No debéis afligiros, mi señor. No tenéis más que proporcionarme una bolsa y un par de botas para andar por entre los matorrales, y veréis que vuestra herencia no es tan pobre como pensáis...
miércoles, 30 de diciembre de 2009
Nueva década
miércoles, 23 de diciembre de 2009
Regalo esperado
Tal vez por eso las lucecitas de la decoración navideña se encienden y se apagan para recordarnos que sólo tenemos la esperanza vana de recibir lo que queremos y, algunos, el gusto de recibir lo que necesitamos. Y muchos, pero muchos, nada.
Curiosa esa situación, ¿no?
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miércoles, 16 de diciembre de 2009
Amigo secreto
Lo que importa es el detalle, lo que el buen corazón de las personas esté dispuesto a compartir…
miércoles, 9 de diciembre de 2009
"Nos hemos utilizado"
miércoles, 2 de diciembre de 2009
Contrato amoral
En El Regreso del Profeta de Hajjar Gibran.
De igual manera, las parejas deberían hacer un alto en el camino para evaluar cómo les fue en términos de amor, amistad y sexo durante estos 12 meses, y qué piensan mejorar para los que vienen. Los hijos deben participar de esa planeación así no hayan sido planeados (y muchas veces, deseados).
Propuestas, ajustes, indicadores, metas que le permitan a la pareja saber de su desarrollo como seres humanos individuales y colectivos.
Y así como en el mercado laboral, poner fin a lo que no marcha como se había propuesto o prometido el año anterior o intentado durante el actual, y terminar sin temor lo que tiende a empeorar con el tiempo irremediablemente. En el mejor de los casos, darse una licencia para meditar sobre lo que se significan como personas y como pareja.
Se entiende que hay cláusulas de disolución del contrato cuando las partes comprenden que las ganancias ya no son lo que eran, o que ni siquiera superaron las proyecciones que se habían hecho, o que ni siquiera cumplieron con el estándar mínimo ofrecido desde un principio.
Uno no sabe nada ni de Dios ni del amor, y sin embargo decimos, sentimos, pensamos y hacemos cosas en sus nombres. ¿Podrá Dios ser tan intransigente ante esa promesa hecha en un estado de total embriaguez de enamoramiento puro? ¿Será tan testarudo al exigir que tal pacto, a pesar de todo lo malo, DEBE durar toda la vida?
Yo no creo que la infelicidad en pareja sea una decisión que a Dios no le importa, y que nos exige, gruñonamente, cumplirle como prueba de karma para el perfeccionamiento del alma en vida de pareja. Si llegamos al cielo nos dirá: “¿Y no los mandé a ser felices? ¿Por qué no se separaron y disfrutaron sin la compañía de la otra persona?” Será tarde ya.
Si no metemos a Dios en el asunto porque fue un notario o una simple promesa al viento lo que unió a la pareja “por siempre jamás”, ¿no será más humanamente correcto actuar con el gusto del libre albedrío y decidir a favor de nuestro propio bienestar en el momento más conveniente para la relación?
Claro: como en todo contrato debe haber multas de incumplimiento. Se pagarán con unas lágrimas, un montón de recuerdos y un prudente rato de nostalgia, pero es más honesto que vivir de las apariencias y los deberes sociales por el resto de la vida, esperando a ver si se mejora la cosa mientras se le sigue diciendo ‘amor’ a alguien por quien ya no se siente eso: ¿Hipocresía, costumbre, obligación, amor?
Por favor: ¡la letra menuda no la escribió Dios!
Esta es mi propuesta: “Contrato leonino”.
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miércoles, 25 de noviembre de 2009
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Gato novela
¿Entonces, qué de qué?
¿Tú y yo qué venimos siendo?
Nada… Ya te dije que lo nuestro no es posible. Yo soy una gatita de familia y tú un gato callejero…
¿Callejero? ¡Pero si tengo un nuevo collar!
¿De qué te sirve, si no quieres que nadie te dome?
