Bueno, eso supongo. Quién las manda a comerse uno de los gargajos de mi gripa, que aminoró mi salud con fiebre, dolor de cabeza, taponamiento de oídos, escalofríos, calambres, tos y ardor en la garganta.
En una de las tres noches de malestar fui a la cocina a tomar agua, y aproveché también para sacar la flema que en exceso amortiguaba el aire que entraba/salía de mis pulmones. Al lado del sifón y con un color verdoso que irradiaba en la oscuridad, finalmente cayó espesa, lenta, densa, cuajada, maciza, pesada, perezosa y pegajosamente.
Al otro día me di cuenta de que ellas no esperan a que haya mercado, sino que lo que encuentren será bien recibido por el hambre que las apremia. Recolectan lo que sea de mi alacena, como cuando las encontré merodeando la pimienta negra, vagando en una bolsita aromática de hierbabuena, rondando la nueva crema lavaplatos con olor a uva, llevando a cuestas una presa viva (Autor y coautor de un crimen), o trabajando diariamente en el tarro de la basura.
Esa mañana las encontré en el borde de lo que había expulsado la noche anterior. Como si fuera una gota de leche condensada, sorbían del espeso charco lo que alcanzaba en sus bocas, y salían corriendo al camino que las conducía de regreso a su guarida, a compartir en comunidad aquel mucoso tesoro verde.
Las espanté y limpié el lavaplatos. ¿Les sabría rico mi manjar? ¿Las extinguirá mi infección? ¿Se volverán mutantes? ¿Cómo estornudará una hormiga?
En una de las tres noches de malestar fui a la cocina a tomar agua, y aproveché también para sacar la flema que en exceso amortiguaba el aire que entraba/salía de mis pulmones. Al lado del sifón y con un color verdoso que irradiaba en la oscuridad, finalmente cayó espesa, lenta, densa, cuajada, maciza, pesada, perezosa y pegajosamente.
Al otro día me di cuenta de que ellas no esperan a que haya mercado, sino que lo que encuentren será bien recibido por el hambre que las apremia. Recolectan lo que sea de mi alacena, como cuando las encontré merodeando la pimienta negra, vagando en una bolsita aromática de hierbabuena, rondando la nueva crema lavaplatos con olor a uva, llevando a cuestas una presa viva (Autor y coautor de un crimen), o trabajando diariamente en el tarro de la basura.
Esa mañana las encontré en el borde de lo que había expulsado la noche anterior. Como si fuera una gota de leche condensada, sorbían del espeso charco lo que alcanzaba en sus bocas, y salían corriendo al camino que las conducía de regreso a su guarida, a compartir en comunidad aquel mucoso tesoro verde.
Las espanté y limpié el lavaplatos. ¿Les sabría rico mi manjar? ¿Las extinguirá mi infección? ¿Se volverán mutantes? ¿Cómo estornudará una hormiga?
4 comentarios:
Darío... una descripción que me quitó el hambre...
Lo bueno de haber estudiado en colegio sólo masculino es que en semejante prisión se ven cosas peores. NADA es capaz de espantarme el hambre y menos la descripción de tu pegajoso gargajo, aunque debo reconocer que es bastante dicente, lo cual es un gran logro.
Bacano.
Sorry, tu relato es tan asquerosamente descriptivo que no logré pasar del segundo párrafo, es más ni terminé de leer ese.
Sólo vi por ahí que aspiras a que las hormigas se enteren o algo así.
Mis tripitas me impiden enterarme por completo del asunto. Esta vez prefiero aguantarme la curiosidad en pos de mi salud.
Jajaja, alguna vez me pregunté lo mismo. ¿Cómo estornudará una hormiga?
que alguien me saque de esa duda!!
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