Las mujeres, principalmente, se sientan en la banca junto al pasillo para estorbarle el paso con sus rodillas al que quiera ventaniar. Las más presumidas, feas o bonitas, pretenden ser más inalcanzables en esta ubicación, sin darse cuenta de que en un bus todos somos iguales, urbanos, comunes y corrientes.
Y ella, la más bella pasajera a tan solo mil quinientos pesos, subió y se sentó en el puesto que tenía la ventana abierta de un bus medio-lleno/medio-vacío. Hermosa, esbelta, fresca y descomplicada, compartía con la brisa de la tarde el delicioso perfume de un baño recién tomado.
Y yo, a una silla en diagonal de distancia, pensaba en todas estas cosas para tratar de encontrar algún argumento, alguna oportunidad, algún motivo que justificara cambiarme al puesto que ella había dejado libre.
¿Y si comienza a gritar? ¿Y si se cambia de puesto? ¿Y si le dice al conductor?... ¿Y si me saluda con una sonrisa? ¿Y si va para donde yo voy? ¿Y quiere que la acompañe hasta su destino?...
Si da susto que un tipo que se acaba de subir se siente al lado de uno habiendo muchos más asientos disponibles, cuánto más sospechoso era que un tipo se cambie de asiento al lado de una mujer sola y bella.
En situaciones así, hay cosas que es mejor dejarlas quietas y dedicarse a disfrutarlas hasta cuando la próxima parada sea la de ellas... o la nuestra.
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3 comentarios:
jajaja... a lo mejor ella lo hizo con la intencion de que se le sentaran al lado...
Yo creo que si te hubieras sentado a su lado se hubiera puesto a gritar...:S
Lo pensaste mucho, te hubieras puesto a hablarle sin cambiarte de sitio.
Tienes todavía muchos huevos sin arriesgar.
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