¡Bah! Me voy… Tú siempre con esos discursos…
Pero sabes que es verdad… Vete… Es lo único que sabes hacer, además de nada… (¡Qué collar tan gay…!)
¡¿Qué fue lo que dijiste?!
Nada… Te preguntaba que qué colores hay… De collar, digo…
Ah, más te vale… Oye, por qué no seguimos charlando un rato…
Pero de lejitos… No quiero que se me peguen tus pulgas…
¿Y qué más?
Bien, bien, ¿y tú?
Enamorado…
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viernes, 13 de noviembre de 2009
¡Feliz año!
Que en la mesa pongas un lugar, para el hijo que no ha de llegar,
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miércoles, 11 de noviembre de 2009
"¿Qué hago contigo?"
miércoles, 4 de noviembre de 2009
A quien corresponda - Restaurante
Fernando Pessoa.
Frase introductoria en El Lamento del Perezoso, de Sam Savage.
Existen otros calificativos que un crítico de cocina podría dar sobre sus diferentes platos, pero sería pretencioso utilizarlos, para bien o para mal, en este momento. Así que me limitaré a decir que su comida es buena. Nada más.
El motivo de mi carta es simple: expresar mi agradecimiento: ¡gracias!
Listo.
Pero mis agradecimientos serían mayores (¡mayúsculos!: los escribiría en una carta posterior) si hicieran algo por los clientes que nos alimentamos de sus ollas. Es algo complejo por la única dificultad que perjudica a la humanidad, que somos humanos, y como tal quedamos indefensos no a las Leyes Naturales y del Tiempo, sino totalmente desnudos ante nuestro libre albedrío.
Tal vez el guante le caiga a más de uno, pero no es mi intención cuestionar a todos lo que están detrás de mis cubiertos. Es evidente que para que los platos estén frescos, calientes y, nuevamente lo digo, buenos, su trabajo ha sido cuidadosa o improvisadamente bien realizado.
Sin embargo, el enorme favor que les pido (pedimos, dicho sea de paso) es que hagan algo con quienes sirven la comida.
“Lo malo de la rosca es no estar en ella”, dice el refrán, pero si hay algo peor que la envidia es la injusticia, y es ahí a donde apunta mi solicitud. ¿Qué tengo que hacer para que me sirvan, con un guiño de ojo, dos porciones de maduro asado? ¿Con quién tengo que hablar, susurrar si es necesario, para que en mi plato la ensalada a-parezca verde? ¿Qué debo decir, cuál es la clave, para que mi corte de carne sea más grande? ¿Cómo me gano el derecho a doble mazorca en mi sancocho?
¡Claro, gratis, por supuesto! Pagando, ¿qué gracia tendría mi denuncia?
Es inaudito que al cliente frecuente (tal vez tiene una tarjeta de esas que suman puntos, calorías en este caso) que está delante le agranden la porción de papitas fritas con una sonrisa a la mesera, y que llegue yo, con el mismo gesto de caridad-y-buenachonidad y me diga “es que no me alcanza para todos…”. Que pida igual cantidad de alverjas que quien va dos puestos más adelante y me diga “es que él sí paga doble porción”, a sabiendas de que he estado pendiente de su pago en caja. Que le pida una yuca cocida más grande, como la que acaba de servir, y me diga “¡todas son iguales y sólo es de a una!”. Y además, añade, lastimeramente, “qué pena…”.
Me atrevería a decir, aunque suene mentirosamente increíble, que haría esta misma solicitud si yo también estuviera en la rosca. Es que es tan evidente, tan insensato, tan vergonzoso…
Pensando positivo, aprovecho la arbitrariedad de sus sirvientes para hacer dieta. Es lo único que aleja de mi mente las enormes ganas de hacer un escándalo (no sé cómo vaya a reaccionar… si con quien sirve o con quien recibe esos beneficios adicionales…) cada vez, cada día, cada dos o tres clientes que son bendecidos por la subjetividad generosa de sus meseros y meseras en su restaurante, de donde recomiendo, de verdad, que la comida es buena. Sólo eso.
