué? Porque no existe.
Somos capaces de crear. Temporalmente somos dioses; lo somos cuando lo queramos. Las crisálidas del amor juntas dan vida al momento más delicioso placentero exquisito confortable excitante indescriptible sutil deseado: el coito. Allí nuestras únicas diferencias físicas quieren ser iguales uniéndose en la intimidad. Los genitales y los puntos de placer comparten y explotan qué tanta vida pueden dar los sentidos. El amor no tiene cuerpo. Se lo damos cuando lo hacemos: cuerpo y volumen materializan su idea; lo corporeizamos.
¿Necesito “amar” a ese otro para que le demos vida al amor? Si retomamos los conceptos de materia y volumen, de los sentidos y su certificación del entorno, no. Simplemente la unión de los cuerpos parirían ese monstruo y caballero de un mismo cuento. El que no continuemos leyéndolo momentos después de su efusividad locura pericia delicia relatividad lo mataría. Lo individualizaríamos nuevamente en nuestra imaginación para colectivizarlo en una próxima oportunidad.
El amor se convierte por instantes censurables rápidos arrechos repetibles necesarios riesgosos en el autor de su más bella obra, con conceptos y lineamientos de una corriente artística, BodyArt, que utiliza en sus performances cuerpos para manifestarse. El amor es un artista. Y nosotros su inspiración.
3 comentarios:
Apuesto a que la foto es de una axila y no de las otras redondeces femeninas que uno cree de primerazo.
Sobre el texto, si bien es cierto que sentimientos o abstracciones como el amor y el enamoramiento puedan ser una ilusión de nuestro cuerpo, el cuerpo es parte de lo que somos. Y mientras tengamos cuerpo creo que lo mejor es disfrutar de sus posibilidades aunque sepamos que todas las gratificaciones son una sofisticada manipulación de nuestros genes para perpetuarse a través del sexo.
¡Abajo llinás! ¡Arriba SoHo! ;)
Súper dual la foto, muy a propósito del libro que estoy leyendo "Lo que le falta al tiempo de Angela Becerra". Me encanta la alta resolución que tienen las cámaras digitales.
(suspiro)
Me entran ganas de placer y de tenerlo con otro cuerpo.
Ya doctrinas orientales como el tantra hablan de la importancia de unir las diferencias para lograr la totalidad.
Y no estoy de acuerdo con Apolo, algunas veces la cabeza pesa más que los genes y hasta toca hacer que pese más que el corazón por pura supervivencia. Me consta.
El amor existe y bajo tu misma definición, y no necesariamente necesita otro cuerpo...
El ejemplo mas claro, mientras más te leo más me enamoro.
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