Atentamente,
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miércoles, 28 de octubre de 2009
Maté a Mora
Pero pasó.
Desde hacía unos días estábamos ella y yo en el apartamento, y ya nos habíamos acostumbrado a estar solos. Cada uno en su espacio-tiempo, pero siempre buscándonos y encontrándonos cuando nos hacíamos falta mutuamente.
Con unas caricias respondidas con rasguños, hasta con mordiscos a veces, cumplíamos fielmente al pacto de amistad entre el amo y su mascota. Era suficiente, necesario, y propio de un franco ‘te quiero’.
Esa noche, desvelado en la cama por un mal sueño, no había nada más que hacer sino esperar a que llegara el amanecer. El silencio era correteado por uno que otro carro que a lo lejos pasaba, para luego regresar a escuchar el tic tac del reloj de pared. Me acurrucaba, pero mis pensamientos me descobijaban.
Como buen celador de cuadra, Mora llegó a la pieza con sus mudos pasos. Se metió bajo la cama, dio una vuelta hasta la ventana y luego de una rápida ojeada, decidió peinarse ese mechón en su espalda que la cortina le había alborotado. Pulcra. Vanidosa. Hermosa. Mujer.
Yo la veía sin musitar palabra o intentar movimiento. Era un estado de contemplación absoluta: podía escuchar cada lengüetazo y cada pasar de saliva lleno de pelos. Cuando quedó como ella quería quedar, se alistó a continuar con su paseo nocturno por el resto del apartamento.
En ese momento, decidí levantarme de la cama para distraer mi insomnio. Al bajar los pies, empujé una de las chanclas que estaba de medio lado y por alguna razón el ruido que hizo, hizo que Mora diera un brinco de espanto, lleno de pavor, repleto de pánico, rebosante de terror.
No sabía donde caer, se resistía a caer, se sentía más segura en el aire que en el suelo que la había atacado. Su cuerpo se retorció de todos los lados pero la gravedad cumplió su tarea.
Con la velocidad de un rayo, su cuerpo se flexionó hasta pegarse al piso. Sus pupilas se dilataron al máximo, ¡casi que se le salen de la córnea! Los orificios de su nariz se expandían ahogados… Sus orejas se echaron para atrás en acto de atenta escucha… Sus colmillos resaltaron de sus labios prestos a destrozar lo que se atravesara en su boca… Sus bigotes se plegaron como púas de un puerco espín… Su cola, un filoso aguijón… Y las garras, ¡oh, las filosas garras!, habían sido desenfundadas de su peluda vaina.
Ante tremendo adversario, cualquier enemigo habría huido del campo de batalla sin dudarlo.
Pero lo único que encontró fue a un amo desbaratado de la risa a las 2:50am, contagiando con sus carcajadas al silencio que los acompañaba, y burlándose con razón del susto, ¡tan hijueputa!, que le había hecho pasar a su gata…
Maté a Mora del susto: ahora le quedan ocho vidas.
miércoles, 21 de octubre de 2009
Rebuscada
Siempre tú me esquivas de alguna manera.
Si te busco por aquí, me sales por allá.
Lo único que yo quiero no me hagas sufrir más”.
Llorarás, de Óscar De León.
Se espera que sea rápida para causar el menor dolor posible cuando entra, cuando vierte el contenido (medicina o veneno) y cuando sale con la ‘R’ de ‘rapidísimo’. Cualquier procedimiento adicional ya es sadismo.
Esta mujer, bella para mayor seña (¿sobraba decirlo?), es un pez enjabonado. Es increíble lo fácil que le resulta decirme ‘no’, sea real, claro y honesto, o ficticio, confuso y mentiroso.
Aunque veloces, sus palabras duelen y ya no sólo en el músculo glúteo mayor. Duele más adentro, en los cebos del corazón, en los vacíos del cerebro, en los tuétanos de los huesos, en los parásitos del intestino.
Pero últimamente sus excusas han sido el pegado de la olla. Le he dicho que me diga lo primero que se le ocurra, falso o verdadero, con tal de no escucharla mascullar una nueva versión de un ‘no’.
¡Qué tal la última!: que no salimos porque tal vez su ex contrató a un detective que la espiara y que nos puede tomar fotos o grabar las conversaciones.
¡Qué excusa tan rebuscada!
Cuando se le acabe el repertorio le tocará salir conmigo. ¿Tendré suficiente paciencia? ¿Para entonces querré salir todavía? ¿Le dedicaré o bailaré con ella esta canción?
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miércoles, 14 de octubre de 2009
Mi casi novia
Ahora, sé que no me equivoqué".
Frase en MSN de Cristhian dedicada a Paula.
Ese día ella se acercó al punto de venta de la Revista El Clavo a comprar la última edición de esa época. No recuerdo ¡POR QUÉ CHANGOS! yo tenía que dejar la mesa de atención en ese momento; ahora, retrospectiva y positivistamente, al lado de atenderla a ella, cualquier cosa era una pendejada o un pendejo al que tenía que saludar.
Más o menos le dije a mi compañero de trabajo: ¿la atiendes o la atiendo? Sin tirar una moneda o sin mediar favor alguno, me alejé del lugar con un afán sin sentido dejándolos solos en lo que era una normal venta más.
Cuando la volví a ver fue de la mano de mi amigo, cuadrados y felizmente enamorados, siendo la misma bonita pareja que ahora son, y que espero sigan siéndolo.
Ya he hablado de los casi y de las coincidencias, pero estas son las cosas que no me caben en la cabeza, y me llevan a utilizar la publicidad del producto comercial de moda, añadiéndole una palabra más, para preguntarme: “¿por qué (yo) no?”.
Mi amigo vive espantándome como a perro con periódico cuando me les acerco, cuando le digo que ella es mi casi novia… Y me río, me contagio de la risa del destino, con ‘D’ de Dios, cuando me pasan estas cosas…
Lo que me faltaba: a falta de mi propio Cupido, me convertí en uno. Ojalá siga valiendo la pena.
Será hasta LA próxima.
Postdata: Otra vez, así como esta mañana se me pasó el bus, perdí la oportunidad de saludar a la misma protagonista de otras historias por unos cuantos segundos tarde. ¿Acaso sufro de esquizofrenia? ¿Ella es mi delirio? O un diagnóstico menos trágico (¡glup!): ¿lo que no es para uno, no lo es en ningún momento?
miércoles, 7 de octubre de 2009
Sili(en)co(ñ)a
de esas que veo por ahí.
De esas que cuando se agitan,
sudan Chanel Number Three.
Que sueñan casarse con un doctor,
pues él puede mantenerlas mejor.
No le hablan a nadie si no es su igual,
a menos que sea un fulano de tal.
Son lindas, delgadas, de buen vestir,
de mirada esquiva y falso reir.
Cuando se acerca, hombres lascivos se saborean con sus enormes y redondas tetas. Y al pasar mujeres envidiosas ven con nostalgia ese firme y también redondo trasero.
Su abdomen plano se ajusta a las tallas de sus ceñidos vestiditos, y su figura queda tan delgada, como la punta de su nariz recién operada.
No sé qué más decir. Rubén Blades y Willie Colón escribieron en su canción lo que tenían que decir de ella hace muchos años.
Y como no soy De Tal, sino De Carabás, ¡no me saluda!
Algo que agregar: que tal vez en la época de la salsa dura no había (o no era común) la silicona. Todo lo que la chica plástica de ahora tiene, en verdad es de plástico.
Sin necesidad de entrar en la discusión sobre qué es la belleza y toda esa carreta, ¿para qué le sirve, A ELLA, tanto más y tanto menos de su cuerpo? Bueno sí, llenar la cabeza con algo en qué pensar: en vivir arreglada para arreglar su vivir.
De resto, para follar. Para atraer la mayor cantidad de machos cabríos que usen todo lo que ella tiene como si fuera de ellos. Para contentarlos atrayéndolos o reteniéndolos. Para garantizarles que con sus falsos atributos tienen ganado el cielo.
¿Será que con silicona ella siente más rico lo que sea que le hagan? ¿No pues, que se pierde sensibilidad en las carnes? ¿Será que sus orgasmos son también de plástico?
Es el tipo que se la come (así, el que se la come, no valen palabras romanticonas como hacer el amor o tener intimidad) el que siente más placer en su cabeza (la de arriba) al saber que toda una Yayita está disfrutando con su cabeza (la de abajo). Y eso es lo que se conoce como encoñe.
Ella le garantiza a su pareja pasajera o estable que va a pasar bueno. ¿Qué más le puede garantizar? A parte, claro que a los 40 años se va a ver horrible (ella misma y el resto del mundo opinará igual) con nada más que el recuerdo de los polvos que le echaron encima.
La silicona es una prótesis sexual que garantiza que su pareja se va a encoñar con la mujer que se rellene de ella.
¿Para qué más le puede servir?
miércoles, 30 de septiembre de 2009
Misión ¿Posible?
Un paréntesis: algo similar ocurre en las películas románticas, en donde en máximo dos horas dos desconocidos se convierten en el amor de portarretratos. Eso también está editado o es ficción; y nos lo creemos.
En vivo y en directo y en un parque de la ciudad, las cosas no son tan ágiles. La naturaleza tiene otro ritmo que el de la pantalla.
En una tabla-comedero, montada sobre un arbusto por algún buen vecino hace mucho tiempo, cientos de aves se alimentan de las frutas que otros cuantos vecinos llevan voluntaria y diariamente.
Un vivo gato extranjero al barrio se dio cuenta de que podía hacer su propio picnic para el desayuno gratis y fácil: no hay tiempo que perder cuando de una siesta felina mañanera se trata.
¡Que la música de Misión Imposible empiece a sonar!
Agazapado entre el pasto, se acercó hasta el tronco y de un brinco sigiloso se acomodó cual camaleón en una rama más alta que su mesa de bufet. Sólo era cuestión de esperar, pensó. Y yo, parado a unos cuantos lejos metros, pensé lo mismo: sería testigo de mi propia escena de Discovery Animal National Channel Planet. Estaba tan atento como yo. No quitaba los ojos del punto donde se libraría un capítulo más de la vida salvaje.
Otro paréntesis: ¿por qué el camuflaje de los animales no hace juego con su hábitat? Es decir, ¿por qué el pelaje de los mamíferos cazadores no se encuentra en una gama de colores verdes? Sería el paso más lógico de la Evolución. Curiosa pregunta para Gaia.
Y el tiempo comenzó a pasar. Y pasaba. Y pasó… Con tantos abuelitos y abuelitas caminando alrededor de la pista, me empezó a dar sueño: era como contar de día lentas ovejas con sudadera gris y camiseta blanca.
Creo que el gato ni respiraba; concentrado. Sólo se movió un poco para acomodarse un poco mejor.
Ya pueden dejar de tararear la música. Nada pasó. La misión que decidí (yo), decidió (gato) y decidieron (aves) aceptar resultó, ciertamente, imposible.
Se me hizo tarde por estar esperando a que cualquier pájaro se acercara al comedero. El gato se terminó de arrunchar contra el tronco y se quedó dormido en la rama. Y las aves se quedaron sin comer la fruta recién servida, pero ‘vivas’ y burlándose de nosotros dos.
¡Ah, la Naturaleza!
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miércoles, 23 de septiembre de 2009
¡Zapatísimo!
Intentémoslo con éste, a ver si nos cabe (en la cabeza) que el mundo no está para que nos calce, sino que lo calzamos y caminamos dejando huella y pecueca también.
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miércoles, 16 de septiembre de 2009
¿Amor o amistad?

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miércoles, 9 de septiembre de 2009
¿De la que me salvé?
miércoles, 2 de septiembre de 2009
Ahorrador Davivienda
miércoles, 26 de agosto de 2009
¿Una piedra en el camino?
Por otro lado, el recorrido adicional que hagamos para llegar a un sitio será ganancia en paisajes, gentes, comidas y aventuras, no lo mismo en términos de recursos, cierto. La experiencia de la ruta Santiago Compostelana o del poema Ítaca de Kavafis no serían lo que son si siguieran el trayecto más corto.
A gusto de cada quién.
¿Pero cómo lo puede decidir un árbol? Su misión es retar a la gravedad buscando la luz del sol para vivir, y en su crecimiento se encuentra con algo en que la Sabia Naturaleza no pensó: en que los humanos necesitaban tender cableado de energía eléctrica, alumbrado público, redes telefónicas y sistemas de televisión cerrada por entre sus ramas.
Ellos piensan, “¡Pues de malas! ¡Quién los manda a atravesarse en medio de la ciudad!”, y con esas soluciones van y peluquean cada tanto a esas piedras verdes en el camino del “desarrollo” de las sociedades.
La fácil..
miércoles, 19 de agosto de 2009
Sexo textual
morronga. (De morro). f. coloq. gata (hembra del gato).mojigato, ta. (De mojo, voz para llamar al gato, y gato). adj. Que afecta humildad o cobardía para lograr su intento en la ocasión. U. t. c. s. 2. Beato hazañero que hace escrúpulo de todo. U. m. c. s.
miércoles, 12 de agosto de 2009
Ausencia de
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miércoles, 5 de agosto de 2009
De pañales a pañales
Martín De Francisco, en La Tele.
Pero esa es una historia paralela a la que me quiero referir. A saber: la ropa interior, de mujeres en particular.
En el caso de los hombres las diferencias no son tan marcadas: del pañal cuando bebés pasan al pantoncillo cuando niños y luego a los bóxer cuando adultos. Y eso algunos: habemos otros más clásicos.
Pero en el caso de las mujeres, luego del pañal cuando bebés, la variedad es significativa. Unas pantaletas flojas y cómodas, con animalitos de todas las especies y en colores pastel muy bien combinados, las acompañan hasta cuando ya se consideran mujercitas.
En la adolescencia, su pizca de rebeldía les permite elegir interiores más pequeños y ajustados, que tapan lo que se debe tapar y no todo lo que se pueda, como con sus segundos pañales. Cómodos, conservadores y confiables para esos primeros momentos de mujer.
La libertad de su ropa interior se logra, más o menos, para cuando tienen la cédula en la mano: se vuelven alérgicas a la cantidad de tela y sólo compran lo mínimo para tapar, por delante y por detrás, lo necesario, para insinuarlo en descotados pantalones descaderados.
Con la adultez ya ganada, los encajes en las bragas y los colores de tentación son sus preferidos en los catálogos de lencería de marca, y el tamaño se convierte en un factor casi que irrelevante pues, como sea, están diseñados para conquistar. Lingerie.
Ya con más de una cana pintada, los calzones se meten al ropero para arropar la madurez de los años, y las prendas en general no volverán a ser ajustadas como en las épocas en que no había mucho que ocultar.
Con el abuelazgo la tela toma venganza de sus predecesores para no dejar escapar nada: ¡hasta al ombligo le vendan sus ojos! Tal vez sea por el frío o porque una tanga ya no sabe qué arruga cubrir primero.
Y más adelante, y también a los hombres, les llega el momento en que mente y cuerpo son incapaces de retener lo que las mamás limpiaban en los primeros meses de vida, y que ahora lo hacen enfermeras en nuestros últimos meses de vida. Una horrorosa situación para todos.
Necesidad, dulzura, comodidad, insinuación, pudor, moderación, tradición y otra vez necesidad. Este es el ciclo de vida de la ropa interior femenina.
Y para todos, ¡cómo es la vida: de pañales a pañales!
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